Marruecos destruye la cultura y la memoria Saharaui

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Marruecos lleva a cabo en el Sahara Occidental desde 1976, cuando invadió el territorio, un proceso de destrucción de la cultura y la memoria saharaui, según denunció el antropólogo y escritor Bahia MH Awad en el curso de verano “Miradas saharauis”, de la Universidad Rey Juan Carlos.

El escritor saharaui dijo que nos encontramos ante un “culturicidio”, un genocidio cultural con el que se pretende eliminar el patrimonio material e inmaterial saharaui: “Desde que Marruecos ocupó  la excolonia española se han cometido barbaridades contra la cultura saharaui”, para que desaparezca la identidad de un pueblo , sus valores y rasgos históricos  transmitidos por generaciones de saharauis.

Explicó que la cultura saharaui no es marroquí, es afro árabe influida por un siglo de convivencia con la española. Así, la vestimenta, salvo el turbante, es africana: “La darrá de los hombres  y la melfa de las mujeres no son árabes, son africanas; igual que nuestra música, la danza, el tambor, los cuentos, la narrativa; estos ingrediente culturales antropológicos definen nuestra cultura, son la identidad de una sociedad hasaní”.

En este ataque a la cultura saharaui se encuentra la lengua de los saharauis, el hasanía -un hibrido de las africanas zenaga o senhaya,  wólof y el árabe- “diferente totalmente  de la marroquí, que se impone a los niños en los colegios, donde se obliga a cantar el himno nacional marroquí y decir palabras o giros que en hasanía tienen otro significado, hasta el punto de que no pueden pronunciarse delante de los padres o personas mayores”. El hasanía  se habla en el Sahara Occidental y en Mauritania.

Las autoridades marroquíes en su lucha contra el hasania, en opinión de Bahia Awad,  no construyeron universidades en el Sahara Occidental y de esta forma los jóvenes saharauis tienen que ir al norte de Marruecos, donde están “en una jungla” en la que domina la legua marroquí y hay drogas, para que se desvinculen y deshagan de su cultura.

DSC00847Otros aspectos sometidos a esta violación cultural son las  tradiciones y costumbres de la sociedad saharaui, entre las que el profesor Awad citó el bautizo, con sus protocolos particulares,  o la forma de construir los nombres y apellidos: “No se pueden utilizar determinados nombres,  como Lala, que para los marroquíes es una princesa o una mujer, Mulay, el príncipe,  o Sidi, mi amo, que se emplea con los jefes, mientras que en el Sahara Occidental este nombre es  tan corriente como Antonio en España”.

Marruecos, afirmó,  ha destruido “la nomenclatura de construcción de los apellidos saharauis”: “Nosotros decimos Mohamed Ul Brahim y ellos el nexo Ul lo eliminan e imponen un apellido que puede ser el nombre de un barril, de una roca, de una región… Citó el caso de  Sukeina Mint Yedehlu Uld Esid, una presa desaparecida durante 13 años  que ahora se llama Sukeina El Idrisi, con un apellido desvinculado de  la familia.

Un ejemplo significativo de ataque a los símbolos de la identidad nacional saharaui fue la prohibición, en marzo de 2013,  de instalar jaimas en las ciudades,  suburbios o  playas, o la campaña de eliminación de los santuarios o puntos de culto saharauis conocidos como lemsid, una pequeña extensión de arena rodeada de piedras donde acuden los saharauis a orar y debatir, que también se utiliza como un espacio donde los niños y niñas aprenden a leer, escribir y recitar versículos del Corán,  “una humilde mezquita al aire libre, abierta a todos”.

Bahia MH Awad dijo que la persecución cultural alcanzó también al español, pero que  después de 42 años han empezado a cambiar de estrategia para apoderase de la segunda lengua de los saharauis. Para ello han abierto una biblioteca en El Aaiún y como dijo en la televisión local Sidi Mohamed Falah, un saharaui “traidor” que trabaja para Marruecos, firmar con el Instituto Cervantes  es conseguir un reconocimiento de la marroquinidad del Sahara Occidental.

En esta misma línea de cambio de estrategia se incluye la reciente traducción al hasanía de “El principito”, de Antoine de Saint-Exupery, edición considerada por los saharauis como una labor de sabotaje cultural que intenta presentar el hasanía como un idioma marroquí, igual que están haciendo con los cuentos saharauis, su narrativa oral, diciendo que forma parte “del gran mosaico cultural de Marruecos”.

Como casos relevantes de destrucción del Patrimonio material histórico saharaui citó los restos de la mezquita de Smara, en la que no se invierte y que se cae piedra a piedra, o los edificios de la época colonial española: el fuerte de Dajla, un símbolo histórico colonial , que fue derruido en 2013 pese a una campaña internacional para impedirlo.

Pretendieron hacer lo mismo con la iglesia Nuestra Señora del Carmen, también en Dajla (antigua Villa Cisneros), de la que llegaron a derruir una pequeña parte, pero Mohamed Fadel Semlali entró  en su silla de ruedas y lo frenó: “Ahora este activista protege el patrimonio, pero no a través del Gobierno español  ni de organizaciones españolas, lo hace con la intervención del Vaticano”.  También reseñó la destrucción y el expolio de rocas con grabados rupestres del paleolítico y neolítico, y la eliminación de la acacia saharaui.

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