Abrazar el Consuelo Entre los Sueños 

Antonio de Jesús Barragán Bórquez

Duelo y experiencias de familiares de víctimas de desaparición forzada

Desde una perspectiva sociológica, el fenómeno de la desaparición forzada devela una trascendente ruptura y transformación de los vínculos entre las personas que lo experimentan. Entre las víctimas directas e indirectas; entre quien desaparece y sus familiares y allegados. Por lo general, dichos procesos contienen potentes cargas emocionales y sentimentales para quienes los viven. Como el caso de Martha, a quien por cuestiones de seguridad y éticas llamaremos así, quien aceptó compartirme algunos relatos respecto de la desaparición de su hermano, ocurrida en julio de 2018 en Guaymas, Sonora: 

“…yo llegué en la mañana a mi casa a dejar a mi hija, y en eso mi hermano salió y me alcanzó al carro y me dijo, ‘¡ey, carnala!’, ‘¿qué pasó?’ le dije, ‘¿me puedes hacer un favor?’, ‘sí, ¿qué pasó?’… y ya me comentó y así quedamos… pero en ese momento estábamos tan cerca, que sentí yo la necesidad, ¡ay, perdón! [se le quiebra la voz y llora]…de abrazar a mi hermano, sentí esa necesidad y no lo hice, híjole, y eso era lo que me traía loca cuando pasó, porque dije yo ‘fue una señal que no entendí en su momento’, eso pasó en la mañana y doce horas después, fue cuando a mi hermano le quitaron la vida y lo desaparecieron, y viví traumatizada esos tres días, culpándome porque no hice caso en ese sentimiento que yo tenía tan fuerte de abrazar a mi hermano, y era la última vez que yo lo podía haber abrazado en esta vida, porque yo tengo la certeza que hay una vida después de esta, y fue tanto mi pesar, ‘porque no lo hice’, muchas situaciones, ‘porque perdí tanto tiempo’ o en hablar más con mi hermano, en acercarme con él, en preguntarle ‘¿cómo te sientes hermano?’, muchas cosas, pero pues él hubiera no existe, entonces, pues yo le pedía mucho a Dios”.

La desaparición forzada de personas como hecho social no sólo afecta y modifica los vínculos sociales de las víctimas, sino que también desencadena una serie de sentimientos negativos que acompañan a la pérdida e incertidumbre sobre el paradero del familiar o allegado. Hasta aquí, podemos comprender que ello forma parte del duelo y luto de las personas víctimas de desaparición, pues se trata de un evento importante a nivel psicosocial, toda vez que la desaparición conlleva efectos en la subjetividad e intersubjetividad de los integrantes de las familias como víctimas indirectas, es decir, en la manera en que las personas se piensan a sí mismas y a su entorno. Esto, como lo han comentado en un artículo de investigación los psicólogos Araigor Almanza-Avendaño, Ricardo Hernández-Brussolo y Anel Gómez-San Luis [1], quienes estudiaron la pérdida ambigua de cinco madres que sufrieron la desaparición forzada de sus hijos en Tamaulipas. Indican que la pérdida es ambigua, porque se vive con incertidumbre sobre el paradero de la víctima, y con dolor en el plano social e individual, ya que causa aislamiento, estigmatización, tristeza, melancolía y renuencia. Además, señalan que los familiares, sobre todo las madres, elaboran prácticas que describen el mantenimiento del vínculo con el ser querido durante el proceso de duelo por la pérdida.   

Sin embargo, la experiencia que engloba el fenómeno de la desaparición forzada como un proceso que se puede vivenciar de diversas formas, es complejo y a veces topa con los límites de la comprensión humana, adentrándonos con ello en las zonas grises de la ciencia. Como comenta Martha

“Esos tres días era de angustia, de llorar, de lamentarme del tiempo perdido, y tuve un sueño que para mí fue una revelación personal, donde yo soñé a mi hermano, que estábamos en la casa de mi mamá, y que estaba sentado él en la cocina, estaba sentado, relajado, pero era… estaba sentado así como… él era el centro de atención, así, pero lo curioso es que yo sabía que él estaba muerto, y él estaba sentado, muy guapo, igual con su pelo como siempre, pero su cara limpia, guapo, bonita, un brillo, bonito mi hermano, guapo, una luz especial en su rostro, con una camisola así como una guayabera blanca, todo vestido de blanco, pero sentado, porque si lo recuerdo el sueño, era blanca la camisa, y su pantalón blanco, pero sentado, y cruzado de manos, así viéndome, pero su mirada limpia, eso es algo maravilloso que lo conservo y lo atesoro, porque yo sé, en ese sueño me estaba viendo fijamente, y yo le dije ‘hermano ¿sufriste?’, esa fue mi pregunta hacía él, y el volteo, estaba viéndome fijamente, como te digo, era hombre de pocas palabras, y movió su cabeza y me dijo ‘no’, así como un ‘no’, una expresión así medio, entre risa, ironía, no sé, eran gestos muy propios de él, me dijo ‘no’, así fue todo lo que me dijo, y como yo lo vi bien me sentí tranquila, pero lo más curioso es que yo en ese sueño sabía que ya no estaba aquí, que él estaba muerto, entonces desde esa noche pude estar tranquila, para mí fue una despedida, y él me dijo que no sufrió porque era lo que más me angustiaba, el sufrimiento de mi hermano, y él me dijo que no, que no sufrió”.

La forma en la que las experiencias oníricas influyen en las personas ha sido una constante en todas las culturas a lo largo de la historia de la humanidad. El hecho de que el ser humano sea un ser adaptado a los movimientos del planeta, a la luz del sol, que tenga la necesidad de dormir durante las noches, y que durante tal actividad se produzcan los sueños, o ensoñaciones, ha sido material de inspiración para artistas, escritores, filósofos, inventores, líderes religiosos y políticos, e inclusive científicos, a lo largo de nuestro devenir. De alguna manera, los sueños son uno de los enigmas más profundos de nuestra especie.  

Así, para las diferentes disciplinas científicas no ha sido un tema ajeno, pues se ha abordado de distintas formas. Por ejemplo, desde el psicoanálisis de Freud se comprende a los sueños como el efecto de represión del deseo y de los temores de las personas, los cuales toman cabida de forma desordenada durante los sueños; mientras que para Carl Jung los sueños son manifestaciones en las que el inconsciente transmite mensajes significativos para la vida, cuyo origen se encuentra en los arquetipos universales heredados de la psique. Ambas perspectivas forman parte de la corriente interpretativa de los sueños, la cual ha sido fuertemente discutida, sobre todo por parte de la neurobiología y otras disciplinas de la psicología, al señalar que no existe evidencia y métodos certeros para indagar sobre tales cuestiones, muchas veces tratadas como pseudociencia o parapsicología.  

Para las neurociencias, los sueños son un objeto de estudio complejo, pues implican la activación e inhibición de ciertas áreas del cerebro y redes neuronales, como las que tienen relación con el campo visual y motriz. Desde esa óptica, los sueños son un mecanismo mediante el cual las personas procesan información que de otra forma sería más complicado integrar durante la vigilia, lo cual se debe al desarrollo y sofisticación del cerebro humano, lo que tomó miles de años de evolución. 

Además, el hecho de que los datos sobre las experiencias oníricas sean obtenidos a través de las narraciones y relatos post sueño, aunado a las limitaciones tecnológicas (escáneres cerebrales e incipientes experimentos durante el sueño), son algunos elementos que obstaculizan su cabal comprensión. Por lo anterior, no hay un consenso para su explicación desde la ciencia. 

Más allá de lo que las experiencias sensoriales significan en su interpretación o en su materialidad psico-biológica, los sueños cumplen una función para el mundo interno y externo de las personas. En el caso de las víctimas indirectas de desaparición forzada –como lo son los familiares de las personas desaparecidas–, las experiencias oníricas son componentes que se reconocen en la privacidad del luto y el duelo vívido, y que generalmente no suelen ser compartidas con los demás por el estigma que los envuelve, es decir, se viven en silencio. 

Siguiendo la historia de Martha, quien señala haber tenido una variedad de experiencias oníricas en las que su hermano desaparecido “aparece” en sus sueños, para dar mensajes o “cuidarla”. Sobre ello comenta. 

[Los sueños] Pues me han servido de consuelo y pues de fortaleza, porque yo sé que él está mejor, yo sé que él no sufrió, hicieron lo que le hicieron, el consuelo que yo tengo es que cuando asesinaron a mi hermano, a mi hermano ya se lo llevaron sin vida, entonces, es algo que a mí… dentro de todo lo trágico y feo, eso es mi mayor consuelo, que hicieron lo que hicieron con su cuerpo pero él ya no sentía, ya no sintió dolor, y eso él me lo dijo, y eso es lo que a mí me tranquiliza. [¿Crees que esas experiencias les han traído algo de consuelo a sus vidas o les han servido de alguna forma?] Claro que sí, claro que si, a mí en lo personal, y a mi toda mi familia, y sobre todo a mi madre, que si yo como hermana lo he sufrido, y le he llorado, y he sentido que me han arrancado una parte de mí, de mi ser, con todo y más a mi madre que es carne de su carne, entonces mi madre aún más se fortalece en ello, porque mi mamá siempre se ha caracterizado por ser una mujer fuerte, una mujer de fe, pero esto que pasó con su hijo, con mi hermano, esta fe que ella tiene eso le ha ayudado a sobrellevar aún más su gran pérdida, porque dentro de todos estos sucesos, asesinatos y desapariciones, no hemos tenido, viéndolo de otra manera, no hemos tenido la dicha de poder encontrar un cuerpo y darle cristiana sepultura como se dice, el saber que allí está el cuerpo de mi hermano, los restos, y dejarlos allí… no hemos tenido esa… pues yo lo veo como una dicha porque es parte de un ciclo que se debe de cerrar pero pues dios así lo ha decidido, y pues aceptando su voluntad, pero sí, eso sí nos ha fortalecido y nos fortalece como familia, el tener esas experiencias espirituales, esos sueños”

La discusión respecto de la verdad o falsedad de los sucesos que describen los relatos oníricos escapan a los alcances de este escrito. Lo que se puede y debe rescatar es que los sueños y las ensoñaciones son parte de la realidad humana, y como tal, merecen interés y respeto científico, tal como lo son para la psicología transpersonal, la antropología cultural, las ciencias cognitivas y la fenomenología. 

Para Alfred Schutz, precursor de la fenomenología sociológica, los sueños son uno de los tantos ámbitos de sentido finito que puede ser real para quien lo experimenta, aunque su estilo cognoscitivo no sea compatible con la coherencia de la vida cotidiana. De ese modo, el hecho de recordar un sueño con tal nitidez después de despertar, e integrar dicha información en la vida personal y familiar, aunque sea a nivel de la cosmovisión, implica que las experiencias de los sueños tienen efectos en la realidad de las personas. Describiendo una conexión o superposición de los ámbitos de la vida del soñar y de la vida cotidiana, es decir, entre las experiencias oníricas y los procesos de duelo, y que hacen parte de la resiliencia de las víctimas indirectas. 

Así, los sueños, y las ensoñaciones, como narrativas visuales y sensoriales que experimentan las personas al dormir, pueden interpretarse como un mecanismo para afrontar el duelo y el luto, o como una forma de racionalizar la pérdida. 

Retomando el argumento central de una reciente investigación documental sobre los tipos de duelo, elaborada por un grupo de investigadores especializados en cuidados paliativos, tanatología y enfermería de España [2], se indica que la muerte de un ser querido puede ser entendida como un proceso de la continuidad de vínculos entre quien padece la pérdida y quien fallece –desaparece forzadamente-, configurando una forma adaptativa del duelo de índole positivo, pues es en el terreno de la espiritualidad donde suceden considerables cambios en los significados sobre el vínculo, la aceptación, la muerte, el perdón, la valoración por el presente, sobre la trascendencia, la vida después de la muerte y Dios. 

Tratar de explicar el porqué la gente sueña lo que sueña, sigue siendo una de las asignaturas técnica y metodológicamente más complicadas para las ciencias. A pesar de tales retos, el fin último de este texto es el de visibilizar algunas de las diversas maneras de experimentar la pérdida por desaparición forzada y sus implicaciones en el duelo y luto de los familiares. Ello con fines de poder brindar un mejor tratamiento, seguimiento y atención a dicha población, pues los prejuicios y estigmas, imposibilitan la escucha empática, el acompañamiento y la ayuda para quienes ejercen dichas tareas, evitando así su revictimización, en este caso debido a las creencias o fe.  

Los relatos de la historia de Martha, desde una primer revisión, pueden entenderse como una forma de sobrellevar la pérdida de su hermano al ubicar “entre sus sueños” narrativas que explican y alivian la angustia experimentada por la desaparición física del ser querido, sucediendo tres días después de la desaparición. Ello, mediante un sofisticado mecanismo con implicaciones socioneurobiológicas, con el que puede integrar información sucedida durante la vigilia, pero de forma “segura”, al dormir y soñar. 

Sin embargo, como lo estipulan algunos descubrimientos en el terreno de la física, respecto de la energía, las múltiples dimensiones, la simultaneidad o la ruptura de la lógica tradicional que desafía al materialismo científico, la realidad parece ser más compleja y sorprendente de lo que imaginamos. Esa cualidad que tiene la vida de impresionarnos también la conoce Martha, sobre ello comparte lo siguiente.

“Fíjate, ahorita estoy recordando, tengo un compañero de trabajo y él es católico, y pocas veces yo platicaba de mi hermano de lo que había pasado, y un día me impresionó tanto, que llegó y me dijo… [Se le quiebra la voz y llora] ‘te traigo un mensaje’, me dijo, ‘¿sí?, ¿a mí?’, ‘si’, me dijo, ‘ven, párate’, me dijo, y me paré y mi amigo está más alto que yo, y pues así calotón, así grandote, ‘ven’ me dijo, ‘te voy a dar un abrazo porque te mandaron un abrazo’ me dijo, [llora], y lo abracé, y enserio, te lo prometo, por no decir jurar, el abrazo que me dio era de mi hermano, sentí su cuerpo, al momento de abrazarlo, me dijo, con estas palabras altisonantes, ‘dice que no estés chingando, que él está bien, ya déjalo’, así, y yo me reí, lloré, fue una experiencia, sentimientos encontrados, porque por medio de otra persona, él me mandó decir eso, y en verdad, o sea, es algo asombroso, impresionante, el abrazo, yo sentí el cuerpo de mi hermano”

Lejos de que los relatos vayan en contra del pensamiento racional tradicional, produzcan algún efecto emocional, uno “vibre” o “sintonice” con ellos o no, sean producto de la imaginación, del deseo reprimido, una experiencia espiritual y etérea, una comunicación del más allá entre vivos y fallecidos, un evento milagroso, un regalo de dios, una “sincronicidad”, una jugada del azar y la casualidad, una estafa o engaño. No debemos de perder de vista que a partir de lo expuesto, comprendemos que los terrenos de búsqueda y localización del alivio, consuelo, resiliencia y el amor, son muy diversos, y pueden experimentarse de forma muy variada en las personas que viven la desaparición de un ser querido. 

Aunque debo reconocer que lo que describe Martha también me impresionó, no es de mi interés convencer ni convertir las creencias de quien esto lee, sino que es mi deber como explorador de la vida social desde las ciencias sociales, el socializar y exponer desde el trabajo de campo etnográfico, esta serie de datos de importante valor empírico, ya que “nos dicen” cosas de nuestra realidad, de nuestros asuntos y problemáticas sociales. Para finalizar, creo que uno de los primeros pasos para la reconciliación y la justicia, necesariamente implica  escuchar a las víctimas, para así darles voz y materialidad a las vivencias y experiencias que giran en torno a la desaparición forzada de personas. 

Palabras clave: duelo, víctimas, familiares, desaparición forzada, violencia criminal, fenomenología, sueños, etnografía, espiritualidad, ciencia. 

**Esta columna va dedicada a mi primo A.H.B.L. con mucho amor hasta donde te encuentres. 

Notas: 

[1] Almanza-Avendaño, A., Hernández-Brussolo, R. y Gómez-San Luis, A.H. (2020). Pérdida ambigua. Madres de personas desaparecidas en Tamaulipas, México. Región y Sociedad, 32, e1396.

[2] García-Hernández, A.M., Rodríguez-Álvaro, M., Brito, P.R., Fernández-Gutiérrez, D., Martínez-Alberto, C. y Marrero-González, C.M. (2021). Duelo adaptativo, no adaptativo y continuidad de vínculos. ENE Revista de Enfermería, 15(1), 1-26. 

*Foto de portada: Mujeres que se reúnen durante una búsqueda en campo para ubicar posibles puntos donde encontrar restos humanos. (Facebook: Guerreras Buscadoras De Guaymas y Empalme)

Publicado originalmente en A dónde van los desaparecidos

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