Guatemala, Guatemala. El futbol fue una excusa. Ver putas y futbol fue irresistible para la sociedad del morbo y del espectáculo; este asunto le pegó a los guatemaltecos, y también a los que esperaron pornografía y se encontraron ahí muchas otras realidades, explica Andrés Zepeda, integrante del equipo de filmación de Las Estrellas de la Línea. El documental, dirigido por el cineasta Chema Rodríguez, informa sobre la realidad de las trabajadoras sexuales, la discriminación y el abandono de una sociedad que vive en medio de guerras y dictaduras.
Las Estrellas de la Línea se realizó en año 2006. El documental trata de un equipo de futbol de trabajadoras sexuales que viven y trabajan al lado de las vías del tren en la ciudad de Guatemala, a escasas calles de distancia del centro. Ellas tomaron al futbol como arma de denuncia y decidieron enfrentar a la clase social conservadora de la sociedad guatemalteca.
El entrenamiento de las trabajadoras sexuales empezó en 2004. Zepeda fue el contacto del director con ellas. Ya cumplimos diez años del rodaje pero sus condiciones son estructuralmente iguales. Antes las calles de la línea eran de tierra, ahora tienen asfalto, pero eso no modifica su realidad. Ahora la oficina central de la policía está a un lado de la línea (vías del tren) y eso no es ventaja, pues siguen igual las extorsiones de la misma policía. Las Maras son las dueñas de la calle, y ahora también tienen que pagar a las pandillas, explica Andrés Zepeda.
La línea es una hilera de tres calles, en medio de las que pasa el tren. A los lados se encuentran las casitas y los lugares de trabajo de las Estrellas de la Línea, como se hicieron llamar las futbolistas. A principios de siglo fue la salida de la capital hacia el Caribe, y hoy está absorbida por el centro histórico. Es un lugar que habitan históricamente personas de escasos recursos, ahí se encontraban las pensiones de paso, los servicios más baratos y también la prostitución, explica el realizador.
De la línea a la cancha
La forma en que ellas pensaron para defender sus derechos apuntaba a una línea tradicional de lucha: pancartas, mantas, marchas. Discutimos la propuesta del futbol y en dos semanas se apropiaron de la idea; ya después no faltaron a los entrenamientos y tomaron el juego dentro de la cancha. Ya la idea de la visibilización no era el punto central, sino el futbol. Al principio se doblaban los tobillos y, a pesar de eso, siguieron jugando, relata Andrés Zepeda.
La ciudad de Guatemala se organiza en zonas circulares que van del centro hacia afuera; las trabajadoras sexuales y futbolistas pertenecen a la Zona Cinco. La Línea es un barrio donde habita la prostitución desde hace muchos años, pese a censuras y dictaduras o negaciones eclesiales. Es un sitio sórdido, una zona marginada y de difícil acceso, a apenas seis cuadras de la plaza central de la ciudad. Se respira decadencia y es parte del espejo de los países de Centroamérica; es un lugar que se quiere esconder, pero no puede ocultar la pobreza y miseria en que vive un país entero, describe Andrés Zepeda.
Algo que unió al grupo de trabajadoras sexuales fue el impulso por cambiar su situación, narra el también productor. Vimos cuáles eran los intereses comunes, sus experiencias y antecedentes. Nos dimos cuenta que el común denominador es la discriminación que sufren a diario -extranjeras y guatemaltecas- por parte de la policía, explica.
El director Chema Rodríguez conoce muy bien Guatemala, indica Zepeda. Exploraron posibilidades de realizar trabajos con niños de la calle, ex guerrilleros, militares en tiempos de cese al conflicto armado, prostitución y narcotráfico. La idea fue hacer un registro documental. Cuando los dos estábamos en Guatemala, lo llevé a La Línea y ahí comenzó todo, abunda el realizador.
Entrevistamos una a una a las 170 trabajadoras sexuales que habitan ese lugar, recuerda Zepeda. Se presentó la propuesta y decidimos rodar con las que quisieran, con su realidad como punto de partida.
La pasión y el morbo fueron los componentes para la narrativa del documental; los realizadores pensaron en partir del futbol para poner en el foco de atención la problemática de las trabajadoras sexuales, no sólo para el público masculino sino para la población en general.
Andrés Zepeda recuerda que cuando era niño, la sola mención de La Línea despertaba interés. Ya estando ahí, convocado por esa curiosidad, no dejabas de sentirte como extranjero, era el estigma y el ambiente visual que se encontraba en ese lugar.
Trabajadoras sexuales contra la sociedad conservadora
Después de entrenamientos futbolísticos, fracturas en los pies, partidos perdidos, entusiasmos y salida de la rutina de La Línea, las trabajadoras sexuales se sintieron preparadas, rememora Zepeda.
Se apostó a inscribirse en los torneo de mujeres, de las niñas de bien guatemaltecas. Supimos que pasaría algo. La idea era confrontar a las clases sociales y decir que existe discriminación. El encuentro se dio, el partido lo perdieron dentro de la cancha pero lo ganaron afuera, porque esto permitió que las madres de las niñas protestaran, abunda el realizador.
Las mujeres conservadoras empezaron a decir que las trabajadoras sexuales contagiarían de Sida a sus hijas a través del sudor, lo que permitió ver lo superficial, el racismo y la mezquinad de la sociedad, expresa Zepeda. Se repartió un documento, la prensa lo retomó y se reprodujo la nota. El tema ya estaba dado gracias a las declaraciones racistas de las mamás de las niñas. Las trabajadoras sexuales salieron del anonimato y a la calle de otra manera, explica.
La opinión pública se partió en dos, explica Zepeda. Una buena parte entendió la importancia de visibilizar y entender esta realidad, por muy macabra y vergonzosa que pueda parecer. La otra mitad lo condenó tajantemente por miedo, desconocimiento, vergüenza y discriminación.
La noticia le dio la vuelta al mundo. Las Estrellas de La Línea realizaron una gira departamental por Guatemala y acudieron a El Salvador a un torneo. En la mayoría de los encuentros se enfrentaron a equipos de trabajadoras sexuales.
El futbol fue la excusa para contar su historia. Se remontó la idea del documental tradicional. Fue una plataforma narrativa en la que se contaron historias que pasaban como un carrusel emocional, que te llevaba de la risa a la tristeza muy rápidamente, relata el guatemalteco.
Zepeda recuerda especialmente a Marina. Ella tenía 60 años y se nos salió del parámetro. Tenía muchas cualidades, pero no en el futbol; sin embargo, se convirtió en la presidenta de la porra.
Cada una trae una carga de valor y espontaneidad que esconde historias que te dejan frío. Cuando uno está jodido, conviene escuchar estas historias de gente que tiene adversidades de verdad, reflexiona Zepeda.
El realizador precisa que sabe que hace falta más de una película para cambiar la realidad de un país. Ni el gobierno ni la sociedad están dispuestos a cambiar los esquemas mentales. Somos demasiado tradicionalistas. Estas realidades, lejos de enfrentarlas. las preferimos esconder debajo de la alfombra, valora.
El documental le abrió puertas a las trabajadoras sexuales y les dio permiso para soñar. Fue un golpe regresar a la realidad. Los reconocimientos y los aplausos llegaron, pero los contratos y el estrellato, jamás, detalla.
23 junio del 2014