El Festival Internacional de Caracoles promueve la reconciliación sobre un suelo disputado desde hace 150 años.
“El arte nos abre las fronteras y nos recuerda que no existen”, asegura Claudia Orantes, Directora Ejecutiva de Caracol YCD y alma mater del Festival Internacional de Caracoles, que este año ha celebrado su tercera edición en la frontera que divide Guatemala y Belice. Artistas jóvenes de ambos países se han reunido durante un fin de semana en la localidad de Arenal Belice separada de Guatemala por la denominada “línea imaginaria” que hace la función de frontera entre ambos países.Payasos, malabaristas, bailarinas, acróbatas y actores y actrices de teatro se han saltado esta línea, también conocida como “de adyacencia”, y han mostrado su arte a los habitantes de las aldeas Arenal Guatemala y Arenal Belice que comparten el famoso campo de fútbol en el que cada portería pertenece a uno de los dos países.El Festival, organizado por Caracol YCD y Caracol de JADE (Jóvenes de Arenal por el Desarrollo y la Equidad), pretende unir a Guatemala y Belice a través de la “cultura viva comunitaria”, tal como señala la coordinadora de Caracol de Jade, Maritza Barrera.
Así, defiende que el arte es “una de las herramientas que podemos escoger para vincularnos” en Arenal, teniendo en cuenta que “es un punto por donde supuestamente pasa la línea de adyacencia, pero nadie la ve, ya que nosotros la invisibilizamos con el intercambio”. “El arte rompe las fronteras que existen en el mundo, en las cabezas y en los corazones, dado que nos permite juntarnos, compartir, dar y recibir”, concluye.La línea imaginaria que divide Guatemala y Belice fue delimitada en el 2001 con la mediación de la Organización de Estados Americanos (OEA), si bien ambos países no han resuelto sus diferencias, ya que están a la espera de solucionar el litigio territorial que mantienen desde hace 150 años. Actualmente, cada país administra un kilómetro al este y al oeste de la zona de adyacencia.Aunar culturasEsta solución no contenta para nada a Guatemala, que reclama a la ex colonia británica más de 12.272 kilómetros cuadrados de su territorio, lo que supone la mitad de Belice, a pesar de que en 1991 reconoció su independencia. Ambos países se comprometieron en 2008 a realizar una consulta entre sus respectivas poblaciones para que decidan si desean que este conflicto sea resuelto en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, si bien aún no han fijado ninguna fecha para ello.
Mientras los gobernantes siguen sin resolver este conflicto, los ciudadanos de ambos países se vinculan a través del arte y del Festival Internacional de Caracoles en el que participan más de un centenar de niños y niñas de Guatemala y Belice para recibir talleres de meditación, malabares y danza aérea, entre otros. Tras impartir un curso de hula hoop, la artista Andrea Lainez Ríos considera “muy importante hacer esa unión, ya que sirve para romper esa frontera que está muy marcada” y que genera “muchos problemas entre beliceños y guatemaltecos”.
En este sentido, Claudia Orantes destaca que el objetivo del Festival Internacional de Caracoles es “aunar las culturas guatemaltecas y beliceñas a través del arte”, así como “sensibilizar a la comunidad ante el espacio de arte comunitario y transformador”. Por ello, según explica, a este evento se invita a personas que vienen de distintas comunidades y contextos de ambos países que también trabajan con arte y “utilizan estos medios para ofrecer otras formas de identificarnos y empatizarnos con otros espacios que quizá de otras maneras no accederíamos”.Tras la edición de este año, los participantes dieron un paso más allá y decidieron crear una red de intercambio cultural entre artistas de Guatemala y Belice, denominada Kat, con el fin de continuar trabajando desde la “autogestión comunitaria por amor al arte, a la vida, a la transformación y a la alegría”, según recalca Orantes, quien precisa que este Festival no recibe ninguna ayuda gubernamental.Guadalupe López, de 23 años y originaria de Guatemala, participa en el Festival de Caracoles con un espectáculo de danza aérea con telas. Asegura que pese al conflicto territorial que mantienen Guatemala y Belice, para ella “no existen fronteras, ya que todos somos seres humanos”. “Están impuestas sí, pero no quiere decir que las aceptemos”, zanja.
En este sentido, María Sutherland, una artista beliceña que baila una danza tradicional maya, asegura que ambas comunidades deben “unirse y aprender unos de los otros”. “Lo primero es la paz entre los dos países”, sentencia Emerling Rodríguez, quien es originaria de Guatemala y baila en ‘Orquídea Negra’, la misma agrupación en la que participan otros jóvenes del país vecino.Además del citado Festival, la Organización de Estados Americanos cuenta con tres escuelas situadas en la frontera entre ambos países a las que asisten medio millar de niños y niñas de Guatemala y Belice para recibir cursos de pintura, música, inglés y castellano. Desde la OEA aseguran que esta iniciativa, denominada ‘Cultura de Paz”, pretende “estrechar lazos de amistad” teniendo en cuenta que “lo que nos dividió fue una línea imaginaria, pero somos prácticamente los mismos y lo único que nos diferencia es la nacionalidad”.