10 de junio no se olvida

Alberto Híjar Serrano

Sustraído de un cuerpo de alta especialización en seguridad nacional, o sea la de Estados Unidos, es el párrafo siguiente sobre la tortura que es: “el dolor preciso, en el momento preciso, en la cantidad precisa, para el efecto deseado”. Tortura, desaparición forzada, interrogatorio para inculpar compañeros e identificar sitios de reunión, ha sido una práctica propia de los aparatos represivos de Estado necesitados de represión organizada con recursos paramilitares. Alguien tiene que hacer los trabajos sucios.

Por más de treinta años, la Dirección Federal de Seguridad ya desaparecida, ocupó este edificio habilitado como cárcel clandestina para la tortura, interrogatorio y distribución de subversivos capturados para enviarlos a centros de exterminio como el Campo Militar No. 1, el Aeropuerto Militar de Santa Lucía, la PGR y el sótano de la Policía en Tlaxcoaque. Unos cuantos, como mis once compañeros de las Fuerzas de Liberación Nacional de Monterrey y yo, la pareja que entregó la casa de seguridad y dos sobrevivientes de la masacre de cinco compañeros en Nepantla, sobrevivimos al ser presentados para aplicarnos todo el peso de la ley. La memoria del cuerpo nunca nos abandona como efecto del capuchón negro de plástico para anular la percepción del tiempo y el espacio, las golpizas y maltratos, las amenazas e insultos que han dejado huella tan profunda que escapa al control racional.

Los lugares, instituciones y grupos paramilitares, implican habitantes: figuras y figurillas como llamó Julius Fučík, el comunista checoslovaco, cuando estaba a punto de ser asesinado en una cámara de gas por los nazis. Figuras que no son desaparecidos porque tienen nombre, tuvieron rostro, tienen familia afanada en su búsqueda y en la denuncia de las figurillas de lodo generalmente impunes y a quienes también hay que tener presentes. Ni perdón ni olvido, es el clamor llegado desde Argentina con su ejemplar señalamiento de los lugares de la represión y la tortura, y la consiguiente organización de grupos de atención psicológica y asistencia legal para someter a juicios y encarcelamientos a los criminales de Estado.

Nunca más, exigimos los sobrevivientes y los familiares. Nuestras marchas, plantones, huelgas de hambre dentro y fuera de las cárceles, nuestras búsquedas de desaparecidos, los antimonumentos para activar la memoria con dimensión histórica, ahora son atendidos simbólicamente por la Secretaría de Gobernación y por la Coordinación Nacional de Memoria Histórica y Cultural de México. Resulta todo esto de una larga lucha constante e incansable, de más de cuarenta años, por los derechos humanos plenos y universales. EUREKA todavía no se llamaba así cuando las madres de desaparecidos organizaron la huelga de hambre en las rejas de catedral; Josefina Martínez y su esposo Felipe Martínez Soriano, llegaron hasta Europa para conseguir la solidaridad de Madame Miterrand.

El Centro Pro contribuye desde entonces albergando y orientando los trámites legales, el Francisco de Vitoria, donde estuvo refugiado el Socorro Jurídico del Arzobispado de Monseñor Romero, honra estos nombres. Las centenas de familiares buscando como ahora en cárceles, cuarteles, centros de tortura, juzgados, sufriendo maltratos y resistiendo, encontrando, transformando el dolor en demanda justiciera conmueven a distinguidos productores gráficos, pictóricos, escultóricos, literarios, músicos, videoastas y cineastas para difundir los clamores de justicia, verdad, presentación con vida de los desaparecidos, liberación de los presos políticos, castigo a los culpables y garantía de no repetición.

Se trata entonces, de acelerar y mejorar las búsquedas y encuentros, la liberación de todos los presos políticos, del cese de hostigamiento militar y paramilitar. Entre los interesados y los afectados, hay dudas, reprobaciones y hasta denuestos, que habrá que dirimir con la crítica reflexiva al Estado y a la fase histórica.

La lucha viene desde Yanga y los insurrectos contra el Imperio Español, los guerrilleros como Guadalupe Victoria, reconocido como el primer Presidente de México con todo y su nombre clandestino, los cientos de guerrilleros contra las intervenciones francesas y yanquis, los integrados de manera irregular pero efectiva al Ejército Libertador del Sur y a la División del Norte, los magonistas al ataque un 23 de septiembre en Palomas, Las Vacas y Acayucan para probar que la dictadura no es invencible, los organizadores de pueblos y comunidades obligados a la lucha armada como respuesta a la represión del despotismo de Estado, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, las policías comunitarias como autodefensa urgente ante el crimen organizado apoyado por la vista gorda de poderes locales. Hay una larga y heroica construcción de la Nación desde abajo y a la izquierda como constructora de la historia de México irreductible a la de Estado y las constituciones políticas en exclusiva.

Que hoy digamos esto ante los responsables de la gobernación de México, significa una grave responsabilidad del Estado para no reducirla a simbolismo hueco. Las graves situaciones actuales nos obligan a quienes clamamos verdad y justicia, a no parar en la investigación, la documentación, el trámite legal, la movilización y la difusión de la memoria histórica urgente y necesaria para todos: Estado, insurrectos y sociedad civil en proceso constante de transformación política. De eso se trata: de politizar la Historia de México, de descubrirla como lucha de clases. Sólo así la transformación dialéctica de los poderes del pueblo en lucha por la justicia plena y del Estado por consolidar la soberanía nacional, se concretará como encuentro de graves responsabilidades históricas.

Termino con una prueba de afirmación histórica. La necesidad de liberar los saberes, de construirlos como procesos sentipensantes, legitima citar a Hegel y la astucia de la historia. La calle de atrás de la Circular Morelia se llama Guaymas como premonición adivinatoria del homenaje necesario a nuestros héroes y en especial a Mario Cartagena, El Guaymas, cuya pierna herida y gangrenada por la desatención en el Hospital Militar, tuvo que ser amputada, luego de haber participado en la heroica fuga de la Cárcel de Oblatos en Guadalajara. Siguió su tortura en el Campo Militar No. 1, él no pasó por Circular Morelia #8. Habremos de luchar por los nombres de calles y plazas, y hemos de seguir colocando placas memoriosas y antimonumentos para mantener vivas y activas las demandas justicieras. La historia está de nuestro lado.

Quedan nombres pendientes: el de Eduardo Treviño Tavares con balazos en pulmón e intestino en la tarde del Halconazo del 10 de junio de 1971. Murió un mes después, la Prepa Popular adoptó su nombre. Tampoco de este crimen de estado hay datos precisos. Otro 10 de junio, el de 2013 en Piedras Negras, Coahuila, Víctor Manuel Guajardo Rivas fue secuestrado por el Grupo de Armas y Tácticas Especiales, y aún no aparece. Los responsables de las masacres de El Charco, Aguas Blancas, Tlatlaya, Apatzingán, Nochixtlán, del asesinato de Samir Flores y los acumulados día a día como parte del acoso terrorista contra pueblos y comunidades, siguen impunes. Lucía Andrea Morett, sobreviviente de la Masacre de Sucumbíos con participación de la base militar yanqui en Ecuador y el ejército colombiano, sigue abandonada a su suerte en el exilio por la cancillería mexicana. Sus familiares sanguíneos, su familia ampliada con nosotros, clama por verdad, justicia y fin a la impunidad de los criminales. Ni perdón ni olvido. Castigo a los asesinos. Libertad y consulta de expedientes y archivos. Fin al fuero militar de hecho. La lucha sigue.

Circular Morelia #8, 10 de junio de 2019

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Una Respuesta a “10 de junio no se olvida”

  1. Hace 48 años, el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador era un militante distinguido del Partido Revolucionario Institucional, y ahí siguió en un silencio cómplice y cobarde… Pero ni él ni sus seguidores ni los que marcharán esta tarde lo recuerdan, no les interesa tener un presidente cómplice de esa brutal represión de la que él fue parte

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