A les gordes no nos alcanza con el amor propio

Sofi Recchiuto

Desde que empezó la cuarentena, además de los chistes sobre nuestras corporalidades, la presencia de nuestros activismos cobró una visibilidad que no había tenido antes. De la mano de memes y burlas hacia nuestros cuerpos, aparecieron discursos con el imperativo del amor propio y aceptación, lo cual instaló una discusión en las redes, a la que rápidamente se unieron personas como Oriana Sabatini y Jimena Frontera, en un intento de dar un mensaje en nombre del amor propio. Mensaje que invita a dejar de odiarnos por lo que somos y aceptar partes de nuestros cuerpos que no responden a la belleza hegemónica. Una especie de empoderamiento forzoso que evade y pasa por alto muchos dolores y experiencias de nuestra lucha, poniendo el foco en los sentimientos y la propia voluntad de resistir a una presión estética social.

Los cuerpos son viables en la medida que pueden ser reconocidos. El reconocimiento de las subjetividades es admitido a partir de lo que socialmente se instituye como normativo, de esta manera, las normas sociales configuran, de algún modo, deseos que no responden a una individualidad. Por esto, se dice también que el deseo se anuda al poder. Si el poder legitima estas violencias y opresiones, si el poder establece qué cuerpos y discursos son válidos, reconoce ciertas corporalidades como las ideales frente a otras que son las aborrecidas, está delimitando: cuáles cuerpos deseamos y cuál cuerpo queremos tener nosotres también. Vemos, claramente, que esto no se trata de una voluntad individual.


¿Quién va a desear un cuerpo gorde o va a escuchar lo que tiene para decir si está asociada a tantas aberraciones? 


Lo cierto es que, con el tema en la agenda mediática, muchos de los mensajes que insisten en lo temible de un cuerpo gordo fueron problematizados, discutidos, debatidos, puestos en tensión. Quizá estoy siendo muy optimista o quizá el círculo de alianzas gordas que construimos me hace ver esta realidad en la que realmente se están poniendo en jaque lógicas que sufrimos y padecemos las corporalidades desbordantes.

Les gordes nos organizamos y colectivamente denunciamos violencias sistemáticas e históricas, no solo en contra de nuestros cuerpos, sino también en contra de nuestra integridad. Sin embargo, muches parecieran poner en duda lo que es señalado como gordofóbico o no, en lugar de cuestionar sus privilegios. Otres tantes parecieran aprovechar que el tema está en agenda para lucrar con contenidos que se enmascaran en discursos de amor propio y resiliencia. Si realmente desean acompañar la lucha, ¿por qué no aportar a la visibilidad de activistas en lugar de apropiarse de un discurso para ganar seguidores? Lo que me preocupa es que termina pareciendo una guerra de egos.


Y nuestra lucha continúa siendo invisibilizada bajo el manto fantasmático de amor propio.


No se trata de determinar quiénes pueden hablar u opinar sobre el tema. En la sociedad heteropatriarcal en la que vivimos,todes sufrimos presión estética. Entendiendo como presión estética a lo que dicta reglas que nos impone un “deber ser” de determinada forma. Atentando directamente contra nuestras corporalidades y estableciendo un estándar de belleza irreal e inalcanzable que solo genera frustración y odio hacia nosotres. En este sentido, insisto, todes sufrimos presión estética, porque el ideal es inalcanzable y hace que siempre estemos insatisfeches con nuestros cuerpos.

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(Imagen: Flor Virovoy)

Ahora, no es lo mismo sentir presiones estéticas a vivir constantes expresiones de gordoodio y gordofobia que atentan constantemente contra tu existencia. Porque, si bien todes sufrimos esta presión, no todes sufren la patologización de sus cuerpos sin siquiera hacer un examen médico. No suben a un colectivo sin entrar en un asiento. No tienen que pesarse en un zoológico porque el sistema de salud carece de las instalaciones necesarias. No se van de un bar donde se juntan con amigues porque no entran en las sillas. No tienen que hacerse ropa a medida porque, en los locales de ropa, no existe su talle. No son igualmente marginades porque su corporalidad rebalsa por los límites de un banco en la facultad. No son señalades por comer en público. No somos igualmente deseades ni respetades. No son rechazades en ofertas laborales por “no tener buena presencia”. Y así podría continuar una lista interminable.

¿Por qué es tan difícil escuchar a les gordes? 

Nuestras opiniones siguen siendo desvalorizadas porque la lógica gordofóbica sigue en auge. Una vez más, lo válido está determinado en función de quién lo dice. Reproduciendo lógicas de poder. Donde lo que cobra valor va de la mano de lo que es funcional al sistema: la hegemonía, la heterosexualidad, gente blanca, flaca y cis.

Claramente, existe un sistema de “verificación” o de producción de discursos que se presenta como verdad. Es complejo resistir a ellos, incluso cuando, en movimientos de resistencia y feministas, no se escucha a las voces de quienes sufrimos y atravesamos la lucha en primera persona, pero sí lo hacen cuando quien dice es alguien que responde a la hegemonorma.


Le hacemos frente a lo que se presenta como verdad absoluta y científica que, bajo el título de “salubridad”, determina qué de lo enunciado es verdadero o falso. Un aparato de verificación que, finalmente, pasa de ser científico a mercantil y mediático. Regido por la norma y en el cual las disidencias no podemos acceder ni para protestar. Permítanme decirles, eternos defensores de la salud, que la salud mental implica ser reconocides y escuchades.


Por nuestro lado, existe una producción de conocimiento colectivo basada en experiencias que nos han atravesado históricamente como corporalidades disidentes. Conjunto de herramientas y de críticas frente a estos aparatos que, con mucho dolor, hemos transformado y, hoy, nos urge denunciar y gritarlo a viva voz. Esto es partir de una salida colectiva y de alianza gorda. 

Destacando la importancia de no continuar reproduciendo lo válido como lo que viene bajo la norma. Nuestras voces deben ser escuchadas y somos les gordes quienes debemos encarar nuestra propia lucha, porque estamos aunque no nos quieran ver, porque existimos y resistimos. De otra forma, continúan desmantelando el reconocimiento de corporalidades disidentes en nuestra sociedad. Nuestra lucha puede ser acompañada, siempre desde el reconocimiento. Pero, hoy, les protagonistas somos les gordes. 

*Por Sofi Recchiuto para La tinta. Ilustraciones: Flor Virovoy.

Publicado originalmente en La Tinta

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