Trabajadoras del calzado cosen mascarillas de forma solidaria

Josefina L. Martínez

Una enfermera hace un llamado de auxilio en las redes sociales. Los hospitales están desbordados y el personal médico ya no tiene mascarillas. Otra enfermera tiene una idea: que las manos de las aparadoras, esas mujeres laboriosas que cosen desde sus casas, en talleres o en fábricas para la industria del calzado, se pongan al servicio de fabricar mascarillas, para quienes las necesitan.

No hizo falta más que proponerlo, en pocos días, muchas aparadoras de las localidades alicantinas de Petrer y Elda ya han fabricado 5.000 mascarillas para combatir el coronavirus. El ejemplo se multiplica, son muchas las que quieren aportar su trabajo para combatir el virus. Asociaciones de amas de casa y otros colectivos sociales ya comienzan a averiguar cómo fabricar las piezas y qué telas se necesitan.

“Hacer mascarillas es solo maña, mejor si tienes oficio y experiencia, claro. Cualquier modista lo puede coser perfectamente. Las aparadoras tenemos un grupo de WhatsApp. Es una iniciativa muy solidaria, todo el mundo quiere colaborar y hacer mascarillas, no me doy ningún mérito, soy una más”, relata Maria Luisa al diario El País.

La solidaridad de clase también se contagia, porque muchos tienen un amigo, un familiar o un vecino que ha enfermado, porque en medio de esta crisis sin precedentes estamos viendo que el personal médico y enfermeras están en la primera, pero no cuentan con el material necesario, después de años de recortes y ajustes neoliberales.

María Luisa, como muchas otras, han comenzado a hacer este trabajo en sus horas libres, cuando llegan a casa, o después de completar las entregas para las fábricas de calzado. Pero este enrome esfuerzo no es suficiente para responder a la crisis de abastecimiento de mascarillas que es un hecho en todos los hospitales, y mucho más si las próximas semanas van a ser “más duras”, como ha anunciado Pedro Sánchez.

En esta situación, ¿por qué no poner toda la industria del calzado y textil al servicio de producir mascarillas, batas, guantes protectores y sábanas para hospitales, todo lo necesario para esta crisis?

Pero los grandes empresarios del textil no se rigen por las necesidades sociales, sino por la preservación de sus ganancias. Es el caso de Inditex, que prepara un ERTE masivo que va a afectar nada menos que a 37.000 empleos. Mientras Amancio Ortega hace gestos demagógicos como donar mascarillas u ofrecer traer algunos paquetes desde China aprovechando su capacidad logística, enviará a la casi totalidad de su plantilla al paro, un gasto que deberá asumir el Estado, con dinero público.

El grupo Inditex ha facturado 3.444 millones de euros en 2019 y Amancio Ortega es el hombre más rico del Estado español, con una fortuna personal de 63.000 millones de euros. Pero ahora el Estado se hará cargo de pagar el 70% del salario a toda la plantilla. Un negocio redondo.

Y como cinismo no les falta, para demostrar que “todos tenemos que sacrificarnos” en esta crisis, el consejo de administración de Inditex decidió reducir a la mitad el bono que recibe la máxima dirección de la compañía. Eso quiere decir que en vez de recibir una retribución de 6.2 millones de euros, el presidente de la empresa, Pablo Isla, este año recibirá unos 3 millones. ¿Y eso es hacer sacrificios?

Las aparadoras de Elche denunciaron el año pasado que ganaban dos euros la hora. Mujeres que en su mayoría tienen más de 50 años, que trabajan en condiciones de “semiesclavitud” con jornadas de más de diez horas dobladas sobre la máquina de coser Dolores en el cuerpo, en las manos, la vista cansada, estrés y ansiedad, son parte de su vida diaria. Ellas hacen el trabajo que después será entregado al polígono industrial, para marcas como Mustang, Pikolinos, Panama Jack y Tempe, del grupo Inditex.

El ERTE de Amancio Ortega significa que esta crisis la pagarán las trabajadoras y trabajadores, cobrando el 70% del salario, y haciendo que pague el Estado, con dinero que podría ser invertido en el sistema sanitario. El ejemplo de las aparadoras muestra una salida opuesta. Que no haya ningún despido, ningún ERTE, que toda la industria del textil sea intervenida por el Estado y puesta a producir los insumos necesarios para la crisis sanitaria, bajo el control de sus trabajadoras y trabajadores. Este control obrero de estas empresas es el único medio para garantizar una reducción de las jornadas laborales, condiciones de seguridad sanitaria, licencias retribuidas para quienes tengan que cuidar personas enfermas o a sus hijos durante la cuarentena, así como organizar la actividad laboral l servicio de las necesidades sociales.

Las aparadoras de Elche, uno de los sectores más precarios de la clase trabajadora, que hace un año se organizaron siguiendo el ejemplo de Las Kellys, están dando un ejemplo de cómo la clase trabajadora puede dar una respuesta creativa frente a la crisis del coronavirus.

Publicado originalmente en La Izquierda Diario

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