Por la guerra que inició en Siria hace cinco años, hoy sufren unos 8.4 millones de niños los efectos del conflicto, indicó el Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef) en un estudio.

De ese número, 3.7 millones, en relación con uno de cada tres, no conocen otra realidad que no sea la guerra o el tener que huir de sus hogares, pues nacieron en el año en que ésta inició (2011).

Las vidas de esos millones de menores están marcadas por el miedo, el hambre, la violencia y la expulsión. Tan sólo dos millones de ellos reciben ayuda humanitaria de forma irregular y por lo menos 200 mil viven en zonas sometidas al asedio.

«No podemos recuperar los valiosos años de la infancia robados por esta brutal guerra, pero podemos y debemos evitar que se les robe también el futuro», afirmó en el texto el director ejecutivo de Unicef, Anthony Lake.

«Ningún lugar es seguro para los niños en Siria. La violencia se ha convertido en algo común, golpeando las casas familiares, los patios de recreo, las escuelas, los parques y los lugares de oración», denuncia Unicef en su informe.

Aproximadamente se registraron casi mil 500 casos de violaciones graves como mutilaciones o asesinatos por el uso de explosivos contra niños el año pasado. Además, muchos de los infantes son utilizados como soldados, incluso desde los siete años.

«En esta continua guerra los niños luchan en una guerra de adultos», señaló el director regional de Unicef para Oriente Medio y el Norte de África, Peter Salama. «Los niños siguen abandonando la escuela y son obligados a trabajar mientras las niñas son casadas de forma prematura», resaltó.

A la inseguridad por la violencia, se suman la falta de alimentación, educación y servicios médicos. Para los niños refugiados, de los cuales 150 mil fueron registrados con dicho estado desde el nacimiento, la vida también peligra por las nuevas medidas fronterizas de los países que conforman la ruta balcánica, que es la principal utilizada por los sirios, afganos, entre otros.

Foto: UNICEF

Con información de agencias