Abrazos para Marco Antonio

Colegas de Marco Antonio Cruz

Foto de portada: tomada del Facebook de Marco Antonio Cruz.

El 2 de abril del 2021, Viernes Santo, falleció sorpresivamente en la Ciudad de México el fotodocumentalista Marco Antonio Cruz, fundador de La Jornada y de la agencia fotográfica Imagenlatina, actual coordinador de fotografía de la revista Proceso, compañero de la fotógrafa Ángeles Torrejón y padre de Pablo y Emiliano.

De inmediato las redes sociales se empezaron a llenar de mensajes de despedida para Marco Antonio, quien le dedicó 42 de sus 63 años a la fotografía de prensa. Sus colegas del oficio, gente con la que trabajó el día a día durante más de cuatro décadas, historiadores y periodistas, destacaron no sólo su incuestionable talento, sino su solidaridad, compromiso, pasión y camaradería. Pocos como él, en todo.

Con el permiso de los y las autoras, y a manera de homenaje a uno de los mejores fotoreporteros de México, reproducimos aquí algunos de los abrazos de despedida.

Marcha convocada por el Frente Nacional contra la Represión, Ciudad de México, 1979. Foto: Marco Antonio Cruz.

Lo hemos perdido en el momento en el que más lo necesitamos: John Mraz 

Contar con fotografías. Se nos ha ido, pero algunas de sus condensaciones fotográficas en una fracción de segundo nos quedarán impregnadas para siempre en nuestras fototecas mentales. Los pies del Judas ahorcado cuelgan en un primer plano mientras las multitudes aglomeradas en Iztapalapa sirven de escenario para la celebración de la pasión de Jesucristo. En esa inolvidable mañana del 19 de septiembre de 1985 las ruinas de los edificios de Tlatelolco se acuestan de lado; detrás uno sigue en pie, pero ya solo un cascarón. Gente sube para rescatar a los sobrevivientes o baja para salvarse, parada sobre lo que podrían ser barcos hundiéndose en un mar de devastación. El presidente Miguel de la Madrid se sienta en una reunión de la Confederación Obrera Revolucionaria, con un trasfondo de propaganda de la dictadura perfecta. Marco Antonio Cruz la convirtió en una crítica al hacer que el relámpago del “DESEMPLEO” apuntara directamente al responsable: el presidente mismo. Dos mujeres emperifolladas salen de Bellas Artes y se confrontan con la pobreza de México en la persona de un organillero que les pide cooperar. Mientras una abre su bolsa, la otra registra en su cara el terror que tiene del mundo de sus paisanos que no disfrutan de los privilegios de ellas. Aunque Marco Antonio podía capturar esas realidades en un abrir y cerrar del diafragma, creo que su maestría se expresaba aún mejor al contar las historias que construía en sus fotorreportajes.

Su pequeño libro, Contra la pared, documentaba la práctica infrahumana de los fotoperiodistas al meterse en las delegaciones y forzar a los detenidos a posar con armas de fuego que les están condenando gráficamente antes de su juicio. Es un ejercicio de la metafotografía que lleva el famoso ensayo de Nacho López, Solo los humildes van al infierno, a otro nivel, porque demuestra cómo esos fotoperiodistas llevan a cabo un doble acto de victimización: primero, por el sistema que ha producido la pobreza social que resulta en la criminalidad; segundo, por las imágenes hechas dentro y para ese sistema.

Esa misma empatía la imprimió en sus fotos de los indígenas mam guatemaltecos que están forzados a migrar de sus pueblos para proporcionar la mano de obra estacional de cosechar café en Chiapas. Su libro Cafetaleros documenta su ruptura cultural, su desgarramiento, su estado de semiesclavitud, atrapados entre las rejas de los camiones que los transportan y las de los dormitorios en los cuales les encierren, y de los cuales ni sus vástagos podrían salvarse porque también están aprisionados en esa labor. La consciencia social altamente desarrollada de Marco Antonio Cruz saturaba sus historias y lo hemos perdido en el momento en el que más lo necesitamos.

Ejército Popular Sandinista en defensa de Nicaragua, 1985. Foto: Marco Antonio Cruz.

Marco A. Cruz, un fotógrafo que hizo arte y poesía del oficio: Adriana Malvido

Enorme ser humano y autor. Con él muere uno de los mejores foto periodistas de México. Lo abrazo hasta el infinito . Mi más fuerte abrazo para Ángeles .

“Gracias, hermano, maestro querido, por abrirme las puertas de tu alma”: Alberto del Castillo

Querido Marco:

Como un relámpago me enteré ayer a través de la llamada telefónica de un entrañable amigo común de tu absurda muerte repentina.

-Ahora si va a haber un pinche milagro, Raulito, no mames: tú, hablándome a mi casa en viernes santo, pues ¿que pasó, cabrón?

-Doctor….se nos murió Marco…

Mi cerebro comprendió de inmediato, como un golpe seco, el sentido de las tres palabras, pero todo mi ser se rebeló, esperando que se tratara de una mala broma del siempre travieso Raúl, o mejor aún, de una estúpida confusión de mi parte. Con el corazón temblando, me paré de inmediato del comedor de mi casa y me salí bruscamente al patio en busca de aire, de oxígeno, de cualquier cosa.

-De qué carajos estás hablando, cabrón: ¿ Cual Marco ?

-Marco Antonio Cruz, ya está confirmado…

-Nooooooooooooooooooo!!!

Hace apenas un mes tuve el inmenso gozo (una de las alegrías más grandes de mi vida ) de mostrarte nuestro libro en el cafecito de La Selva, a la vuelta de tu casa, en Acoxpa ( “No es la gran cosa este cafecito para esta enorme celebración”, me dijiste con tu voz grave, “pero tiene la virtud única de que está casi enfrente de mi casa” )

Celebramos pues, con sendos capuchinos, la hazaña de 8 años de travesía en el mismo barco, ardua y feliz tarea, realizada contra viento y marea, con el resultado final de un libro de 600 páginas ( “Ya lo pesé doc: 1 kilo 700 gramos”, me dijiste con tu tono burlón hace unos días ) que habla “solo” de tus primeros diez años como fotógrafo, de 1976 a 1986. ( “En serio: ¿ 600 páginas para hablar de los inicios de la obra de un fotógrafo ?” , me dijo asombrado hace un par de meses un colega también metido en estos temas . –“Es que no es cualquier fotógrafo, güey. Se trata ni más ni menos que de Marco Antonio Cruz”, le contesté )

Desde que me cayó el relámpago del trágico telefonazo me he convertido en un fantasma que deambula por los pasillos de la casa. Leo, pero no contesto, los cientos de recados que se acumulan en el fb y en los whats de colegas y amigos pienso obsesivamente en Miguel Hernández (“Voy de mi corazón a mis asuntos”) y vuelvo a ver una y otra vez tus maravillosas fotos, trozos geniales de la insólita realidad, digeridos y trazados por una forma única de ver el mundo. (Decía el viejo y querido Payán que obtienes tus prodigiosas imágenes con la agilidad y la precisión del lince, y que una vez que lo has hecho, “regresas a la mirada triste y melancólica, que es una singular forma de ver la vida”).

El único sentimiento que me viene a la mente, además de la inmensa tristeza que se agolpa en mi costado, querido Marco, es el de gratitud. Gracias, hermano, maestro querido, por abrirme las puertas de tu alma, en decenas de horas de conversaciones y encuentros, de preguntas pertinentes e impertinentes, respondidas por ti sin parpadear, con una paz interna y una serenidad que siempre me maravilló.

Quiero decirte ahora que el momento en el que, después de varios meses de trabajo, me abriste tu archivo y me dejaste solo revisando tus imágenes en tu oficina de Proceso (“Ahí te quedas, si necesitas algo me avisas. Estoy en la puerta de al lado con un cafecito”), sentí que me estabas dando el regalo más grande que puede ofrecer un fotógrafo a otro ser humano, el acto de confianza más importante, la puerta de entrada al paraíso de cualquier investigador: la bienvenida a tu interior, a tus fotos chingonas, pero también a tus búsquedas, tus lapsus, tus fracasos, tus elucubraciones, tus fantasías.

Ese día supe que nuestra amistad se había sellado.

Me queda el consuelo de haberte conocido profundamente en estos años, querido Marco. Al fotógrafo y también al ser humano. Me quedo con la rabia y la impotencia infinita de ya no poder celebrar juntos la presentación en sociedad de nuestro libro, en los encuentros que habíamos planeado de manera gozosa y traviesa con otros fotógrafos e investigadores.

La presentación del libro se ha convertido de repente y de manera trágica y misteriosa en la necesidad de un reconocimiento y lo voy a hacer contigo, querido amigo, en mi mente y en mi corazón.

Hace unas semanas escribiste generoso en tu facebook que acababas de terminar la lectura de nuestro libro y estabas muy contento porque considerabas que este trabajo quedaría como un referente de tu obra, el cual se seguiría leyendo por las próximas generaciones como un acercamiento a tu obra.

Leí tu fb y tuve la dicha de decirte en persona que esas palabras eran uno de los regalos más grandes que me había dado alguien en la vida. Me dijiste emocionado que pensabas que con el libro habíamos construido una puerta de entrada a tu universo personal, con los contextos y las palabras pertinentes.

Que así sea.

Alejado como siempre estuviste de los homenajes vacíos y solemnes, voy a hacerte, querido amigo, el más íntimo y sincero de mis reconocimientos, voy a presentar nuestro libro en todos los foros posibles, como una invitación para todo aquel que quiera entrar al universo personal de tu maravillosa obra.

Sí. La obra de uno de los más grandes fotógrafos de la historia de este país.

Edificio Nuevo León, 7:55 horas, 19 de septiembre, Ciudad de México, 1985. Foto: Marco Antonio Cruz.

Se va un imprescindible de la historia de la fotografía mexicana: Raúl Ortega

Hay veces que realmente me gustaría saber plasmar los sentimientos en palabras y decir lo que verdaderamente quisiera expresar, hoy es un día de esos.

Marco se nos adelantó este Viernes Santo, y ese mismo día pero de hace 35 años tomó una de sus icónicas fotografías que quedaran para la historia; los pies de Judas ahorcado en Iztapalapa.

Se va un imprescindible de la historia de la fotografía mexicana, un maestro para nuestra generación y varias otras, pero, sobre todo, se va un gran amigo y mejor ser humano.

Agradezco a la vida haberme topado con él en muchas ocasiones y formar parte de su vida personal y profesional en muchos momentos. Él fue quien amablemente editó mi libro “De fiesta” y quien me propuso realizar las copias (plata sobre gelatina) con los complicados negativos existentes.

Hace una semana fue nuestra última platica telefónica, quedamos de vernos pronto, ya no podrá ser.

Te digo hasta pronto querido Marco, fotógrafo apasionado, generoso, creativo, obsesivo, comprometido. Te digo hasta pronto y hasta siempre querido amigo.

Un beso y un gran abrazo muy grande a la querida Angeles Torrejón en estos momentos complicados. Mi amistad siempre.

Un abrazo muy grande a Emiliano y a Pablo al igual que a toda la familia.

Viernes Santo, Iztapalapa, Ciudad de México, 1986. Foto: Marco Antonio Cruz.

“La fotografía mexicana despide a uno de sus íconos de mayor relevancia y a un extraordinario ser humano”: Luis Jorge Gallegos

Duele, duele mucho la partida y duele el vacío que dejas.

Pertenezco a una generación que tuvo la oportunidad de estar y aprender de fotógrafos que eran muy buenos y se volvieron grandes.

Hoy despedimos a un enorme fotógrafo, y con ello la fotografía mexicana despide a uno de sus íconos de mayor relevancia y a un extraordinario ser humano.

Gracias por tanto y, en lo personal, por muchos aprendizajes en el codo a codo en la calle, trabajando, en lo cotidiano.

Buen camino querido Marco Antonio Cruz, y un abrazo infinito a Ángeles Torrejón y a sus siempre amados Emiliano y Vladimir.

Querido Marco Antonio, nos enseñaste a ver y a querer lo que fotografiamos. Abrazo eterno y buen camino: Ernesto Ramírez

Le molestaba la injusticia, la corrupción, la tranza: Fernando Castillo Fuentes

De nuevo con el alma partida

Desconcertado y abrumado comencé a leer en redes sociales el fallecimiento de mi gran amigo Marco A Cruz. Con mucha tristeza e incrédulo de su partida escribo esto sólo para recordar lo mucho que aprendí de él, de sus pláticas y anécdotas. Un hombre con valores intachables, le molestaba la injusticia, la corrupción, la tranza. Recuerdo esas tardes de buena charla de fotoperiodismo, de los hermanos Mayo, de fotografía, de historia, de política, de las cámaras Leica… no importaba el tema, el chiste era convivir y festejar esa gran amistad.

Se organizaban en Imagen Latina todos lo viernes, obvio esas tertulias acompañadas siempre de los tacos de canasta de “Don Chucho», y algunas veces esas charlas las hacíamos en MicPhoto Pres o en la cantina de la esquina, y que por cierto la botana era buenísima. Cómo olvidar esos viajes en camión a Michoacán a cubrir las elecciones o la final de fútbol en León, que hasta Raúl Ortega, que iba a cubrir esa final para La Jornada, con boleto de avión en mano mejor decidió irse con nosotros por carretera. Estoy seguro que lo hizo porque él como yo y como muchos compañeros disfrutábamos de la compañía del Negro, de su plática. Ya de regreso del fútbol recuerdo que Marco me venía cacheteando para que no me durmiera en la carretera porque venía de copiloto. Al final, donde Marco estaba cubriendo alguna asignación yo quería estar ahí porque realmente lo admiraba, admiraba su trabajo, su manera de trabajar. En fin, agradezco infinitamente todo lo que me enseñó Marco Antonio Cruz, y ese cariño de Ángeles Torrejón, que te abrazo con todo mi corazón.

Calle Tacuba, 2 de noviembre, Ciudad de México, 1987. Foto: Marco Antonio Cruz.

Recientemente disfrutaba mucho ver los dibujos de Marco Antonio Cruz sobre la realidad política en México: Yolanda Andrade

Un gran fotógrafo, un buen amigo y un excelente colega. Estoy consternada y triste por la noticia de la muerte de Marco Antonio Cruz. Abrazos muy fuertes para Ángeles Torrejón y su hijo Emiliano.

Es un día oscuro para el periodismo, para la fotografía y para el arte: Gerardo Magallón

Recién fundada la agencia Imagenlatina llegué a pedir trabajo como fotógrafo, me la dieron de office boy. Hoy muere uno de sus fundadores, hombre generoso, gran maestro, artista y periodista. Gracias Marco Antonio Cruz.

Abrazo inmenso a Ángeles Torrejón y a sus hijos.

Marco no sólo fue un gran ser humano, solidario, crítico y sobre todo sencillo, también fue un artista sin igual: Jesusa Cervantes

Nos veremos por allá amado Marco, con Sergio Haro y todos aquellos y aquellas que se nos adelantaron.

Lamentamos la partida de Marco. Lo amamos y extrañamos. Un abrazo fuerte a Ángeles y a sus hijos. Desde el corazón, un abrazo.

Rosario Ibarra de Piedra, Ciudad de México, 1988. Foto: Marco Antonio Cruz.

¿Cómo cabe en el corazón y en el cuerpo tanta pérdida?: Angélica Abelleyra

Tiempos canallas en los que hoy se suma la muerte, la dolorosa partida del enorme fotógrafo Marco Antonio Cruz (1957). Su mirada sensible, educada, atenta y crítica se alió a su don de gentes, su amabilidad, su interés humano en aquellos ojos que no pueden ver pero perciben el mundo de otras maneras; cronista de la trayectoria de una luchadora como doña Rosario Ibarra de Piedra, por mencionar algunas de sus indagaciones visuales. En paz descansa, querido MAC. Toda la luz en tu nuevo camino y un largo abrazo para tu compañera de siempre, Ángeles Torrejón, y para tu hijo Emiliano. Que tristeza. Otra, y profunda.

Hace ya décadas que tus imágenes son parte importante de la historia mexicana. Desde hoy lo serán aún más: Gabriela Vélez

Tuve con él una estrecha y entrañable amistad de más de tres décadas. Siempre estuve cerca de él y de su foto, estuve en todas sus expos y casi en todas las presentaciones de libros suyos o donde él participaba. Compartimos dos redacciones, iba a visitarlo a Imagen Latina y siempre nos felicitábamos por los cumpleaños.

Adiós, queridísimo hermano. Mis condolencias para Ángeles Torrejón, Emiliano y Pablo.

Hoy estoy más solo: Francisco Mata Rosas

En 1994, en complicidad con Eniac Martínez, creamos la colección de foto “Historias de la Ciudad”. El primer volumen fue, por su contundencia, Contra la Pared de Marco Antonio Cruz, también fue su primer libro de lo que después sería una vasta producción editorial. Hoy se nos fue.

EZLN toma la carretera de Altamirano a San Cristóbal de las Casas, Chiapas, 1994. Foto: Marco Antonio Cruz.

“Todos perdimos –también– a una buena persona, un buen hombre, que no es cualquier cosa”: Viétnika Batres

No he podido dejar de pensar la muerte repentina de MAC. No la puedo creer, no la puedo eludir, luego ni quiero. Pienso en que lo conocía de hace tantísimo tiempo, en la primera vez que lo vi. Yo tenía 14, 15 años y caí casi sin querer en las oficinas del periódico Oposición, del PCM, en la calle Durango de la Roma, en una casona vieja y grande grande, de pisos de madera descuidados que se quejaban ruidosamente al paso de la gente. Marco estaba ahí cuando mi hermano y yo fuimos a preguntar si nos podían hacer unos volantes. Mientras esperábamos él nos mostraba sus dibujos. Eran cocodrilos. Dibujaba con tinta negra cocodrilos, caimanes, les ponía letreros con su letra grande y parejita.

Marco empezaba a ser fotógrafo de prensa, pero bien pudo haber sido un chingón ilustrador. Lo vi un par de veces más, amable, callado, sencillo. Ya no sé si nos ayudó con los volantes, pero sí se me hizo bonito que me recordara y saludara con familiaridad cuando coincidimos en la fundación de La Jornada, tres años después.

Nos hicimos amigos, a fuerza de desveladas post cierre de edición. Y ya que nos empezamos a salir de aquel «periódico de iguales», donde unos eran más iguales que otros, volví a caer en unas oficinas donde estaba Marco, esta vez en la Doctores. Llegué a Imagenlatina sin saber un carajo del laboratorio, pero MAC y Andrés Garay me adoptaron y me enseñaron a revelar e imprimir en blanco y negro, y a llevar un archivo de imágenes (que no tiene nada que ver con la forma en que se archivan ahora los jpeg, tiffs y demás; entonces eran montones de negativos y papel, acaso diapositivas en color).

Mucha agua ha corrido… mucha yerba se ha cortado. En Imagenlatina Marco me presentó a un «gringo viejo» –así le decía– con quien cerca de 10 años después yo engendraría un amoroso, increíble crío. Ahí conocí también a Herón Alemán, que se mató en su auto, en un accidente durante esa época; a Gerardo Magallón, Rubén Pax, al entrañable y muy querido Arturo Fuentes, El Chato; a Ángeles Torrejón, fotógrafa y compañera de vida de MAC a partir de ahí. (Fui un poco testigo de su enamoramiento, y lo recuerdo orita como si los espiara a través de una ventana, con cierto pudor). No volví a trabajar directamente con Marco, pero siempre estuvo cerca, por proyectos, afinidades, afectos comunes. Nunca supe que le negara una mano a los muchos –sobre todo jóvenes– que se le acercaban buscando asesoría, comentarios, aliento sobre sus propio trabajo con la imagen. Cuando se fue a Proceso pensé en cómo le daría coherencia al archivo de foto de la revista, donde yo había estado mucho antes que él.

Creo que ya no le tocó el caos que vi, no sin susto, en ese laboratorio. Ya no coincidiremos más, Marco. Por alguna razón pienso mucho en su voz, muy suya de él, con una inflexión que derivaba en humor naturalmente, y me da muina saber que no la escucharé de nuevo. Hace unos meses le llamé por teléfono para algo de trabajo y fue la última vez. El Viernes Santo la fotografía documental perdió a uno de sus grandes, dicen, escriben. Yo siento que todos perdimos –también– a una buena persona, un buen hombre, que no es cualquier cosa. Descansa en paz, Marco Antonio Cruz.

Andrea Islas García, Buenavista, Otumba, 1994. Foto: Marco Antonio Cruz.

Una gran parte de lo que considero mi México se ha ido: Keith Dannemiller

Estoy en shock. La primera persona que abrió su corazón y la puerta fotográfica para mí, aquí, en México, hace casi 34 años, nos dejó. Hemos sido los mejores amigos desde ese día. Él y los demás fotógrafos de Imagenlatina me mostraron las cuerdas – cómo moverme por las calles, quién era quién, dónde ir a pasar el rato con los otros fotoperiodistas después de que termináramos-. Me envió a cubrir la primera Intifada Palestina, como seis meses después de que nos conociéramos.

Hoy hay un gran agujero en mi alma. Una gran parte de lo que considero mi México se ha ido. Me enseñó mucho sobre ver, sobre el respeto por lo que fotografiamos, sobre la importancia de lo que hacemos. Mi deuda con Marco Antonio Cruz es enorme. A través de las lágrimas, puedo verlo como siempre lo recordaré: un fotoperiodista dedicado con un corazón de oro, verdadero y firme en sus creencias.

Un pésame grande para ti, Ángeles. Te mando un abrazo.

Fiel a su postura política y moral, a su compromiso y a su solidaridad, se fija y funde en los menos privilegiados: Hermann Bellinghausen

Con rara magia, Marco Antonio Cruz se atrevió a cruzar ese umbral para Borges infranqueable, y vio a los ciegos como ellos mismos lo harían y quizás lo hacen. Desentrañó la presencia del rostro tras la terca neblina luminosa que en otros invidentes se reduce a mera oscuridad. Cruz invierte los privilegios de la vista de que hablaba Octavio Paz. Fiel a su postura política y moral, a su compromiso y a su solidaridad, se fija y funde en los menos privilegiados.

En pleno goce del privilegio de la vista, renuncia a él. No es un fotógrafo ciego, o que enceguece, como Enrique Bostelman. En pleno dominio de su ojo profundo, Marco Antonio realiza el viaje de ida y vuelta, escribe la luz en un improbable Braille para quienes sí ven. Nos da una visita guiada por esa oscuridad.

Centro de Atención Múltiple 50, Ciudad de México, 1997. Foto: Marco Antonio Cruz.

Reflexionó sobre el trabajo de documentación que hacen los jóvenes fotógrafos y de la responsabilidad, muchas veces olvidada, que el fotógrafo debe tener sobre su archivo: Juan Carlos Aguilar García

El miércoles 22 de mayo de 2019, el maestro Marco Antonio Cruz (1957-2021) donó su colección de fotografías que están clasificadas bajo la palabra “Desaparecidos” al Archivo del Museo Casa de la Memoria Indómita, recinto que alberga la ominosa historia de los desaparecidos políticos en México de las últimas cuatro décadas.

Esta donación fue un excelente pretexto para charlar con él sobre sus primeros años como fotógrafo, en los cuales trabajó en el semanario “Oposición” del Partido Comunista. Durante la plática reflexionó sobre el trabajo de documentación que hacen los jóvenes fotógrafos y de la responsabilidad, muchas veces olvidada, que el fotógrafo debe tener sobre su archivo.

Torre Latinoamericana, 1 de enero, Ciudad de México, 1986. Foto: Marco Antonio Cruz.

Hoy es un día muy triste para México, para el periodismo y para todos nosotros: Gloria Muñoz Ramírez

Hoy en la mañana le envié un mensaje para pedirle permiso de compartir en Desinformémonos su icónica foto del Viernes Santo en Iztapalapa. Generoso, como siempre, me dijo que sí. Horas después, este mismo Viernes Santo, cerró los ojos sorpresivamente nuestro querido Marco A Cruz, grande entre los grandes.

Enorme ser humano, uno de los mejores fotógrafos de este país, y un gran amigo que nos ayudó en todo lo que le pedimos. Un hombre de izquierda, por supuesto.

Te abrazo mucho Ángeles Torrejón y a tu hijo Emiliano.

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