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“Nos unimos, corazón a corazón, madre a madre. Sus pasos son nuestros”: madre centroamericana

Laura Carlsen

Fotos: Movimiento Migrante Mesoamericano

La Caravana de Madres Centroamericanas “Buscando vida en caminos de muerte” salió de la capital para emprender su viaje de regreso al sur. De Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador, regresan a sus pueblos donde seguirán organizándose para encontrar “lo que más amamos”—sus hijas, sus hijos, sus familiares desparecidos en “los caminos de muerte” de México.

Como todos los años de esta Caravana -que en su doceava edición está dedicada a la memoria de la luchadora hondureña Berta Cáceres, asesinada el 3 de marzo- algunas personas han encontrado a los seres queridos que llevaban años buscando. Ángela Aranda, por ejemplo, encontró su hija de 31 años en Zacatecas, cuando la Caravana se dividió para enviar algunas personas a buscar en el norte mientras el resto fue a la Ciudad de México. La sonrisa de la madre, con lágrimas en los ojos, revela la profunda alegría de haber encontrado a su hija.

El largo camino de la caravana por las rutas migratorias en México comienza después de transitar largos caminos en sus propios países. Queda claro que la búsqueda no sólo encuentra, sino también construye —solidaridades, redes organizativas y, sobre todo, esperanzas. En Progreso, Honduras, Ángela su unió al comité local de familiares de desaparecidos. Pertenecer a una organización ha sido clave para ella.

“Para mí el Comité ha sido como un árbol plantado, ellos son una sombra donde uno se respira,” dice Ángela. “Las mamás y los papás llegan con su llanto y estas personas con su esperanza los animan, nos animamos, y gracias a Dios ya se han encontrado varios.”

La esperanza es el tema recurrente de la caravana, organizada por el Movimiento Migrante Mesoamericano. Es la sustancia impalpable que sirve de combustible y de alimento. Kata López, promotora indígena en salud comunitaria con familiares de migrantes desaparecidos, junto a su organización, Equipo Comunitario de Acción Social, trabaja en los departamentos del occidente y noroccidente de Guatemala con 400 familias, pero dice que la necesidad es mucho mayor. “Hay muchas familias que no se han acercado porque hay un estigma en tener alguien desaparecido, porque al no llegar, se vuelve una frustración este sueño americano a nivel familiar.  Además, el hecho de buscar a alguien se aprovecha y se vuelve un negocio más grande para los grupos del crimen organizado”.

“El problema que más afecta es la parte emocional”, explica. “El no saber de sus familiares crea mucha incertidumbre y esta incertidumbre, este coraje de ‘¿por qué a nuestros hijos les está pasando esta situación?’ lleva a otros problemas ya físicos”. A esto se suman las injusticias y la revictimización. López cuenta que la gente desesperada, con tal de seguir una supuesta pista, deposita 20 mil y hasta 50 mil quetzales a cuentas de extorsionadores. “Estamos trabajando en procesos de denuncia, porque si hay un depósito, hay un extorsión”.

Su equipo ha topado con un obstáculo común entre los países que participan en la caravana (Honduras, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, México): la falta de justicia. Meten denuncias contra los actos criminales hacia los migrantes, pero difícilmente avanzan. “Esta es la pelea, contra este sistema de justicia, porque no investiga, no se llega a una justicia pronta. El hecho de que está desaparecido un familiar es mucho, y se suman todas estas otras situaciones”.

En un emotivo “Encuentro de Madres”, entre las madres centroamericanas y madres mexicanas de hijos desaparecidos en este país, Araceli Rodríguez, del Movimiento para Nuestros Desaparecidos en México y madre de Luis Ángel Rodríguez, desaparecido en 2009, señaló a “los gobiernos sordos, sumisos, indolentes, que no han querido abrir sus oídos” frente las exigencia de justicia de las madres. “Pero nosotras abriendo nuestros corazones les hemos demostrado que tenemos calidad humana”, destacó en el evento mientras exhortó a todas las madres a seguir con la búsqueda. “Nos unimos, corazón a corazón, madre a madre. Sus pasos son nuestros”, expresó.

En conferencia de prensa en la Ciudad de México, Jessenia Pérez López, de Nicaragua, señaló que “migrar es un derecho humano como también lo es no migrar, es decir, nadie debería estar obligada o obligado a dejar a su familia atrás, su lugar y sus tradiciones”.

Agregó un mensaje al gobierno de México: “Cada estado es responsable de garantizar la vida de quienes se encuentran en tránsito de su territorio. Exigimos que a la población migrante se le respete a cabalidad sus derechos humanos y que las autoridades sean transparentes y justas”. Concluyó con una fuerte crítica a la militarización de las fronteras y la falta de “impedir los crímenes que se cometen contra los y las migrantes y su libertad de transitar -no queremos más personas migrantes violadas, secuestradas y asesinadas en su transito hacia los Estados Unidos”.

En la imagen: Exhibición de fotografias de migrantes centroamericanos desaparecidos en México en la plaza de Las Armas en Villahermosa, Tabasco. foto: Victor Galindo

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