Bosnia arde en indignación contra su clase política

Chiara Milan Traducción: Clayton Conn

Bosnia. Bosnia-Herzegovina finalmente surgió de la periferia, otra vez, como un país en llamas. El 5 de febrero, trabajadores recién despedidos de las fábricas privatizadas de la ciudad industrial de Tuzla, la tercera más grande del país, salieron a las calles a reclamar atención médica y el pago de pensiones, sus pagos retroactivos de 50 meses, y que el gobierno combata el desempleo juvenil, cuya tasa subió hasta el 60 por ciento.

A las protestas, organizadas por los sindicatos locales y la asociación de desempleados del cantón -anunciadas por la página de Facebook “50 mil personas para un mejor mañana»-, se unieron los estudiantes y los ciudadanos, que estuvieron de pie delante del edificio de la corte cantonal antes de avanzar hacia el gobierno local con la intención de entrar en sus locales. Obligados a retroceder violentamente por la policía, los manifestantes comenzaron a arrojar huevos y piedras contra la pared del edificio, mientras que la policía antidisturbios -con la intención de asegurar las entradas del edificio cantonal- reaccionó con gases lacrimógenos y balas de goma. La ciudad de Tuzla fue completamente bloqueada, y al final del día 27 personas resultaron detenidas, mientras que otras 23 resultaron heridas.

Dado que los trabajadores no se dieron por vencidos, siguieron dos días más de disturbios. En pocos días se organizaron seis reuniones en solidaridad con los trabajadores de Tuzla en toda Bosnia, en las dos entidades semiautónomas que componen el país desde el fin de la guerra: la República Srpska, la entidad predominantemente serbia, y la Federación de Bosnia-Herzegovina, la entidad bosnio-croata. Sin embargo, mientras que la reunión en Banja Luka, la capital de la entidad serbia, siguió un camino pacífico, en Zenica, Mostar y Sarajevo las protestas se transformaron en guerrilla urbana.

Después de que el edificio gubernamental de Tuzla fue incendiado, y de que al tercer día renunció el jefe del cantón, Sead Causevic, el gobierno cantonal de otra ciudad industrial, Zenica, también fue incendiado y su primer ministro renunció también. En la ciudad étnicamente dividida de Mostar, tanto el ayuntamiento como el edificio cantonal fueron incendiados, junto con las sedes de los dos principales partidos nacionalistas, el croata Unión Democrática Croata de Bosnia y Herzegovina (HDZ) y el bosnio Partido de Acción Democrática (SDA).

En la capital, Sarajevo, el edificio presidencial, los archivos nacionales y el cantonal y el consejo de la ciudad se convirtieron en el blanco de la ira, como símbolos de una clase política corrupta e incompetente que ha saqueado el país desde el final de la última guerra. En Sarajevo, en un primer momento, la policía reaccionó con granadas de aturdimiento y balas de goma, y se registraron enfrentamientos en la zona de Skenderija.

Aunque en este momento los análisis y debates están en torno al giro violento de las protestas, vale la pena dar un paso atrás para ver de dónde y por qué surgieron las protestas. Tuzla, la «tierra salada», tuvo una vocación industrial desde la época austro-húngara. Esta ciudad, una encrucijada de pueblos diferentes, es conocida por ser un bastión supuestamente multiétnico del Partido Socialdemócrata. Las fábricas más grandes de la zona, nacionalizadas bajo el sistema socialista, se sometieron a un proceso de privatización después de la guerra, lo que dio lugar a su quiebra y la pérdida de empleo para la mayor parte de los trabajadores.

Después de la privatización en 2007 de la planta de detergentes DITA, su principal propietario – endeudado con préstamos bancarios- no pagó los fondos de pensiones y seguros de salud para los trabajadores y, a pesar de que fue demandado, no pudo ser procesado debido a su supuesta incapacidad para asistir a la corte*. Tras el cierre de la empresa, en diciembre de 2012, los trabajadores de DITA – un gigante que antes de la guerra garantizó mil 400 puestos de trabajo- optaron por no ir a la huelga, sino por realizar piquetes fuera de la fábrica. Hoy, después de más de un año de protestas y hambre, el mundo llegó a conocer acerca de sus demandas.

Los trabajadores de Tuzla son sólo un síntoma del colapso económico del país, cuyo sistema administrativo y político -impuesto desde el exterior- nunca ha funcionado. Su indignación colectiva puso la cuestión de la economía política en la agenda de Bosnia, mientras que los políticos trataron de esconderse de las condiciones económicas del país jugando la carta étnica. Con una tasa de desempleo general cercano a un 28 por ciento, corrupción endémica y un sistema judicial ineficiente, los trabajadores de Tuzla demostraron que la precariedad, resultado de la privatización neoliberal de sus empresas, afecta a todos los sectores de la sociedad.

Bosnia volvió a los escenarios, esta vez no como la periferia olvidada de Europa, sino como un símbolo de que la mezcla letal de «transición eficiente» (traducida correctamente en privatizaciones fallidas) y políticas impulsadas por Estados Unidos y la Unión Europea (traducidas en un sistema administrativo ineficiente) puede conducir a una rabia incontenible contra toda la clase política que, como el pueblo de Bosnia-Herzegovina ya gritó el verano pasado, no representa a nadie más que a las élites étnicas.

Esta vez la carta étnica no se puede usar por más tiempo, ya que junto con los trabajadores de DITA, Konjuh, Resod-Gumig, Polihem y Poliolchem ??(todas las fábricas privatizadas que se derrumbaron en Tuzla), están los estudiantes, a quienes se les niega el derecho a la participación en el programa europeo de intercambio escolar Erasmus, como consecuencia de la falta de voluntad de los políticos para encontrar un acuerdo entre los diferentes ministerios de educación; la comunidad lesbiana-gay-bisexual-trans y queer (LGBTQ), brutalmente atacada por extremistas religiosos en el último Festival Internacional Queer en Sarajevo; y todos aquellos sujetos cuyos derechos son negados en nombre de una «transición» que mantiene la alimentación y la legitimación de su clase política.

Ahora Bosnia realmente se une a Europa -pero de una muy distinta perspectiva a la que inicialmente imaginaron los burócratas europeos: sus plazas se queman, como las de Grecia, España y Turquía.

Publicado el 17 de febrero de 2014

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