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Actos cotidianos de resistencia de las trabajadoras (migrantes) del hogar en Arabia Saudita

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Foto: En esta foto del 11 de enero de 2013, un grupo de mujeres ceilandesas gritan eslóganes durante una manifestación en Colombo (Sri Lanka), condenando la ejecución de la trabajadora del hogar ceilandesa Rizana Nafeek en Arabia Saudita. Nafeek fue ejecutada por la muerte de un bebé saudita que quedó a su cuidado en 2005. (AP/Eranga Jayawardena)

Por: Kimaya de Silva

“En aquella casa no podía hablar con persona alguna. ¡No nos dejaban!”, dice Lasanthi (pseudónimo) en cingalés, el idioma más hablado en Sri Lanka. Lasanthi solía hablar por la ventana con otra trabajadora migrante, mientras hacía la colada para sus empleadores en Arabia Saudita. “Me vigilaban para ver con quién estaba hablando, porque no te dejan hablar con nadie y si lo haces te pegan”, cuenta.

A pesar de eso, Lasanthi siguió comunicándose en secreto con su vecina, que también era de Sri Lanka. “Le escribía una notita en un pedazo de papel que estrujaba y lanzaba por encima del muro hasta su casa. Y después ella me escribía otra nota y la lanzaba de vuelta sobre el tejado”.

“Nos preguntábamos la una a la otra: ¿cómo estás?, etc. No nos dejaban hablar normalmente, así que esta era la única forma”, dice Lasanthi. Es más, tenía que “esperar hasta que la señora se metiera en el cuarto de baño para lanzarle la nota a la vecina. De lo contrario siempre estaban vigilándome”.

Su relato ilustra una forma de control social y las restricciones que afrontan las mujeres migrantes de Sri Lanka que trabajan en el servicio doméstico en Oriente Medio, así como algunas de las formas cotidianas de resistencia utilizadas para superar estas barreras.

Lasanthi consiguió su primer trabajo en el extranjero en 1986, en Kuwait, a través de una amiga que también estaba trabajando en este minúsculo Estado del Golfo. La familia para la que trabajaba la trataba bien, y ella les cogió cariño. Cocinaba y cuidaba al niño que tenían, y se desplazó con ellos de Kuwait a Egipto y de allí a Estados Unidos.

En 1993, Lasanthi regresó a Sri Lanka para estar con sus hijos, a quienes había dejado al cuidado de su madre. Ellos le suplicaron que se quedara, y ella accedió. Cuando fueron mayores, a principios de los 2000, decidió volver a viajar al extranjero para trabajar.

Una vez más, una amiga la ayudó a encontrar trabajo. Pero esta vez fue con una familia en Arabia Saudita, donde se encontró con unas condiciones muy duras y unos empleadores estrictos y verbalmente abusivos.

Lasanthi me dijo que no la dejaban hablar con nadie fuera de la casa, ni salir de la casa sola, ni llamar por teléfono. No le daban suficiente comida. Había que limpiar y cocinar tanto que a veces no dormía más que dos horas.

Amistad y resistencia

Pero Lasanthi también describe cómo la amistad y los actos de resistencia cotidianos le permitieron sobrevivir a su contrato de dos años en Arabia Saudita.

Siempre trataba de hablar con la trabajadora del hogar de la casa de al lado. Cuando sus empleadores lo descubrieron, le dijeron que no lo hiciera. Pero ella persistió, mediante el uso de notas secretas.

Las dos mujeres siguieron compartiendo sus pensamientos y sentimientos sobre los acontecimientos cotidianos, y sus esperanzas y miedos de cara al futuro. Se apoyaban mutuamente en el plano emocional en un período en el que Lasanthi dice que no tenía a nadie más a quien confiarse.

Según datos de 2013 del Ministerio de Empleo en el Exterior de Sri Lanka, el 94% de las ciudadanas del país que trabajan en el extranjero son trabajadoras del hogar en Oriente Medio, a menudo ocupadas con el trabajo doméstico, que incluye cocinar, limpiar y cuidar de los niños y las personas mayores.

La mayoría de los trabajadores que emigran a países del Golfo lo hacen con arreglo al sistema de patrocinio o kafala, que vincula su residencia legal a su empleador. Qatar y Bahréin alegan haber abolido este sistema y otros países del Golfo dicen que han implementado algunas reformas. Pero en su mayoría sigue habiendo unos desequilibrios enormes en las estructuras de poder.

Los trabajadores suelen vivir con sus empleadores y pueden encontrarse también aislados en sus casas. En este sistema las mujeres migrantes dependen de sus empleadores en lo que respecta a su residencia, salario y acceso a servicios esenciales como la sanidad. Su trabajo, vida y medios de vida están inextricablemente ligados a ellos.

Este tipo de empleo interno ha sido descrito por las sociólogas Rhacel Parrenas y Eileen Boris como “trabajo íntimo”, que implica compartir la interacción y el espacio personal. Este tipo de trabajo es a menudo transnacional y suele ser precario, no regulado y no estructurado.

In/movilidad íntima

Las experiencias vividas por las trabajadoras del hogar en el extranjero dependen normalmente de la naturaleza de sus empleadores, con poco o ningún apoyo por parte de las agencias de empleo que les encuentran trabajo, o por parte de las instituciones públicas y la legislación.

Además del aislamiento y la vigilancia reforzados a los que se ve sometida la trabajadora, el trabajo precario e íntimo también puede obstruir sistemáticamente su movilidad.

La antropóloga Pardis Mahdavi acuñó el término “in/movilidad íntima” para reflejar y recalcar “las formas en que la vida íntima de los migrantes se impone o desafía su movilidad e inmovilidad mutuamente constitutivas”.

Por ejemplo, una mujer migrante puede optar por permanecer en un lugar en el que las condiciones de trabajo son hostiles (inmovilidad social/económica/física), para que ella y su familia puedan tener mejores oportunidades (movilidad socioeconómica).

Hay que recordar que una mujer migrante puede optar por una forma de inmovilidad (no necesariamente física) para crear otra oportunidad para sí misma u otras personas por las que se preocupa. Estas decisiones son indudablemente difíciles de tomar.

Las trabajadoras que se encuentran en espacios íntimos tienen que aprender a interpretar con atención la dinámica social y actuar con cautela en su lugar de trabajo, que puede ser peligroso. Su capacidad para hacerlo y para sobrevivir en este sistema es una forma importante de resistencia.

En la historia de Lasanthi observo un ciclo de in/movilidad: cómo utilizaba la comunicación secreta con otra trabajadora del hogar para generar movilidad para ella misma (en la forma de la compañía de una amiga) en el marco de una situación de vida y de trabajo que la obligaba a permanecer física y socialmente inmóvil a todos los niveles.

El vínculo entre las dos mujeres ayudó a Lasanthi a sobrellevar dos duros años en Arabia Saudita. Este tipo de actos cotidianos, creativos e ingeniosos plantean un reto importante para los discursos dominantes sobre poder y resistencia. Se trata de un ejercicio de voluntad de las mujeres a pesar de las serias limitaciones a las que se ven sujetas.

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