Agreden a defensora de mujeres en el Estado de México (Animal Político, 05/03/14)

Hace un año y medio, la señora Gabriela Sánchez López decidió convertir su casa, ubicada en Ecatepec, Estado de México, en un albergue temporal para mujeres víctimas de violencia intrafamiliar, refugio por el que han pasado decenas de madres que huyeron, con todo e hijos, de sus maridos golpeadores. “Es por amor –afirma ella, con humildad–, por compasión…” Pero con la satisfacción de ayudar al prójimo, de prestar los cuartos vacíos de su casa a otras mujeres necesitadas, de buscar junto con ellas la subsistencia colectiva, a la vida de la señora Gabriela llegó “una violencia que no sé cómo explicarme”, musita, y es que desde que emprendió este proyecto altruista, de la mano de su hija adolescente,  la señora Gabriela ha sido víctima de tres atentados, el más reciente ocurrido este lunes, 3 de marzo, cuando fue baleada a las puertas del albergue, por tres sujetos que la esperaban fuera.

Del ataque, ella salió ilesa, gracias a la reacción del policía municipal Felipe López, quien forma parte de la escolta que le fue asignada en 2012 –tras el primer atentado–; sin embargo, en el tiroteo, este agente resultó con una herida en el antebrazo derecho, “y apenas me acaban de informar –señaló la señora Gabriela, horas después del ataque– que la herida está infectada, y que corre el riesgo de sufrir una amputación.”

Los atacantes, además, lograron huir.

“En el albergue ahorita están refugiadas cinco mujeres con sus niños chiquitos, en total son 15 niños y niñas –explica Gabriela–, y en los primeros minutos de este lunes (3 de marzo) una de ellas recibió la noticia de que su papá acababa de fallecer, y partió hacia el velorio; yo quedé en acompañarla, así que le avisé telefónicamente al policía que estaba de guardia, fuera de la casa, él estaba en su auto particular, un Volkswagen Sedan, ya viejo, y cuando me acababa yo de subir en el asiento del copiloto, dos sujetos se acercaron al vehículo por la parte de enfrente, y uno más por la parte trasera… el policía sacó su pistola y los encañonó desde dentro del auto, y me gritó que corriera a la casa y que no volteara, yo corrí y sólo escuché la balacera”, que se prolongó por al menos dos minutos, ya que el agente persiguió a pie a los tres agresores, quienes, no obstante, lograron huir tras acertar una bala en el brazo del policía.

Horas después del ataque, la denuncia fue recabada tanto por la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México, como por la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas.

 La pistola, el cuchillo…

La señora Gabriela Sánchez López se asentó en el Estado de México en 2012. Venía huyendo de las amenazas que, en Jalisco, recibió por denunciar el ataque sexual del que había sido víctima su hija, a manos de un profesor de música (quien, inexplicablemente, fue beneficiado por la decisión de un juez calificador, que cambió el delito de violación por el de faltas a la moral, y obtuvo una pena menor).

Ya en Ecatepec, Gabriela y su hija se instalaron en una casa pequeña, en una colonia popular, y sin medios de subsistencia, comenzó a cortar el cabello a sus vecinas… “una cosa llevó a otra”, afirma.

Sus vecinas y otras mujeres encontraron en su hogar un punto de reunión, convivencia y apoyo mutuo. Pronto, la señora Gabriela dejó de ser la que les cortaba el cabello y se convirtió en su maestra voluntaria de estilismo, lo que convocó a su casa a más mujeres urgidas de un medio de subsistencia, muchas de las cuales eran víctimas de violencia doméstica.

A pesar de sufrir epilepsia, de no contar con ingresos regulares ni asistencia oficial de ningún tipo, Gabriela decidió ayudar aún más a esas mujeres, y sin planearlo, en poco tiempo los cuartos vacíos de su casa fueron ocupándose por madres que acudían a ella, luego de huir de sus propios hogares, o luego de que sus parejas las habían echado a la calle con todo e hijos.

Fue a mediados de 2012 que sufrió el primer atentado, cuando en las proximidades de su casa, un muchacho se plantó frente a ella y le apuntó con una pistola al rostro. “Le temblaba la mano al muchacho –narra–, yo estaba frente a un puesto ambulante, y luego de un segundo, el muchacho como que no tuvo el valor y se echó a correr, no fue un asalto, no nos quitó nada ni nos pidió que le entregáramos nada, iba directo a dispararme.”

Por estos hechos, las autoridades del Estado de México asignaron una guardia policial fuera de la casa-refugio, que tiene como encomienda acompañar a la señora Gabriela donde vaya, a pesar de lo cual, acusa, “nunca les dieron una patrulla, así que los agentes tenían que usar sus propios autos.”

Para septiembre de 2013, la señora Gabriela y las madres víctimas de violencia a las que daba cobijo, decidieron instalar un pequeño puesto de antojitos en la puerta del albergue, con el objetivo de hacerse de recursos para subsistir. Instalaron unas pequeñas mesas plegables a en dos paredes y adquirieron algunos enseres para preparar los alimentos.

Este negocio sólo funcionó 15 días, recuerda, porque el 3 de octubre del año pasado, sufrió el segundo atentado.

“Alguien tocó a la puerta y una de las mamás que están aquí refugiadas atendió –narra Gabriela–, era un señor con un fólder en las manos, cuando yo salí a la puerta para ver de qué se trataba, pensé que me iba a entregar algún documento. El señor me saludó, preguntó si yo era Gabriela Sánchez López, y cuando le respondí afirmativamente, sacó un cuchillo que tenía oculto debajo del fólder y me lo clavó en el abdomen… cuando yo sentí la cortada me fui encima de este sujeto, gritando, intenté sujetarlo, pero él corrió hacia un auto que estaba estacionado cerca, el auto estaba encendido, el atacante subió en el auto y huyeron, pero todo pasó tan rápido que este hombre tiró el folder que llevaba consigo, y cuando lo recogimos, nos dimos cuenta que dentro había documentos de la Procuraduría General de Justicia del Estado de México.”

–Para entonces, usted ya tenía una escolta asignada, ¿dónde estaba el policía que la custodiaba?

–Él me había pedido permiso para ir a comprar algo de comer, como que esperaron a que esto ocurriera.

Aunque de consideración, la herida de la señora Gabriela no requirió que se permaneciera hospitalizada, por lo que, al día siguiente, ella intentó montar nuevamente el puesto de comida, “debido a que aquí hace falta mucho de todo: comida, leche, pañales.” Sin embargo, los mismos clientes advirtieron a las mamás del albergue que, desde un auto, estaban siendo fotografiadas. Ese fue el último día del puesto de comida.

Cinco meses después, este 3 de marzo, vino el tercer ataque, del que dan cuenta los tres disparos en los cristales del auto en que se hallaban la señora Gabriela y su escolta cuando fueron sorprendidos.

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