¿Qué es la ecoansiedad?

Perla Chávez

¿Te preocupas constantemente por las situaciones ambientales del planeta? ¿Consideras que ningún esfuerzo individual que realizas en su favor resulta fructífero? Si alguna de tus respuestas es sí, entonces son señales de que podrías tener ecoansiedad.

“La ecoansiedad se manifiesta por medio de una preocupación creciente, miedo o estrés constantes en relación con cuestiones ambientales, generando cambios en el comportamiento, como centrarse en actividades para protegerse de ciertos elementos del ambiente o dejar de hacer otras por temor a peligros en el entorno”, asegura Javier Urbina Soria, responsable académico de la Residencia en Psicología Ambiental de la Facultad de Psicología.

Por su parte, Ingrid Vargas Huicochea, profesora del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina, explica que no es necesario que los individuos hayan vivido de manera directa algún desastre ambiental, como un tsunami o un incendio, basta con que vean en las noticias información sobre estos hechos para que tengan pensamientos catastróficos.

Viridiana García, de 30 años, comenta que cuando lee o ve en televisión noticias sobre las olas de calor, la falta de agua o la contingencia ambiental comienza a sentir temor y preocupación. “Pienso que en un futuro todo será peor, ya que las personas no toman en serio el cuidado del planeta”.

“Cuando veo a amigos, familiares o gente cercana que no ahorran agua, no separan la basura o no contribuyen con ciertas actividades que son sencillas, pero importantes, yo les sugiero que lo hagan. Sin embargo, sus argumentos son que ‘casi nadie contribuye’. Entonces pienso que es necesario seguir animándolos a coadyuvar con esos y otros actos; aunque a veces siento que me obsesiono mucho con el tema; pero a mi parecer, todas las acciones suman”, dice.

La ansiedad es una combinación de lo psíquico y lo fisiológico. Por ejemplo, indica Javier Urbina, la ecoansiedad genera estrés fisiológico, lo que ocasiona que disminuyan las defensas, se alteren los sentidos y haya una modificación de la temperatura corporal. Aunque en la mayoría de las veces son sensaciones momentáneas, pueden ir incrementando su frecuencia y duración hasta llegar a ser crónicas; porque para algunas personas observar el estado general del planeta se convierte en una situación estresante de gran potencia.

“Las señales que indican que los individuos tienen problemas de salud mental debido a situaciones ambientales incluyen pensamientos obsesivos acerca del tema que se pueden presentar constantemente; ver las cosas de manera catastrófica, sin buscar soluciones; y, dentro de las más graves, está el tener pesadillas o reacciones físicas intensas respecto a situaciones desencadenantes, como exponerse al calor o ir a las playas donde han habido huracanes, lo que causa que aumente la frecuencia cardiaca o la respiración comience a ser más rápida”, afirma la también coordinadora de Investigación del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental.

Ilustración: Andrés Otero.

Estresores

Javier Urbina sostiene que cuando se habla de las cuestiones que afectan al planeta –como el cambio climático, la disminución de la capa de ozono, la desertificación y erosión de suelos y transformaciones en los ecosistemas–, el término que debiera utilizarse y que abarca a todas es cambio ambiental global, ya que comúnmente se alude sólo al cambio climático, pero debe considerarse que éste es sólo uno de los fenómenos involucrados.

“Considera cuestiones que impactan de manera directa a las personas, como los climas extremos, la elevación del nivel del mar, la migración, entre otros; y son conocidos como estresores ambientales ya que causan un efecto directo en la población”, expresa.

El ruido, el transporte público o las dificultades para la movilidad peatonal son otros de los estresores que existen ya que, según el docente, cualquier factor ambiental que cause una preocupación mayor puede producir ecoansiedad. Esto es porque lo ecológico no únicamente está relacionado con lo verde o la naturaleza, sino que también abarca el entorno construido, es decir, todo el ambiente de nuestro alrededor.

Agrega que “dicho estrés se intensifica debido al aumento de problemas ambientales que años antes la ciudadanía no experimentaba, por lo que ahora los perciben con mayor frecuencia. Lo anterior se conoce como la percepción de riesgo, que se presenta cuando ciertas situaciones implican una amenaza para las personas. En estos casos es importante ya no sólo observar cómo está el planeta, sino también cómo lo perciben”.

Desesperanza e impotencia

Urbina Soria precisa que los jóvenes son los más afectados por la ecoansiedad, pues son quienes se muestran más preocupados por las condiciones del lugar que habitarán por el resto de sus vidas, a diferencia de otras generaciones de mayor edad. Esto les puede generar además de ansiedad, estrés postraumático y depresión.

En ocasiones, aunque los jóvenes realizan acciones en beneficio del ambiente, no mejora su situación, pues al no ver cambios notorios o inmediatos consideran que no están contribuyendo lo suficiente; por lo anterior, se sienten desesperanzados e impotentes, lo que ocasiona que su ansiedad no desaparezca y es necesario que sean atendidos por especialistas de la salud mental.

Al respecto, añade, es indispensable que dentro de los planes de estudio de psicología se incluyan temas y actividades, los cuales lleven a la formación de terapeutas que estén debidamente preparados para atender problemas psicológicos inducidos por cuestiones ambientales.

A decir de Vargas Huicochea, también se debe considerar que los problemas de salud mental no se derivan de una única causa directa; más bien, son el resultado de múltiples factores, por lo que aquí la vulnerabilidad desempeña un papel crucial, incluyendo componentes hereditarios. Por ejemplo, si en la familia hay antecedentes de ansiedad o depresión, las personas pueden ser más vulnerables que aquellos que no los tengan.

Soluciones

Javier Urbina recalca que la conducta individual es esencial ante esos escenarios. Pero, en ocasiones, la gente cree que si no es en colectivo, no funciona: toda acción es importante para el ambiente; aunque la parte más difícil es modificar los comportamientos cotidianos que lo afectan.

De acuerdo con el especialista en Psicología ambiental, en algunos casos la realización de actividades a favor del planeta obedece a una búsqueda de notoriedad o publicidad, en el caso de instituciones públicas o privadas; por fortuna, la mayoría de las veces van acompañadas de una real convicción de que el planeta está dañado y la búsqueda de opciones para remediarlo.

“Últimamente se han puesto en boga los elementos de presunción ambiental, como ir en bicicleta al trabajo, no consumir carne o comprar detergentes biodegradables. Sin embargo, no todos participan, ya sea por cuestiones económicas o falta de compromiso”, acota.

El universitario agrega que hacen falta especialistas preparados para atender pacientes que presenten situaciones mentales como ansiedad en razón del ambiente, porque éstas seguirán aumentando en el mundo, especialmente en Latinoamérica, e irán creciendo en razón de cómo la gente perciba la afectación de su salud mental por estas circunstancias.

Para el académico una forma como se puede combatir la ansiedad en este grupo de edad es desempeñar un papel activo y formar parte de programas de mejoramiento ambiental en su comunidad, cualesquiera que sea la índole concreta, como limpieza, siembra de árboles, mantenimiento de áreas verdes y cuerpos de agua y sensibilización de vecinos, entre muchas otras.

Vargas Huicochea recomienda que para combatir la ecoansiedad se pueden hacer meditaciones, limitar la exposición a las redes sociales (sobre todo las que manejan contenido amarillista), participar en estrategias ecológicamente conscientes para el autocuidado como los productos que usamos. Pero, si la sintomatología persiste es necesario acudir a valoración por un especialista en salud mental.

Publicado originalmente en Gaceta UNAM

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