Aquí estamos. A cinco años de #YoSoy132

Mariana Favela

foto portada: Omar Torres / AFP 

Hace cinco años nos sorprendió la irreverencia y nos nació un país lleno de esperanza. En unas horas las redes se hicieron risa y en pocos días las calles se hicieron mares. Convulsión. Todo se desbordó. Había ido a muchas manifestaciones pero nunca había sentido ni visto lo que aquel 23 de mayo se me tatuó entre los huesos. La gente salía de las oficinas para aplaudir con los ojos hechos agua. Trabajadores echaban porras desde las construcciones mientras uno de ellos sacudía con orgullo una camiseta con la cara del Ché Guevara. Ancianas, jóvenes, doctoras, niñas y vendedoras, nos miraban pasar, algunas, incluso, dejaban lo que estaban haciendo y se sumaban a lo que más que una marcha, parecía un carnaval. Incluso la gente que había quedado atrapada en los camiones por aquella movilización inesperada, aplaudía. No pude contener el llanto. Las jaranas no dejaron de tocar, no más, no más, mentiras ya no más, el arte va pa’lante y la tele va pa’trás, entonces no lo sabíamos pero ahí, a nuestro lado estábamos quienes poco a poco nos iríamos haciendo una familia. La energía de las bailarinas, de las cirqueras y teatreras me sacudió. En la estela se desbordó todo. Salieron el arte y el amor a gritar rebeldía a las calles. Aquel día marcaría nuestras vidas. Nunca me sentí más fuerte como cuando todos esos rostros nos miraron con esperanza. Nos sentíamos fuertes porque sabíamos que éramos ellas, sabíamos que nos cuidaban. Su amor, su ilusión y apoyo hicieron posible todo lo que vendría después.

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#YoSoy132 no es un movimiento, es un momento de la historia de México, un momento de convocatoria y de ilusión. Un momento de agitación convulsa y de muchos desvelos. Es por eso, un momento que le pertenece a todas. Sí, algunas le dedicamos 24/7, largas horas de asamblea y de discusión pero no era ni nunca será nuestro. Es de todas quienes nos obligaron a despertar para que este país pudiera volver a soñar. Cada una puso lo mejor de sí. Nos conocimos no a pesar sino gracias a nuestras diferencias. Nos hicimos generación, no por coincidir en edad sino por nacernos algo propio, un sueño. Nos hicimos generación al permitirnos imaginar un poder más allá de la dominación y una política encarnada, emotiva, ya no indolente ni criminal. Lo dijimos entonces y lo repito ahora a pesar de todas las diferencias que también hemos gestado en estos años, nacimos una política de la confianza. Reclamamos nuestro derecho al futuro, a vivir sin miedo, sin guerra. Reconocimos que trabajar nuestros amores, afectos y el modo en el que nos relacionamos era lo más importante que podríamos hacer.

Muchos pensaron que nuestro propósito era detener a Peña Nieto. También, pero no sólo ni a pesar de todo. Lo mejor que deja la agitación, la insurgencia desbordada, esas que se derraman más allá de los límites prefigurados por el poder, no son organizaciones, corporaciones ni puestos. No. Lo mejor que puede dejar la agitación en un país marcado por el autoritarismo, es la posibilidad de nacer otra cultura política. Una que no enuncie el poder siempre en masculino y singular. Una capaz de organizarse de manera no centralizada ni jerárquica. Y todo eso se logró. Y nada de eso sería, ni será inmediato. Somos semilla, no fruto.

Después de meses de entusiasmo vino la represión. ¿Dónde está #YoSoy132?, preguntaron los que unos meses antes nos dedicaban titulares y largas entrevistas pero entonces no cubrieron las decenas de detenciones arbitrarias, los golpes ni el terror. Defendimos la calle pero la represión avanzó. Pocos lo recuerdan pero entre el 1DMX y Ayotzinapa, el zócalo estuvo cerrado. Ninguna movilización pudo llegar, sólo Ayotzinapa nos daría esa fuerza. Pero el miedo y la violencia reinstalaron el autoritarismo a punta de gases y de detenciones. Decidimos sobrevivir. Decidimos defender a las presas. Entendimos que el camino era largo y que no nos entregaríamos con abnegación revolucionaria. No, eso es lo que quería el poder pero la nuestra es una lucha por y para la vida. Aún así nos arrancaron a algunas. Hoy, Nadia, rabiosas gritamos tu nombre. En ese tramo oscuro conocimos a muchas personas maravillosas quienes se convirtieron en nuestras maestras. Quienes cuando vieron a la sombra de la violencia extenderse sobre nosotras, nos abrazaron, nos cuidaron. Defensoras de los bosques y tierras. Quienes buscan desesperadas a sus hijas y familiares, quienes lloran su ausencia. Conocimos la herida abierta de este país en guerra y desde entonces con ellas estamos.

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Con la represión recién marcada en el alma y después de varias semanas sin dormir por pesadillas recurrentes, recibí la llamada de una mujer admirable, una mujer con una larga historia de lucha. Sé que es difícil de pensar, dijo Raquel, pero tienen que saber que la intensidad y el tamaño de la represión no es casual, es proporcional a nuestra fuerza, de ese tamaño les ven y por eso atacan con potencia. Silencio. Sus palabras se me colaron al cuerpo y por fin pudo salir el llanto. Desde entonces aquella tranquilidad me acompaña, no para descansar, sino para seguir trabajando.

A los momentos de agitación, cuando son verdaderos, les sigue el reforzamiento autoritario pero la historia es más larga que su furia y nuestra experiencia hoy es un poco más sabia que entonces. Ahora conocemos a muchas y nos conocemos con ellas. Ahora no tenemos prisa, aunque sí urgencia. Es una emergencia. Estamos en guerra y quien no lo crea que revise las cifras de desapariciones, muertes, asesinato de periodistas y feminicidios. Estamos en guerra pero por fin, no estamos solas. A quienes prefieran pensar en lo inmediato, a quienes se ajustan en la comodidad de la desesperanza les deseamos suerte para sobrevivir a la tormenta.

Hace unos días Lesvy Berlín Rivera Osorio fue hallada sin vida en Ciudad Universitaria. Al día siguiente su madre se unió a una movilización convocada en su apoyo. Qué fuerza. Qué sabiduría, pero sobre todo, qué infinita generosidad. La madre de Lesvy tomó el micrófono y esta fue su palabra:

“Yo les pido por favor que no cesen en las formas en que puedan manifestarse, no solo por la cuestión de nuestra hija, sino con todas las personas que ahorita no tienen voz y que si hay oportunidad de que se puedan crear este tipo de espacios lo hagamos. Van pasando movimientos y parece que el Estado piensa que son como momentos. #YoSoy132, en el caso ahorita de los compañeros de Ayotzinapa. Y resulta que no, resulta que ahí estamos. Que está Atenco. Que están ahorita todas las autoridades independientes indígenas que están por todos lados los gobiernos autónomos. Entonces yo creo que eso es un ejemplo, y que ustedes y cada uno de ustedes son un ejemplo vivo de lo que era mi hija también.

Y veo sus caras, veo mucha esperanza y veo que mi hija tenía una misión muy grande y que ahora estoy empezando a entenderla.”

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Y sí. Estamos para quienes saben y quieren vernos, para quienes no, nunca estuvimos. Gracias a todas por ese verano de esperanza y una vida de digna rabia. Gracias a quienes compartimos ese inicio aunque no sabemos en qué va a terminar. Gracias por ayudarnos a descomponer las preguntas, por enseñarnos a dudar. Nuestras diferencias siguen siendo muchas, probablemente más que entonces, pero ahora entendemos la fuerza de aprender a escuchar. A esa familia, a quienes compartimos la política del amor y la dimensión estratégica de la dispersión, quienes regalaron su trabajo, sueños, alegrías y miedos, a todas nuestras maestras gracias. Aquí estamos.

Texto publicado originalmente en NoFm-Radio

@favulas

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