El proceso de transición energética hacia energías renovables es un debate urgente. Ciertamente el uso de combustibles fósiles no va más pero, ¿basta con el cambio de extracción hacia otras fuentes si se mantiene el mismo modelo? Desde el año 1997, la empresa estadounidense Livent extrae litio en el Salar del Hombre Muerto, ubicado en el norte argentino. La comunidad que habita ese territorio sólo registra el deterioro y la pérdida de biodiversidad de este sensible humedal de altura.
Alfredo Morales y Román Guitián pertenecen a la comunidad atacameña del altiplano en el departamento de Antofagasta de la Sierra de Catamarca. Un amplio territorio ubicado al norte de la Argentina que es habitado por más de 1800 personas. Allí, precisamente en lo que se conoce como el Salar del Hombre Muerto, se conformó la puerta de entrada para la extracción de litio, un metal liviano que ha cobrado mucha relevancia durante los últimos años por su utilización en diversos tipos de baterías de dispositivos electrónicos para uso cotidiano, como computadoras, tablets y celulares. También se proyecta como un elemento estratégico para la fabricación de autos eléctricos y nuevas tecnologías.
Este salar, ubicado a 4000 metros de altura sobre el nivel del mar, fue nombrado por el bisabuelo del cacique Román Guitián tras encontrar restos óseos en aquella zona. No se trata de un territorio deshabitado a la espera de ser descubierto: sus habitantes descienden de los pueblos Atacama y encarnan su historia en el presente. Hoy, el silencio de la puna fue reemplazado por el ruido de las máquinas y camionetas que recorren el territorio con mucha minuciosidad en busca del mineral preciado. Recuerda Román que, antes de la llegada de la minería, “la vida era más sana”. Y reflexiona: “Hoy en día no podemos vivir como antes porque nos quedamos sin agua, no podemos circular libremente y se mueren nuestros animales. Antes de que venga esta empresa nosotros vivíamos sin ningún problema, ahora todos nos contaminamos”, suspira.
Cuenta Alfredo que, durante mucho tiempo, ese territorio fue habitado únicamente por su comunidad: “Por muchos años vivimos en el límite del país preservando su patria, y ahora que les interesa lo que hay nos quieren sacar”. Y es que en la zona de la cordillera y los salares andinos eso que llaman “patria” es más complejo de limitar. Allí, la puna argentina constituye un territorio más amplio junto a parte de los países de Chile y Bolivia que fue conocido, durante los últimos años, como el triángulo del litio. Una zona codiciada por las grandes corporaciones transnacionales ya que posee más del 65% de las reservas de litio de todo el mundo concentrada en tres países.
Este mineral es presentado como la salvación ante la crisis climática provocada por la quema de combustibles fósiles y sus evidentes consecuencias. A su vez, por su condición de recurso no renovable, el petróleo está perdiendo el lugar de privilegio que ocupó durante el siglo XX. Ciertamente el litio podría ser reciclado y recuperado de las baterías que ya se encuentran en circulación y por eso se presenta como renovable en el marco del proceso de transición energética. Sin embargo, al momento, se extrae únicamente de yacimientos de vetas o por la evaporación de los depósitos de salmueras y se desconocen procesos de reutilización en gran escala.
La transición energética es un proceso que consiste en cambiar la matriz energética actual (basada principalmente en combustibles fósiles) hacia un sistema diversificado de fuentes renovables. De esa manera, busca evitar que la temperatura del planeta aumente y que los efectos de la crisis climática se agraven aún más. Pero no basta con esa definición, ya que es necesario impulsar la transición justa e integral, es decir, una transformación energética que contemple en la toma de decisiones las particularidades territoriales, socioeconómicas, de géneros, entre otras. En definitiva, que considere la justicia social y ambiental.
Aunque el litio se presenta como un elemento clave para las “energías limpias”, ocupando un lugar central en discursos y proyectos, el modelo de extracción actual implica un sobreconsumo de fuentes de agua, el uso de químicos contaminantes y el desplazamiento de las comunidades . ¿Es posible salvar al planeta del cambio climático por la mera transición de una matriz energética a otra? ¿La extracción y usos de este “nuevo” mineral contempla los errores del saliente modelo hidrocarburífero?
¿La transición energética implica necesariamente el sacrificio de territorios?
Catamarca minera
Durante los últimos 15 años, la provincia de Catamarca ubicada en el noroeste Argentino, ocupa un lugar central en el mapa minero global. Allí opera el proyecto más antiguo de extracción de litio del país a cargo de la empresa Livent (ex FMC-Minera del Altiplano). En 2018, la empresa presentó un Informe de Impacto Ambiental para la expansión del Proyecto “Fénix” con el objetivo de proveerse de las aguas subterráneas pertenecientes a la subcuenca del río Los Patos en la zona de Antofagasta.
A pesar del cambio de nombre, esta empresa realiza extracciones desde 1997 en el Salar del Hombre Muerto de forma que, lejos de ser una novedad, arrastra múltiples impactos sobre el territorio y las comunidades que allí se encuentran. Sin embargo, desde 2016 este modelo avanzó de manera desproporcionada: “La fiebre del litio”, en palabras de la bióloga Patricia Marconi, integrante de la Fundación Yuchan y del Grupo de Conservación de Flamencos Altoandinos. En 2021, la automotriz alemana BMW acordó con Livent y anunció su inversión por 338 millones de dólares con una fuerte concentración en esta zona.
Esta “fiebre del litio” no es azarosa, se relaciona directamente con el proceso de eliminación de uno de los impuestos a las exportaciones en febrero de 2016 durante el gobierno de Mauricio Macri. Allí la Argentina fue posicionada positivamente por las empresas extranjeras. Al año siguiente, el Ministerio Nacional de Energía y Minería contabilizó en su informe al menos “42 proyectos en depósitos de salmuera (salares) y cinco más en depósitos de pegmatita (rocas)”, como sostiene la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) en su investigación. Desde entonces, tanto el Gobierno nacional como las gobernaciones provinciales y locales acompañan con políticas públicas al despliegue de proyectos mineros internacionales en el país.
“En ese momento (2016) detectamos más de una docena de prospecciones de litio en Catamarca”, recuerda la bióloga Marconi en el marco del “Contra Seminario del Litio”, que nació en respuesta a la cumbre realizada por funcionarios y empresas de la región en torno al denominado “oro blanco” en la Ciudad de Catamarca. Y sostiene: “A su vez, algunos de los proyectos que estaban parados, como el de Galaxy Lithium (Sal de Vida), comenzaron a reactivarse en una etapa de exploración. Todo esto avanzó muy rápidamente, las comunidades locales nos avisaban de la llegada de nuevas camionetas todo el tiempo”.
En la actualidad, explica Marconi, en el altiplano de Catamarca se relevaron al menos 36 proyectos mineros de los cuales 20 son de litio y dónde sólo tres se encuentran en etapa de prospección. Es decir que la mayoría ya están en las etapas siguientes, ya sea de exploración o explotación. La prospección, sostiene la investigadora, es una primera fase de investigación “casi oculta” porque “el único requisito administrativo a nivel legal es que un grupo de geólogos realice estudios técnicos en terreno y de sísmica, se llevan las muestras al laboratorio donde llenan un formulario de prospección para acreditar la propiedad de ese catastro minero”. Allí no existen estudios de impacto sobre la biodiversidad y mucho menos instancias consultivas con las comunidades afectadas.
Actualmente, la prospección la hace el Ministerio de Minería de la Provincia de Catamarca sin intervención de otro ministerio nacional y, para Marconi, funciona como incentivo para convocar a las empresas privadas.
Salares andinos: oasis de vida
Los salares andinos son verdaderos vestigios de antiguos lagos (paleolagos) que existieron hace miles de años en la zona, de forma que son bienes comunes irrecuperables del pasado. Pero no sólo eso, también son presente y continuidad para la vida. Explica la bióloga Marconi que es necesario entender a los salares como humedales de altura que conservan el agua tanto en la parte superficial como en la subterránea, siendo que el 98% del agua del altiplano se conserva de esa forma. Los salares son verdaderos oasis de vida para la biodiversidad de la puna allí se desarrollan y conviven diversas especies de flamencos, truchas, patos, vicuñas, entre otras. Hoy todas están en peligro.
“Sin agua no hay vida”, dice una y otra vez el cacique Guitián. Y no se cansa de repetirlo. Durante los últimos años denuncia junto a su comunidad la muerte de animales tanto domésticos como silvestres, el cambio negativo en la vegetación y el paisaje, los impactos de la sequía y del ruido de las máquinas en la biodiversidad de la puna atacameña. De continuar los proyectos e inversiones presentadas, los humedales andinos podrían desaparecer. “Estamos reclamando cosas reales que afectan a la vida,-explica Guitián- la vega de Trapiche donde comenzó todo se secó porque le sacaron el agua y ahora se está secando el dique”.
En su informe, FARN asegura que, ante la desecación de la vega Trapiche, la propuesta fue realizar una desviación del río Los Patos. De continuar con el proyecto el resultado será el mismo. El cacique se encomienda a Dios y a la Pachamama, “que no lo hagan porque va a morir todo el río. Son más de 100 kilómetros, ahí yo viví toda mi vida, al igual que mis hijos, ahora mis nietos y si nos sacan el agua de aquí, ¿de qué vamos a vivir después?”.
“La minería de litio es secante” -explica Marconi- “y se lleva cantidades extraordinarias de agua”. Cuando comiencen a extraer la cantidad de agua dulce que declararon se supone que utilizarán en 14 días lo que la población de Antofagasta de la Sierra consume en un año. Esto es, sostiene la investigadora, de acuerdo a lo que ellos mismos declaran en el estudio de impacto ambiental. Informes densos y complejos que requieren de mucho entrenamiento para obtener la información precisa en torno a cuáles serán sus procedimientos.
¿Transición para quién?
Si bien Livent lleva más de 25 años en el territorio, en la comunidad no existen beneficios: “Lo que dicen es que van a generar muchos recursos y trabajo pero sólo vemos el deterioro”, explica Guitián. En un territorio desprovisto del acceso a derechos básicos como la salud, la educación y el trabajo, sostiene su compañero Alfredo, que la única política del estado municipal, en articulación con la empresa minera, es el otorgamiento de “becas” económicas para las y los más jóvenes de la comunidad. Sin embargo, denuncia que, lejos de otorgar más educación y trabajo, “compran el silencio”. Pero para la comunidad atacameña, el único silencio bueno es el del altiplano.
“Lo que dicen es que van a generar muchos recursos y trabajo pero sólo vemos el deterioro”
Román Guitián, cacique comunidad atacameña Antofagasta de la Sierra
Denuncian en ese sentido la criminalización y la falta de instancias consultivas. “Tenemos una ley y está aprobada en la Constitución Nacional desde 1994”, explica Guitián, refiriéndose al derecho a la consulta libre, previa e informada, estipulado por el Convenio 169 de la OIT. El pedido es simple: “Queremos ver por qué van, a qué van y qué es lo van a hacer en nuestro territorio”, agrega Morales.
Pero exigir este derecho en Catamarca tiene su costo, quienes preguntan o se oponen a los proyectos mineros son amenazados. Morales denuncia que, desde el año 2016, la violencia escaló: “Vinieron a pegarnos y nos armaron una causa diciendo que estamos contra el personal policial cuando la violencia fue al revés”. Allí fueron violentadas adultas mayores, entre ellas, su madre de 75 años: “A ella y a mi hermana las arrastraron por el piso, nos pegaron, nos llevaron atados de pies y manos hasta el departamento de Belén (ubicado a 360 km). Nosotros somos personas muy respetuosas, si se lo pedían hubiera ido no era necesario que la golpeen”, lamenta Alfredo.
Explica Guitián que, ante esta situación, la comunidad inició un proceso legal: “Hicimos un recurso de amparo, que llegó al Gobierno de la Nación, luego iniciamos una medida cautelar, pero tampoco nos responden como si las leyes no existieran”.
Ante el silencio gubernamental las comunidades avanzan con diálogos y construcción de redes, y frente al Seminario Regional del Litio, explica Guitián, “vamos a hacer lo mismo que ellos hacen, nos vamos a juntar con comunidades de otras provincias y países”.
Mientras los funcionarios y empresarios brindan por las inversiones millonarias que deja el litio y hablan de transición energética, las voces de las comunidades locales incomodan: “¿Quiénes van a tener esos vehículos de alta gama? ¿Para quién está pensada la transición?” se pregunta el cacique y rápidamente responde: “Para los que tienen plata. Nosotros no tenemos esa plata por eso no les importa nuestra voz”.
Camila Parodi
Camila es antropóloga y periodista feminista del medio @Marchaorgar junto a sus compañerxs hacen coberturas periodísticas de los procesos populares de América Latina y el Caribe. Es del conurbano bonaerense pero recientemente se mudó a la provincia de Catamarca, Argentina. Durante diez años en el oficio, ha entrevistado a movimientos populares, campesinos y Defensoras de los territorios y los Derechos Humanos como Berta Cáceres, Francia Márquez, Lolita Chávez, Miriam Miranda, entre otras y compiló sus historias en el proyecto periodístico «Defensoras. La vida en el centro» realizado por Marcha, @Biodiversidadla y @chirimboteed. Le interesa cruzar las experiencias del periodismo popular con la práctica etnográfica para visibilizar las voces de los territorios y, también, como excusa para seguir conociendo y viajando por el continente.
Publicado originalmente en Climatetracker.org