En el aniversario 50 de la masacre estudiantil del 10 de junio de 1971 bajo el sexenio de Luis Echeverría Álvarez, la organización Comité 68 instaló el pasado jueves un antimonumento sobre Avenida Reforma, Ciudad de México, en el que está plasmada una «V» que representa la victoria, símbolo de las manifestaciones estudiantiles.
«Este antimonumento refleja la memoria de una sociedad, esa que se niega a olvidar y a aceptar las “verdades históricas” de ellos, los del poder; porque nosotras y nosotros construimos nuestra propia memoria, en colectivo, que se hermana con la lucha, el trabajo y la exigencia de justicia, y florece en cada una y uno de nosotros. Está a la mitad del camino de aquella marcha del 10 de junio de 1971 y reclamará en todo momento y a los ojos de todo el mundo, la falta de justicia y la impunidad prevaleciente», afirmó el Comité 68.
A continuación el texto íntegro:
10 de junio de 2021
A la mitad del Camino…
Decidimos instalar este Antimonumento a la mitad del camino como símbolo de la exigencia de democratización del país hace 52 años, por los jóvenes estudiantes del Movimiento Estudiantil de 1968. Ahora, 50 años han pasado del genocidio del jueves de corpus del 10 de junio de 1971.
Los jóvenes estudiantes de entonces lucharon ante una emergencia nacional, pues conocían muy bien al Estado criminal al que enfrentaban. Hay que recordar que fueron testigos de la matanza de la familia del líder campesino Rubén Jaramillo, de la represión al Movimiento Ferrocarrilero, a los médicos, a petroleros, maestros, campesinos, telegrafistas y otros sectores sociales.
Fueron parte del Movimiento Estudiantil de 1968, el más democratizador y emblemático de la historia, en el que fueron asesinados cientos de estudiantes y miles más resultaron presos y posteriormente perseguidos políticos toda su vida. Sin embargo, decidieron volver a «ganar la calle» un jueves 10 de junio de 1971: consientes y valientes enfrentaron al régimen autoritario y represivo de Luis Echeverría Álvarez (LEA). Ese día les esperaba una emboscada perfectamente coordinada por el ejército, la Policía del Departamento del Distrito Federal y la Presidencia de la República.
Mientras los jóvenes luchaban por desmontar un régimen represivo y autoritario, Echeverría instauró uno de los peores períodos de la historia contemporánea del país, pues no solo utilizó grupos paramilitares como los “Halcones”, también utilizó dependencias de seguridad locales, estatales y federales, incluyendo al ejército, mediante planes y programas contrainsurgentes a los que dotó de atribuciones extraordinarias, alcanzando dimensiones ilegales y criminales que sembraron el terror a lo largo y ancho del país.
En este sentido, hace 50 años apareció el primer plan contrainsurgente del país, el “Plan Telaraña”, que se utilizó para masacrar a grupos enteros en el Estado de Guerrero y, aunado a esas prácticas genocidas de terror, se promovió el narcotráfico, la intervención norteamericana y la corrupción como práctica política.
La estrategia del Movimiento Estudiantil de 1968 y 1971 fue ganar la voluntad del pueblo. Y así fue, el pueblo comprendió que la lucha de los jóvenes estudiantes era la lucha por un país democrático, por un mejor país. A 50 años tenemos a los mismos jóvenes estudiantes luchando por democratizar la UNAM, el IPN, la UACM, y tenemos a los jóvenes estudiantes de las Normales Rurales defendiendo el derecho a la Educación pública, popular y socialista.
Estamos a la mitad del camino, a 50 años del 10 de junio de 1971, y lo fundamental de las demandas del Movimiento sigue vigente. Ahora, a los mismos 50 años en que Echeverría instauró el terror genocida como respuesta a las demandas del pueblo y generó un desastre nacional que resultó en una guerra contra el pueblo, nosotros nos defendemos con la única cualidad vigente e inherente al pueblo: la colectividad hecha movimiento.
Nos comprometimos con nuestros compañeros y compañeras a no olvidar y no perdonar, peleamos por que el sentido común sea la capacidad del pueblo por cambiar el rumbo de la historia. Hoy plasmaremos en el corazón de una de las avenidas más importantes del país -para el capitalismo- un símbolo que nos ha unido a los de abajo: la “V” que representa la victoria, pues venceremos.
Este antimonumento refleja la memoria de una sociedad, esa que se niega a olvidar y a aceptar las “verdades históricas” de ellos, los del poder; porque nosotras y nosotros construimos nuestra propia memoria, en colectivo, que se hermana con la lucha, el trabajo y la exigencia de justicia, y florece en cada una y uno de nosotros. Está a la mitad del camino de aquella marcha del 10 de junio de 1971 y reclamará en todo momento y a los ojos de todo el mundo, la falta de justicia y la impunidad prevaleciente.
Con este antimonumento también reclamamos que el espacio público: las calles, avenidas, edificios públicos, universidades, cárceles, hospitales, parques y jardines le pertenecen al pueblo. Reclamamos que saldremos, los tomaremos y los resignificaremos.
Es un señalamiento directo de que ya no es posible seguir protegiendo a los perpetradores, pues el pueblo es quien exige directamente que se juzguen y se castiguen los crímenes de Estado, tanto del pasado como los recientes y los actuales, que se respeten los derechos humanos y la jurisdicción nacional e internacional y que funcione verdaderamente un mecanismo democrático que impida que cualquier gobernante arremeta contra sus ciudadanos.
Ante tribunales federales se demostró el carácter oficial del crimen del 10 de junio, evidenciando los elementos que revelaban una política de Estado centrada en la persecución y abierta represión a todos los grupos opositores. Se demostró que el Estado cometió genocidio, delito de lesa humanidad.
Aunque ante la opinión pública y medios de comunicación se ha querido convencer de dos asuntos -que LEA fue absuelto por el delito de genocidio del 2 de octubre y que el genocidio en México, como la matanza del 10 de junio de 1971, prescribió-, las afirmaciones son falsas, LEA es prófugo de la justicia y el genocidio no prescribe, pues como delito de lesa humanidad debe perseguirse y castigarse independientemente del lugar y la fecha en la que se cometió.
No hay prescripción, de manera que pueden ser juzgados LEA y sus secuaces, que son un montón de políticos. Sabemos que por la cadena de mando LEA determinó el ataque a los estudiantes el 10 de junio y de todas las masacres posteriores que sucedieron en el país, por ejemplo, en el Estado de Guerrero en contra de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR), encabezada por el maestro normalista Genaro Vázquez, y en contra del Partido de los Pobres, encabezada por el comandante guerrillero Lucio Cabañas.
Mañana, si hubiera voluntad política, LEA podría ser condenado a cadena perpetua por el genocidio del 2 de octubre, por la matanza del 10 de junio y por las dos mil personas desaparecidas y asesinadas en el período de la Guerra Sucia. También podría ser condenado por promover el intervencionismo norteamericano, por promover el narcotráfico en todo el territorio nacional, por enriquecimiento ilícito y por todos los agravios que se han acumulado por la falta de justicia, por ejemplo, la impunidad en la se ha actuado contra la voluntad del pueblo.
Pero así como el genocida está por cumplir 100 años de impunidad, también la lucha por la justicia puede estar por cumplir su objetivo, sólo falta que las autoridades se tomen en serio su papel de promover y procurar justicia (Estado de Derecho).
Si llevar a la justicia a LEA por los casos antes expuestos no encontrara vinculación alguna, les recomendamos buscar mediante la Unidad de Inteligencia Financiera el delito de enriquecimiento ilícito vinculado a la violencia política con la que estuvo caracterizado su sexenio.
A 50 AÑOS DEL 10 DE JUNIO
A la mitad del camino de aquella marcha que no pudo llegar a su destino.
Exigimos: justicia para el Pueblo.
Mientras el Estado mexicano no abra procesos de justicia y los ejerza, pierde todo el derecho de hacer memoria
¡¡¡EL PUEBLO EN PIE DE LUCHA!!!
¡¡¡¡JUSTICIA YA!!!!