Los pueblos y comunidades indígenas y campesinas de la frontera mexicana recibieron con los brazos abiertos en la década de los 80 a miles de indígenas guatemaltecos que huían de la persecución militar y de un gobierno opresor. El sufrimiento de miles de mujeres, niños y ancianos no pueden dejar de conmocionar los corazones y las conciencias adormecidas.
Durante años compartí en sus campamentos los sueños por regresar a reconstruir sus vidas en sus tierras sin violencia. Dejé ahí muchos amigos, amigas, compadres y el cariño de la gente que con el corazón abierto a la hospitalidad compartí un cafecito o un plato de sopa. Cuando iniciaron su regreso a su país llenos de miedo, pero también de incertidumbre y esperanza, me trasladé a Chiapas, en la otra frontera con Guatemala. Los indígenas de la región se habían levantado en armas para defender los derechos humanos que durante cientos de años les han negado.
El gobierno desató una violencia tremenda contra los pueblos indígenas por osar exigir democracia, vivienda, trabajo, salud, educación y otras condiciones de vida digna. La masacre de Acteal donde se asesinaron a niños, mujeres y ancianos, así como la masacre de El Bosque y tanta violencia en otros municipios de la entidad nos hicieron reaccionar para ayudar a detener esta violencia.
El gobierno había firmado el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, y las grandes corporaciones necesitaban la apropiación de grandes territorios de comunidades, pueblos indígenas y campesinos para hacer sus negocios, para extraer la plata, el oro, el petróleo, el gas, el material genético de la Selva Lacandona, la energía eléctrica por medio de grandes represas hidroeléctricas, entre otros mega proyectos. Pero para ello, tendrían que desalojar a la gente de sus tierras y la violencia se desató con mayor fuerza. Iniciamos facilitando talleres de análisis en las comunidades para tomar conciencia de la situación; pero luego vimos la necesidad de sumarnos a las resistencias activas. Con otras organizaciones campesinas, indígenas y sociales. Conformamos las redes nacionales y latinoamericanas contra las represas, la minería, las plantaciones de palma de aceite, y contra el cambio climático acelerado por estos y más mega proyectos. La represión y la violación a los derechos humanos crecieron, porque creció la conciencia y la movilización social que busca justicia y un mundo donde quepamos todos los mundos. Por eso construimos nuestra organización que se llama Otros Mundos A.C. en Chiapas, y luego nos sumamos a la Federación de Amigos de la Tierra Internacional para construir juntos el mismo sueño que se hace realidad día a día con nuestras acciones.
Además de talleres, publicaciones y análisis, materiales de educación popular, los movimientos por la defensa de la tierra y el territorio, nos dimos cuenta que algo faltaba. ¿Qué sí queríamos? Y construimos el concepto de «Alter Natos», para buscar alternativas a este sistema y al supuesto «desarrollo» que nos venden pero que genera más pobreza, desempleo, migración, cambio climático y otras injusticias. Nuestro programa de agroecología y la lucha por la soberanía alimentaria lo compartimos con muchas familias, comunidades y organizaciones. Además de un proyecto de bioconstrucción hecha con bambú, con baños secos, autosuficiente en la gestión de agua de lluvia, con el menor uso de cemento y madera, para sostenersalones de encuentros, reuniones y albergue para las formaciones.
Con todo esto hemos aprendido algo importante: más vale prevenir que lamentar. Por ello priorizamos la estrategia preventiva en la resistencia y al mismo tempo buscar alternativas a este sistema, aunque en esta búsqueda no todos sobrevivan porque el sistema no quiere que le dejemos de servir y consumir. Y eso le sucedió a Berta Cáceres, nos dispararon para evitar las resistencias, y ella no sobrevivió, pero renació en el corazón y la fuerza de resistencia entre las mujeres y los movimientos sociales. Sus palabras no siguen revoloteando las conciencias: «Despertemos Humanidad, ya no hay tiempo». Y así como tantas otras mujeres y hombres que se les ha arrebatado la vida por la defensa de los derechos humanos y el medio ambiente en beneficio de toda la humanidad, los vientos siguen dispersando sus semilla para darnos sus frutos, sus alientos siguen inspirando los corazones de la resistencia.
Foto 1: Gustavo Castro Soto (Crédito: Amigos de la Tierra España)
Foto 2: Construcción de una cisterna de captación de agua de lluvia en Chenalhó, Chiapas (Crédito: Otros Mundos A.C.)
Artículo publicado por Amigos de la Tierra España el 4 de octubre 2018. Forma parte de la serie Sinfonía por el cambio que reúne las experiencias en primera persona de activistas que desde enfoques y posiciones diferentes desarrollan su labor asociativa, profesional o artística para favorecer la transición hacia una sociedad donde las personas y el planeta están en el centro de las políticas.