En esta nota, el autor de las cartillas “Suelos, aguas y semillas. Un acercamiento a la producción agroecológica de alimentos” retoma esos textos para reflexionar sobre los vínculos entre la Soberanía Alimentaria y la Agroecología, es decir, entre el horizonte político y el camino hacia un sistema alimentario diverso y una sociedad más justa.
Las cartillas “Suelos, aguas y semillas. Un acercamiento a la producción agroecológica de alimentos” tienen un objetivo muy concreto: acercar algunas palabras, ideas, prácticas y principios a quienes inician su camino en la producción agroecológica de alimentos.
Quienes participamos en espacios de defensa de la vida y las culturas campesinas e indígenas, muchas veces decimos “NO”: no a los agrotóxicos, no a los monocultivos, a los desmontes, a la contaminación, a los alimentos que enferman, etc. Estas cartillas son un ejemplo de decir “SÍ” a las propuestas de transformación necesarias. Éstas van de la mano de las luchas de los pueblos organizados del mundo, sobre todo de Nuestra América, y se articulan en torno a dos conceptos claves: Soberanía Alimentaria y Agroecología.
Es importante, como explica La Vía Campesina, entender el vínculo entre estos dos paradigmas. El objetivo político estratégico, de transformación histórica, es la Soberanía Alimentaria. Y, para esto, la Agroecología es una herramienta clave. Es importante entender que este vínculo integral ya está fuertemente articulado en muchos territorios y es muy sólido. Perder esto de vista puede llevar a conceptos débiles y errados: la Soberanía Alimentaria sin Agroecología es un discurso vacío. Y la Agroecología sin Soberanía Alimentaria es un mero conjunto de tecnicismos. En otras palabras, los dos paradigmas son en realidad uno sólo: la Agroecología para la Soberanía Alimentaria.
Producir alimentos diversos, sin venenos y sin patrón
Producir alimentos sin venenos, con la fuerza de nuestro trabajo, para nuestras familias, amistades y poblaciones cercanas es la actividad cotidiana de muchísimas personas y comunidades. Necesitamos que se sumen más personas a esta tarea. Esto, de distintas formas, en distintas escalas, es algo que sucede en muchos territorios. A las comunidades campesinas e indígenas cada tanto se acerca alguien que se siente expulsadx de las ciudades. Quizás es alguien con historia de vida en territorios rurales, quizás no. También vemos cómo en territorios urbanos y periurbanos, en escuelas y salas de atención de la salud, en terrenos públicos o en parques, hay personas que se deciden y empiezan a generar la novedad: producir alimentos donde antes no se hacía.
Hay una dimensión fundamental en esto: el encuentro humano. Es una buenísima noticia cómo se han multiplicado en los últimos años la cantidad y calidad de los encuentros de intercambio de semillas, de alimentos, de saberes, de ideas, de investigaciones vinculadas a algo tan cotidiano y diverso, algo tan personal y tan político: producir alimentos sanos.
¿Cómo accedemos a los medios de producción?
Para quienes están decididxs a producir y saben hacerlo, acceder a la tierra muchas veces es muy difícil. Las “patas” de la producción son varias, y son todas importantes: tierra, agua, herramientas, saber hacer y, para los casos en los que venderemos excedentes, espacios de comercialización justos. Para esto son importantes las políticas públicas y, sobre todo, las luchas organizadas de los movimientos sociales. En nuestra opinión, hay mucho para aprender de quienes se han organizado en este sentido (productorxs y consumidorxs), con el objetivo de lograr y sostener los medios de producción en manos de quienes producen alimentos sanos. El consumo organizado puede facilitar mucho la producción, asegurando mercados y apoyando a las personas que producen a que logren acceder a los medios de producción.
En las cartillas, además de ver aspectos específicos, técnicos en algunos casos, vemos algunos conceptos políticos vinculados a la desigualdad en el acceso a la tierra, el agua y las semillas para producir. Estas limitaciones tienen que ver con la mercantilización, que hace que los medios de producción sean limitados y cada vez más caros. En algunos casos, las empresas capitalistas concentradas, por medio del acaparamiento, planifican la escasez, en territorios que tienen más que suficientes bienes comunes para garantizar el acceso para todxs. Claramente, la producción de alimentos sanos está en riesgo y defenderla es un desafío político importante.
¿Cómo se revaloriza el trabajo de producción de alimentos?
Dentro de las muchas tareas culturales que afrontamos, una clave es aportar a devolverle el valor social a la producción de alimentos. Las sociedades actuales muchas veces valoran, en términos exitistas de prestigio y de ganancia económica, a muchos trabajos de profesionales, especialistas y oficios, a la vez que desprecian a quienes producen los alimentos que consumen. Hay una tarea, de divulgación y educación cultural, vinculada a difundir la realidad concreta, las dificultades y las potencialidades de quienes producen los alimentos. Un espacio para esto son los ámbitos educativos: producir en las escuelas, cocinar, visitar cultivos agroecológicos, hacer experiencias vivenciales. Todo esto puede hacer que muchos niños y niñas tengan experiencias que les permitan dimensionar el esfuerzo y el orgullo de producir parte de lo que consumen.
Producir un poco de lo que comemos es una forma muy directa de entender todo el esfuerzo, tiempo y riesgos que implica producir alimentos. Quienes se dedican a esto, aunque sea un poco, pueden comprender con más facilidad la complejidad de la realidad de los territorios rurales y productivos.
Hacer y proyectar futuros posibles
Decía José Martí que “hacer es la mejor manera de decir”. En la escucha de las acciones y luchas de los pueblos, están las claves para la discusión del futuro.
La política es gestión de conflictos y proyección de futuro. En lo alimentario, vemos muchos conflictos abiertos: por los precios, por la calidad, por la disponibilidad en territorios alejados de los centros urbanos, etc. Además vemos, de la mano de los paradigmas de la Agroecología y la Soberanía Alimentaria, muchas propuestas transformadoras, concretas y diversas, que prefiguran un futuro más justo, articuladas en torno a las luchas por el acceso a la tierra y el agua para producir y en defensa de las semillas.
Plantear estos temas en clave política hace que veamos la dimensión colectiva. Cuando los esfuerzos individuales o familiares toman dimensión comunitaria y masiva, se puede ver la potencia de la coherencia entre el decir, el hacer, el pensar y planificar el futuro. Así lo entendía Paulo Freire, que invitaba a pensar desde los sueños y la esperanza, desde donde los pies pisan, con perspectiva histórica y transformadora. Es importante sostener los esfuerzos en lo práctico, a la vez que se toman en cuenta las dimensiones histórica y territorial de las disputas por el acceso a los medios de producción. Y, además, pensando en las distintas formas de construcción de poder, en el sentido de aumentar la claridad de las propuestas y la potencia de transformación de las mismas.
La dimensión tecnológica
Los aspectos tecnológicos son importantes. Desde nuestra perspectiva, es muchísimo lo que se ha avanzado en ese plano, por lo que no vemos limitaciones a las producciones desde la dimensión técnica. Afirmamos, sin miedo a errarle, que en cada territorio, en cada tipo de clima, en cada altura; sea en zonas áridas, periurbanas o muchas otras, hay experiencias, semillas y prácticas que relatan una historia productiva sobre la que cada persona que se sume a cultivar puede abrevar, acercarse a escuchar y aprender: esa ha sido la tarea silenciosa, cotidiana, humilde y poderosa de las muchas generaciones de comunidades campesinas, indígenas y criollas, a lo largo y ancho de nuestro continente.
Como explicamos en las cartillas, muchas veces vemos que quienes lo intentan fallan en algunas cuestiones básicas. La clave es preguntar a personas con experiencia. También a profesionales, pero sobre todo a colegas de la producción, del mismo territorio en el que vamos a cultivar, o de territorios similares en suelos, climas, cultivos e historia productiva. Qué sembrar y cómo son preguntas abiertas, para las que trabajaremos buscando la diversidad. La experimentación con cultivos nuevos puede servir más si se experimenta colectivamente, si se comparten las experiencias, las observaciones y los errores. La clave está en los intentos, en probar muchas cosas. Adaptarse a nuestras condiciones, que pueden tener limitaciones como poca tierra, escasa agua, suelos degradados o poco tiempo. Con un plan y con objetivos claros, al mismo tiempo que producimos vamos a ir encontrando oportunidades de experimentar, aprender y proyectarnos.
La propuesta del sistema capitalista es el éxito individual, la competencia y el aislamiento. Contra esto luchamos. Y desde la alimentación, en sentido amplio, tenemos muchísimas oportunidades de desarrollo personal y colectivo. La alimentación en general, los espacios productivos, de comercialización y de intercambio, son espacios de encuentro, enseñanza y aprendizaje, sobre los temas más diversos. También puede ser una forma de encuentro el ayudar a alguien que está produciendo, acercarse y observar los ciclos de sus cultivos, las técnicas de riego, poda, siembra, labranza, etc. En ese camino podemos, además, encontrar otros espacios en los sistemas alimentarios: la comercialización, la cocina, la docencia, la investigación, etc.
La diversidad y complejidad
En las cartillas establecemos que ni los aspectos tecnológicos ni los políticos se resuelven con planteos simples ni lineales. Necesitamos, sí, tener ideas claras y principios fuertes. Y también necesitamos pensarnos en relación con otras personas, otras ideas, otras prácticas, otros territorios y otros momentos históricos. La diversidad es el valor y la condición de la vida. También de la alimentación y de la cultura. Las AgriCulturas tienen esto muy claro. Volvemos a lo que ya planteamos: la dimensión del conocimiento, de la experimentación, del aprendizaje y la enseñanza son fundamentales. Es importante tanto la diversidad de la naturaleza (biodiversidad), como la diversidad agrícola y cultural.
Dentro de las Agroecologías también hay muchas propuestas diversas y, en muchos casos, complementarias: las agriculturas campesinas indígenas, la agricultura biodinámica, la permacultura, la producción biointensiva, las agriculturas regenerativas, etc.
La necesidad de masificación
Los agronegocios crecen no por tener propuestas más eficientes, sino por detentar impunidad regulatoria y subsidios continuados (en investigación, en créditos, en forma de subsidios directos ante emergencias, en exenciones impositivas, etc.). Parte de nuestras luchas es cuestionar esta producción, generadora de desigualdad, que fortalece económica y políticamente a los poderes más concentrados.
Del lado de la Agroecología y la Soberanía Alimentaria, después de décadas de luchas, aprendizajes y desarrollo de propuestas prefigurativas, estamos en condiciones de afirmar que necesitamos el apoyo concreto del Estado y la sociedad, de manera integral, continua y suficiente, para avanzar en procesos de masificación. Esto es, llevar a escalas más grandes, en términos sociales, a las producciones, y aumentar el control de los territorios por parte de las comunidades. Podemos afirmar, basándonos en la experiencia, que cuando esto sucede se avanza muy rápidamente en términos de acceso al derecho a la alimentación, la eliminación de problemas ambientales y sanitarios vinculados a la exposición a agrotóxicos, el uso eficiente de las aguas, la defensa de bosques y humedales y la mejora de las condiciones laborales, entre otros.
Vivimos momentos en los que la alimentación moviliza las energías de la sociedad. Los procesos de enseñanza, aprendizaje, experimentación y observación tienen que ser amplificadores, masificadores. Deben ser, además, procesos sólidos, ágiles y sensibles a la diversidad de situaciones y problemáticas. Para esto es fundamental las voces de los colectivos organizados. La política pública puede ser amplificadora, y sin dudas tiene que estar en lo regulatorio, en la promoción y la difusión. Pero, en nuestra opinión, el centro fundamental está en las voces colectivas del pueblo organizado. Esto es una condición indispensable para pensar en transformaciones, como la Reforma Agraria integral.
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Esta nota es parte del proyecto “Agroecología: aportes, experiencias y sus amenazas», realizado con el apoyo de Fastenaktion.
Ilustración de María Chevalier para BiodiversidadLA.
Publicado originalmente en Biodiversidad América Latina