Este 30 de marzo se cumplen tres años del asesinato de la periodista veracruzana María Elena Ferral Hernández. Su muerte no solo dejó sin voz a colectivos de personas desaparecidas y a víctimas de violencia de género: también marcó un antes y un después para sus colegas, quienes día a día desempeñan su labor en una de las entidades más peligrosas para las mujeres periodistas de acuerdo con datos de Comunicación e Información de la Mujer A.C. (CIMAC).
De acuerdo con el informe Herencia de un sexenio: simulación y desplazamiento (2018) de CIMAC, durante el gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018), Veracruz ocupó el segundo lugar en cuanto a violencia ejercida contra las mujeres periodistas. Condiciones laborales precarias, autoridades corruptas y la rivalidad entre grupos criminales son algunos de los elementos que hacen de la entidad un campo sumamente peligroso para ejercer el periodismo.
Ese es el contexto en el que María Elena Ferral ejerció su profesión durante más de 30 años. Pero Ferral Hernández no solo habitaba en esta zona de conflictos: también se adentraba profundamente en ella para informar a la población sobre lo que estaba sucediendo y que muchas veces era invisible ante los ojos de la mayoría.
“No se quedaba a ver qué información le llegaba: a ella le gustaba salir fuera, a las comunidades, estar en contacto con la gente y tener información directa de lo que ahí pasaba”, declaró Balbina Flores Martínez, representante de Reporteros Sin Fronteras (RSF) en México, para Cimacnoticias. RSF es una de las organizaciones de la sociedad civil que acompaña el caso de María Elena.
Fue así que Balbina pudo conocer a Fernanda de Luna Ferral, la hija de la periodista, quien le ha transmitido la imagen que muchos en el gremio periodístico tienen de María Elena: una mujer apasionada por investigar y hacer un periodismo con una precisión impecable. En una entrevista con el área de Libertad de Expresión y Género de CIMAC en 2020, Fernanda de Luna confirmó esta impresión de Balbina Flores:
“Ella me enseñó a siempre decir la verdad pero con pruebas, consultar varias fuentes, archivos…”Fernanda de Luna Ferral
“Ella representaba a mucha gente”, declaró Fernanda en aquella ocasión al hablar de los casos de desaparición forzada y violencia contra las mujeres que acompañaba su madre. Sin embargo, estas no eran las únicas líneas de investigación que seguía la periodista. Antes de que la asesinaran estaba realizando un reportaje sobre una serie de asesinatos contra políticos y periodistas al norte de Veracruz; en él señalaba los vínculos entre el gobierno y los grupos delictivos del territorio.
“Era un trabajo de los que pocos hacían en esa zona”, afirma Balbina Flores Martínez y agrega que, si bien había muchos periodistas en Papantla y otros municipios haciendo trabajos de investigación, muchos de éstos cesaron tras el asesinato de Ferral Hernández el 30 de marzo de 2020.
Lo que se perdió con la muerte de María Elena Ferral
Fernanda de Luna recuerda que, cuando su madre murió, su familia recibió el apoyo de muchas de las personas a las que le dio voz. Entre ellas, por ejemplo, estaban colectivos de búsqueda de personas desaparecidas. El trabajo de María Elena Ferral no solo sirvió para documentar las jornadas de estos colectivos: también fungió como una especie de acompañamiento que, en muchas ocasiones, los familiares de personas desaparecidas no tienen por parte de los gobiernos.
Por otra parte, como señaló Balbina Flores, la rigurosidad de su trabajo periodístico era esencial para describir lo que pasaba al norte de Veracruz, una región caracterizada por la convivencia constante entre grupos caciquiles y la esfera política. De acuerdo con la representante de RSF, dicha zona también se caracteriza por estar muy alejada del centro y -por lo tanto- suele permanecer invisible frente a los medios.
En este sentido, María Elena Ferral Hernández hacía visible lo que sucedía en una de las tantas zonas marginadas del país. Pero esta visibilización cedió con el asesinato de la periodista. “Se perdió la tranquilidad”, afirma Flores Martínez. Y, aunque reconoce que esta tranquilidad siempre fue aparente, considera que después del asesinato de Ferral, la autocensura y el temor de los periodistas se hizo más tangible.
A este vacío informativo desencadenado por la muerte de María Elena Ferral se suma también la pérdida de una madre. “No nada más mataron a una periodista cualquiera: yo necesitaba de mi madre, como creo que muchas personas. Me quitaron a una amiga, me quitaron a una jefa”, dice su hija Fernanda de Luna al respecto.
Ella era una adolescente cuando atentaron contra su madre, quien sustentaba a su familia por sí sola al ser madre autónoma. Con ello, la familia de Ferral enfrentó lo mismo que pierden las y los familiares de las víctimas de la violencia feminicida en México: la presencia de alguien cuyo vacío simplemente es imposible de llenar.
A tres años del asesinato de María Elena, Propuesta Cívica, RSF y la familia de la comunicadora siguen exigiendo justicia frente a la ineficiencia de las autoridades. “La principal demanda nuestra es que se haga justica y se esclarezca el asesinato, que se conozca la verdad de por qué se mandó asesinar a María Elena y que se haga la reparación del daño y el comprimiso de que hechos como estos no vuelvan a ocurrir”, asevera Balbina Flores. Solo de esta forma, las y los periodistas dejarán de sentir miedo al hacer su trabajo: traer a nuestros ojos lo que muchos prefieren mantener en silencio.
Publicado originalmente en CIMAC Noticias