Ma, si no me encuentras
Búscame en las estrellas
y siéntame en tu corazón
Verónica Manzano salió a comprar un medicamento a las tres de la tarde. Poco más de un año después y ella no ha regresado. Verónica no iba con sus amigas, no iba con su novio ni iba de parranda, explica su hermana Jazmín, frente a miles de mujeres que llenaron la Glorieta de las Mujeres que Luchan. Verónica no regresó. La familia la sigue buscando sin encontrar pistas, mucho menos el apoyo institucional que habían esperado. Es por esto que Jazmín declara que la marcha de este 8 de marzo, “No es festivo.”
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Jazmín tiene razón porque la marcha de más de cien mil mujeres es un río de denuncias que da cuenta de lo común y cotidiano de los abusos y la falta de solución. No marchan para pedir mejoras laborales o más guardarías. Piden que sus compañeras y familiares regresen con vida, que el cariño familiar no se vuelva abuso sexual, que el hombre respete el cuerpo de la mujer, vestida como ella quiera, como ella decida.
Lo que ofrecía La Glorieta de Las Mujeres que Luchan antes y durante la marcha no fue festivo pero si fue cálido y fue un abrazo muy fuerte para los familiares de las desaparecidas. Entre la capacidad de mujeres de contar en público su dolor más profundo que es la pérdida de una familiar, escuchamos el entrañable canto del coro La Coraza, un taller de más de 50 mujeres de diferentes edades e historias, unidas por el canto y por el deseo de compartirlo con compañeras en las marchas y movimientos sociales. La dulzura de las voces de la Coraza daba ánimo y esperanza.
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Evelin Acosta, decimista e improvisadora de Loma Bonita, Oaxaca, abrió una serie de mini conciertos que, juntos, formaron un abrazo musical para las mujeres que marcharon. Evelin expresó en sus rimas las voces de muchas madres, hermanas, hijas que han perdido a una mujer cercana. Palabras bellas sobre los horrores y dolores resuenan muy fuerte; conmueven y generan aplausos muy sentidos.
Evelin dice que su participación al lado de otras grandes músicas del bolero, la chilena, la cueca, la canción de protesta y el son jarocho, “son instantes de emociones encontradas. Hay mucha hermandad, mucha ternura, pero también hay mucha rabia y enojo por todas las injusticias que suceden”.
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El dueto de la Costa Chica de Guerrero, Las Hermanas García, cantaron un tema compuesto por su madre y un padrino, que ellas habían cantado en público por primera vez cuando tenían 9 y 10 años. Es una denuncia muy íntima de un caso de violencia doméstica contra la mujer. La voz de la hija pide que no se lastime más a su madre y poco a poco agarra más confianza en sí misma, para poder exigir que deje de pegarle a la madre y, al menos en esta canción, lo logra.
Estas voces tiernas de Las Hermanas García, que reflejan las de las victimas del abuso más inocentes, fueron seguidas por el falsete de una cantautora poderosa, Maya Burns, una mujer bicultural con la capacidad de convertir un huapango de Roberto Cantoral en la denuncia del feminicidio.
Desde Chile, una cantautora de enorme fuerza emocional, Fabiola, “La Hemiola del Sur”, prendió al público masivo con su canto a las mujeres revolucionarias. La voz de Fabiola es cristalina y fuerte. Con denuncias valientes y dolorosas sonaba tan fuerte como el vidrio.
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Este abrazo musical, una pequeña parte de una enorme marcha, se acabó con el dueto de jarochas, “Qué Siempre Sí”. Cerraron con una Bamba inolvidable:
Ay arriba y arriba,
arriba iré
Porque soy feminista
yo lucharé.
Con la invitación de La Glorieta de las Mujeres que Luchan a estas mujeres, igualmente a las del coro La Coraza, se aprecia muy claramente la importancia de los puentes entre la cultura y el activismo. Las artistas abrazan a las que marchan con su canto y sus versos, y ellas mismas reciben energía y decisión del ejemplo de tantas mujeres valientes que levantan sus voces en momentos de dolor.
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Las artistas ayudan a soñar, como sueña la cantante y compositora Maya Burns: “Mi sueño es que algún día nos reunamos sólo para celebrar y que no sea necesario esta lucha, porque la libertad se haya alcanzado.”
Mientras tanto, el río de mujeres sigue la marcha hacia el Zócalo y entre ellas están las fandangueras, las tamboreras feroces y muchas mujeres que cantan y bailan y cargan un mar de pancartas. La Marcha del 8 de marzo es multitudinaria y extraordinaria. Es un despertar para muchas mujeres que, unidas y abrazadas, se saben acompañadas.