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Ya no se escucha a San Juan Aktsiní. Las petroleras se llevan el agua y la salud de Pantepec

Mauricio González González

Doña Antonia recuerda que antes, desde que recuperaron la tierra en 1983, se oía en los arroyos a “San Juanito Aktsiní”, dueño del agua entre totonacos de la Huasteca quien conserva las “semillas” y la fertilidad. Hoy ya no se sabe de él… En 2008, el ejido El Tablón vio como uno de los megaproyectos petroleros panista invadió la región de forma intransigente, un gran negocio que diversas empresas transnacionales como Weatherford y Schlumberger no desaprovecharon, interviniendo la comunidad para hacer exploraciones y colocar pozos en rededor. Era el proyecto Aceite Terciario del Golfo (ATG), que en los años 70 se conoció como Paleocanal de Chicontepec, por el yacimiento que explota, cuyas irregularidades no sólo incluyeron la ambigüedad en los datos sobre la cantidad y calidad de recursos petrolíferos, sino también en la implementación de contratos que en nada beneficiaron a la entonces empresa paraestatal Petróleos Mexicanos (Pemex), sino que tampoco a la producción nacional, pues no sólo no consiguieron las expectativas productivas que habían anunciado (según Pemex Exploración y Producción para 2015 aportaría el 22% del total nacional), sino que expoliaron recursos públicos que incluyeron la factura futura de la paraestatal e intervinieron territorios indígenas construidos al abrigo de milpas y frutales cuyos poblados a la fecha tienen por vocación la producción campesina.

El Tablón es un ejido que conserva las cualidades propias de la Huasteca meridional, en sus linderos alberga a tepehuas, nahuas, otomíes, totonacas y no indígenas, cuya toma de decisión privilegia a la asamblea y la producción agrícola conserva la forma familiar que al ser de cepa indiana, es por demás extensa. Como todo territorio indígena tiene por sociedad un complejo amplio que incluye numerosos entes no humanos que participan de la diplomacia, fertilidad y buena ventura de los humanos, conocidos como “Dueños”, a los que se les tiene presente no sólo en la esfera de producción, sino también cuando los apremios de vida aparecen: la curación por medio de cuerpos subrogados a través de “muñecos de jonote de hule” es el don que sólo algunas, algunos, tienen para enfrentar enfermedades en las que el médico alópata es incompetente.

La historia de los ejidos de la región integra narrativas que describen la epopeya de los sin tierra, quienes a través de la recuperación colectiva en los años 80, lograron al fin consolidar las demandas que la reforma agraria no consiguió otorgar en la región, pues los caciques de entonces se afirmaban cardenistas, conservando así sus privilegios. El Tablón fue un ejido que no sin muerte, represión y persecución, logró regularizar su situación. No todos tuvieron la misma suerte, la mirada se ensombrece al conocer el destino de comunidades como La Sabana, que fue arrasada por “guardias blancas” coludidas con poderes locales que a la fecha alimentan la lista de personas desaparecidas cuya exigencia de justicia no ha cedido a pesar del tiempo: ¡Xa lakawan leenka. Xa lakawan ik lakaskina! ¡Vivos los llevaron. Vivos los queremos!

Huasteca tenía que ser, pródiga y en disputa, pues hoy numerosos ejidos son atravesados por la extracción petrolera que, tal como ocurría a principios del siglo XX, se ejerce del brazo de empresas transnacionales probadamente ecocidas avaladas por la novedosa Reforma Energética de 2014 que, además de legalizar la participación de las mismas, fomentó la utilización de técnicas profundamente contaminantes como es la fractura hidráulica o fracking, que se vale de la inyección de millones de litros de agua mezclados con lubricantes tóxicos y arena que, si es el caso de hidrocarburos convencionales, eleva la presión para extraer hidrocarburos densos, mas si es para extracción de no convencionales, fractura la roca madre para extraer el gas que alberga, como sucede en la extracción del gas de lutitas o shale.

La invasión de macroperas que concentran varios pozos en una hectárea por toda la región disminuyó durante la gestión priista del presidente anterior, pero el golpe estaba dado y un nuevo pozo ubicado a 800 metros del poblado comenzó a operar hace menos de un año, generando la alarma de los habitantes no sólo porque se le inyectó mucha agua extraída de uno de los manantiales de la región, sino por el olor que empezó a desprenderse de los contenedores que se encuentran dentro del área de explotación, cuya intensidad fue aumentando al grado de que tuvieron que interponer el pasado abril una queja a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) denunciando agravios a la salud que comenzaron a sentir sobre todo los más viejos y niños, como dolor de cabeza, mareo, vómito e irritación de ojos y garganta. La respuesta no se dejó esperar frente a la presión local: inmediatamente aparecieron directivos de Pemex acompañados de integrantes de la marina que intimidatoriamente interpelaron a los pobladores solicitándoles las sugerencias que ellos ofrecían. El Juez de Paz sólo alcanzó a decir que no eran expertos, pero que debían de parar la emisión de los gases de ese pozo en específico, pues desde su operación, la única que se hace a 4 200 metros de profundidad y que despide ese aroma “a huevo podrido” que “en el sereno” es particularmente insoportable, es evidente que la calidad del aire empeoró. Es de sobra conocido que toda la región del ATG fue intervenida con fracking para la explotación de hidrocarburos convencionales, pero las cualidades de este pozo hacen suponer que es uno de exploración de no convencionales, siempre reservados y confundidos entre los datos de las miles de operaciones de fracking, lo cual pone en máxima alerta sobre los riesgos a los que la población está expuesta, pues en ello no hay ambigüedad, siempre implica contaminación, sea por fallas características de ese tipo de explotación, sea por accidentes o imprevistos.

A la fecha han tenido dos reuniones con directivos de Pemex a los cuales se les ha solicitado información sobre las condiciones ambientales del aire y agua de la comunidad, sin tener respuesta aún. La gente es clara, no quieren que haya más pozos, pero además suplican saber si el agua que consumen sus hijos, sus enfermos, sus abuelos, tiene aún las condiciones para no afectar su vida. Ha pasado más de un mes desde que interpusieron la queja a la CNDH y aún estamos esperando.

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