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A dos años del feminicidio de Lesvy, un llamado a la defensa pública de la verdad y de la memoria

Grupo de Acompañamiento Político de la Familia de Lesvy Berlín Rivera Osorio

“Justicia para Lesvy, justicia para todas”: los hilos de colores van tejiendo su nombre en un bordado colectivo que realizan nuestras compañeras desde afuera del juzgado. El sol intenso vigila la jornada por segundo día, en la calle se monta un pequeño techo improvisado con mantas y estambres, nuestra pequeña casa móvil se instala junto a la reja.

Todas bordamos, todas cabemos en el círculo, este es un espacio para estar juntas, para tejer memoria viva y traer al presente a quienes nos han arrebatado, aquí están.

El escenario ahora incluye más fotografías que han traído las mamás de #NiUnaMenosMéxico, ahí está Lesvy, Chuy, Diana, Marisol, Alejandra, Viviana, Guadalupe, Lety, Dalia, Lesly, Campira y todas las que nos faltan.

Ese ahora es un lugar seguro, muy nuestro, y que hemos sacado a la calle para insistir y decir: aquí estamos.

En la calle las compañeras reparten pan y café. Araceli trae un par de carpetas con fotografías de Lesvy, álbumes llenos de imágenes de su infancia, amorosa y coloridamente decorados con recortes y calcomanías de caricaturas: Lesvy en Halloween, fotos del grupo 2-A en la primaria, Lesvy con sus conejos y perros, Araceli y Lesvy en territorio autónomo zapatista.

Sentadas en círculo sobre la banqueta comenzamos a elegir telas de colores, hilos, la mejor aguja para el grosor del hilo o el estambre, se planea que concluyamos juntas cuando el juicio haya terminado. Pronto, la comunidad que pasa muestra su solidaridad: las trabajadoras de la panadería de la acera de enfrente nos permiten conectar nuestra extensión para la bocina, otra persona nos permite amarrar nuestras telas a su camioneta para apaciguar los rayos del sol.

Más tarde, tres estudiantes de secundaria se acercan a preguntar qué hacemos ahí, algunas les cuentan qué es un feminicidio, qué es una desaparición forzada, y que el juicio que se lleva dentro va por Lesvy Berlín, pero que es también para exigir justicia para todas las que no están. Una mujer se acerca y pregunta directamente cómo puede ayudar.

Compartimos la palabra, la música, los cuidados, la comida, mientras esperamos noticias de lo que pasa adentro.

***

A la par, hay colas para entrar al juzgado. Adentro el personal se ha triplicado con policías que van y vienen. Ahí está la prensa, la sociedad civil, las organizaciones de defensa de los derechos humanos, con decirles que hasta personal de la Oficina del Alto Comisionado. Inédito, resulta inédito, ver en un juzgado mexicano la presencia de chalecos azules, espectando.

La defensa pública de la verdad y de la dignidad se está acuerpando, como dicen las compañeras que se mantienen afuera, bordando. Las que estamos dentro esperamos en fila para acceder a la sala, no vemos a las espaldas ensanchadas de ayer, no vemos a ninguno de los abogados que decían no haberse preparado. Entonces, Ana Yeli y Sayuri, nuestras abogadas, entran en la sala, ¡Say lleva un diminuto puntito rosa brillante en la espalda!

Ahora sí la cosa está agitada, hay sonrisas que no son a medias, son sonrisas enteras: sonrisas de mujeres, de defensoras, de chalecos azules, de compañeras de la prensa, todo a punto, todas convocadas para escuchar lo que ahí se ha de decir bien claro.

Ya nos conocemos las formas, con veinte minutos de retraso comienza la audiencia, sin mediar palabra; todes de pie, aparece el juez.

–¿Y su abogado particular?, le pregunta el juez al acusado.

A lo que él mismo responde, –evidentemente lo acaban de nombrar, va a dar paso la defensa pública.

Resulta que le han “abandonado”, pero esto será una ilusión o las quijadas hoy lucen un poquitín desajustadas. Entonces, una de las escenas más hermosas del día, el juez pide a lxs testigxs que abandonen la sala. En bloque, un grupo entero de diecisiete hombres y mujeres se levanta y sale de la sala. Testigxs que han sido convocadxs a contar su parte de verdad, a hablar en defensa de Lesvy, pues ella ya no puede hacerlo. Un momento que nos hace recordar las palabras de doña Irinea Buendía: “se levanta la dignidad de nuestras hijas para exigir junto a nosotras justicia y justicia”. También sale Araceli y Lesvy papá.

Cuando el juez dice, “se procede a saber si el acusado es inocente o culpable”, el aire acondicionado se enciende por primera vez, el audio casi no se escucha, nuestra bocina está apagada, el público hace una seña diciendo con mímica que “¡no escuchamos!”. El policía encargado de la sala mueve la cabeza de un lado a otro, negando. De repente la justicia habla bajito, entonces aparecen caras de sorpresa, ¿de verdad, de VERDAD, nos están negando nuestro legítimo derecho a oír lo que está a punto de suceder?

Esta es una invitación para afinar el oído, a quienes puedan oír; a afinar la mirada, a quienes puedan observar, porque lo que están a punto de escuchar es el sonido de la más bella dignidad.

Nuestras abogadas presentan el alegato, “señores jueces: el día de hoy, y durante este juicio, la asesoría jurídica, en coadyuvancia con los agentes del MP, probaremos ante ustedes la autoría directa y material del acusado en la comisión del feminicidio agravado de Lesvy Berlín Rivera Osorio, lo cual ocurrió el 3 de mayo de 2017 en Ciudad Universitaria”.

En su narración nos presentan a Lesvy, quién era, qué disfrutaba y cuál era su proyecto de vida. También nos comparten un poco de su historia familiar, una madre que gran parte de su vida ha sido trabajadora de la UNAM, y por tanto, Lesvy fue parte de la comunidad universitaria desde temprana edad, pues estudió en escuelas para hijxs de trabajadores de la universidad. Escuchamos de la violencia que de manera continua y progresiva ejerció el acusado sobre ella, el control y restricción sobre sus relaciones sociales con que la manipulaba, violencia física, psicológica, económica y verbal que ejerció hasta el día en que le quitó la vida. Poco a poco irían apareciendo las piezas que con toda dignidad nuestra familia y nuestras abogadas se han encargado de recoger para reconstruir este relato.

Al final del día aparece por la puerta Lesvy papá. A pesar de la humillación, el desprecio, el abandono, el rechazo, la violencia, los jalones, los golpes, la asfixia, la soledad y la muerte, Lesvy papá nos da una clase de humanidad, él dice: “estoy aquí para buscar verdad y justicia por el asesinato de Lesvy Berlín Rivera Osorio, mi hija”.

Lesvy papá cuenta que cuando Lesvy nació no le quisieron poner sus apellidos porque él es extranjero, “llegué como refugiado político a este país”, dice, “no fue hasta el año 2010 que cambiamos los apellidos de Lesvy porque a mí me regularizan, entonces había problemas con los papeles, por eso mi hija no había terminado sus materias en el CCH”.

Cuenta de cuando Lesvy se fue de gira con la estudiantina de la UNAM, a la que ella pertenecía, o de cómo se independizó y comenzó a trabajar en una cafetería, también sobre su gusto por los idiomas y las artes, recuerda aquel doloroso 3 de mayo, y nos llena el corazón con historias hermosas.

Tal vez ellos, los jueces y los abogados, no lo saben, pero Lesvy no ha muerto, Lesvy somos todas.

¡Es cuanto!

– Grupo de Acompañamiento Político de la Familia de Lesvy Berlín Rivera Osorio

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