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Maromeros: Una danza tradicional que resiste desde la mixteca de Oaxaca

Diana Manzo

Fotos: Diana Manzo

Juxtlahuaca, Oaxaca. Pintados de la cara y labios, vestidos con ropa llamativa multicolor y pelucas, una veintena de hombres y sólo una joven mujer danzan al ritmo de la banda de música, mientras que los payasos con sus chistes hacen reír a los asistentes que contemplan las acrobacias en las alturas. Son los maromeros, una danza tradicional de los pueblos mixtecos de Oaxaca que se niega a morir.

La migración, la falta de empleo y la inseguridad han provocado que los maromeros cada vez sean menos, y aunque también ya existe la inclusión con la participación de las mujeres maromeras, es una danza en resistencia.

En la mixteca y sierra de Oaxaca, los maromeros participan en fiestas tradicionales y patronales de los pueblos, cuya finalidad es atraer bonanza con sus danzas y sus malabares.

De acuerdo con datos históricos, “Maroma” proviene del árabe “mabruma”, que refiere a la cuerda vegetal, torcida o retorcida y dio nombre a la danza que se realiza en ella: la de maromeros.

Frente al templo de San Sebastián Mártir, los maromeros danzaron en San Sebastián Tecomaxtlahuaca. Allí se reunió una veintena de maromeros de San Martín Duraznos y Santa Catarina Noltepec para bailar, hacer acrobacias y contar chistes.

Danzarle a la tierra, al agua, a la lluvia, al viento y al sol forma parte de su divinidad, por eso es una danza tradicional que pueblos mixtecos y serranos de Oaxaca aún conservan como patrimonio cultural.

“Ser maromero no es cualquier cosa”, dice Francisco Maclovio Santos, maromero desde los 14 años de edad que hoy, a sus 45, se siente orgulloso de formar parte de esta tradición.

De pelo lacio, labios color anaranjado y traje típico de Santa Catarina Noltepec, Francisco representa a la mujer maromera y lo hace para honrarla.

“Llevo más de 30 años danzando, lo heredé de mi padre y mi padre de mi abuelo. A mis hijos ya no les gusta, pero por fortuna todavía hay jóvenes que lo practican a diario, porque es una disciplina. No sólo es mover los pies y bailar, o ponerse maquillaje, no, es una cultura nuestra”, contó Francisco.

La organización, la disciplina, las horas extensas de ensayo y sobre todo la responsabilidad caracterizan a los maromeros. Un día antes de cada celebración llegan y montan la estructura de madera con largos y fuertes palos extraídos de árboles endémicos y cuya altura supera las ocho brazadas, que es una forma tradicional de medir en esta zona.

“Acá no usamos metros, sino brazadas, y eso es por tradición. También usamos cuerdas de uso natural, eso nos enseñaron los primeros danzantes, que son nuestros abuelos”, expuso Mauro Pérez Márquez, segundo cabecilla de los Maromeros de San Martín Duraznos.

Danzar, hacer malabares y acrobacias y vestirse de niña es un acto de respeto y orgullo, cuenta Barush Arévalo Sosa, quien añade que ser maromero implica disciplina, pasión y orgullo.

Por su parte, Charlotte Pescayre, etnofunambulista, estudiosa  y defensora de los maromeros en México, señala que “a los maromeros malamente se les ha llamado circo campesino o indígena”.

“(A la Maroma) se le ha asimilado al circo. Si bien ha habido contribuciones entre ambos desde la época virreinal y aunque tengan puntos de encuentro en la acrobacia, son distintos. Eso que llaman circo indígena o circo comunitario no es así. No todos los acróbatas son maromeros, quienes son los que danzan en la cuerda”, enfatiza Pescayre, impulsora del Colectivo Plural e Independiente de Maromeros en México, Correspondencias Maromeras A.C.

Además de Oaxaca, en los estados de Guerrero, Veracruz y Ciudad de México también hay resistencia para que se preserve el trabajo de los maromeros y, para ello, año con año se reúnen los pueblos y comunidades indígenas de México.

Soy mujer y maromera

Yadira Mendoza, de 17 años de edad, es la única joven que hasta ahora ha desafiado esa idea de que las mujeres no pueden, y es la primera maromera que hay en la zona. A los 15 años aprendió los pasos y las formas de la maroma, porque, dice, todo es un ritual, y después aprendió a subir la cuerda y a mostrar el trapecio.

Segura y con el ímpetu de que la maromería perdure por muchos años, la joven danza durante las extensas horas de la presentación, y es que los maromeros no se detienen, pues danzan y hacen sus acrobacias durante cinco u ocho horas, al son de la tambora y la trompeta.

“Soy la primera mujer que lo ha podido hacer y me siento muy orgullosa, esta danza es valiosa, y ya no lo practican mucho. Por eso invito a más mujeres a que se unan”, concluyó.

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