“Somos malas, podemos ser peores”, fue el grito de batalla de las llamadas “feministas radicales”, no más de 50 de acuerdo con los cálculos de las autoridades capitalinas que, vestidas de negro, encapuchadas, armadas con gasolina, martillos, latas de brillantina pintaron, rayaron, rompieron, patearon, incendiaron 5 estaciones de Metrobús y algunos inmuebles históricos como el Monumento a Cuauhtémoc y el Hemiciclo a Juárez, en la Ciudad de México (CDMX), por supuesto.
La marcha, que congregó alrededor de 3 mil personas, 2000 empleadas del gobierno en el cerco de paz y 2500 mujeres policías para cuidar el desarrollo pacífico de la marcha, quienes trataron de contener sin agredir a las 50 mujeres más molestas, fue denominada por las mismas participantes como: “Ni una menos”, y a decir de la académica, articulista y conductora Gabriela Warkentin fue “un grito de furia que sale de las entrañas”, comentario hecho en la emisión matutina de “Así las Cosas”, del día siguiente.
Antes de comentar algunos pormenores de ese grito de furia, conviene recordar que el 25 de noviembre fue elegido Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en recuerdo de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal quienes fueron privadas de la vida de manera brutal, un 25 de noviembre de 1960, por oponerse a la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana.
La marcha “Ni una menos” que partió de la Victoria Alada, mejor conocida como Ángel de la Independencia, estuvo plagada de consignas, gritos, exigencias como: “Si no luchamos juntas nos matan x separado”, “Estoy indignada por todas mis hermanas asesinadas”, “No estamos todas, faltan las asesinadas”, “Mujer á®mate para la revolución”, “¿Cuántas + tienen que morir?”, “Si me matan sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte”, “95% de los feminicidios en México quedan impunes”, “Queremos caminar libres y volver sanas a casa”, “Feminicidio. Narco Gobierno. Baja California”, “No + sangre (mancha roja)”, “La maternidad será deseada o no será”, “Ni sumisa, ni devota, te quiero linda y loca”, “Mujer no me gustas cuando callas” (en referencia al poema de Pablo Neruda), “Existo porque resisto”, “A palabras machistas, oídos violetas”, “Vivas nos queremos”, “#No nos cuidan, nos violan”, “Somos el grito de las que ya no tienen voz”, “Vivir sin miedo es nuestro derecho”, “Nuestro cuerpo, nuestra decisión”, “Estado feminicida”, “Ni se perdona, ni se olvida”, “Nunca podrán arrebatarnos la resistencia”, “Disculpen la molestia, pero nos están matando”, “Por el derecho a decidir”, “Sin despatriarcalización no habrá Cuarta Transformación (4T)”, “Políticas sin recurso, sólo es discurso”, “Yo decido cuándo, cómo y con quién”, “No nací mujer, para morir por serlo”, “La revolución será feminista o no será”, y la pregunta “¿Cómo es que el feminismo te incomoda más que los feminicidios?”, entre otras.
Entre las pintas en el Hemiciclo a Juárez destacan. “México feminicida”, “No tenemos miedo”, “Vivas las queremos” y “Quiero seguridad”.
Las pancartas y las pintas hicieron clara referencia al contexto de violencia e inseguridad que se vive en todo el país.
De acuerdo con Milenio, en lo que va del año 326 mujeres han sido víctimas de trata, 55 mil de lesiones, 4, mil 543 de abuso sexual y mil 362 de acoso sexual. Por su parte, Animal Político reporta que 2 mil 833 mujeres han sido asesinadas en México en el periodo que va de enero a septiembre de 2019, de las cuales solo 726 se investigan como feminicidios, de acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
Según datos reportados por el sitio Expansión Política, 9 mujeres son asesinadas cada día en México (de acuerdo con la ONU); de 2015 a la fecha, suman 3,200 feminicidios a nivel nacional, solo de enero a junio de 2019 se registraron 470 casos (SESNSP); Veracruz es el estado más peligroso para las mujeres en la actualidad, al registrar 104 víctimas de feminicidio de enero a junio de este año, le sigue el Estado de México con 42 casos en el mismo periodo (SESNSP); de 2013 a 2018, la sensación de inseguridad de las mujeres pasó de 74.7% a 82.1% y las mujeres se sienten más inseguras que los hombres tanto en lugares públicos como en privados: cajero automático en vía pública (87.4%), transporte público (74.2%), calle (72.9%), carretera (69.5%), mercado (65.5%), parques (62.1%), automóvil (48.9%), escuela (39.2%), trabajo (36.2%) y casa (26.7%), según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) 2018; las mujeres son las principales víctimas de delitos sexuales: en 2017, la tasa de este delito fue de 2,733 por cada 100,000 mujeres, cifra mayor a la tasa de 1,764 registrada en 2016 por el INEGI; la violencia que ejercen parejas, esposos, exnovios o exesposos contra las mujeres en México es «severa y muy severa» en 64.0% de los casos, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh) 2016; el 19.4% de las mujeres de 15 años y más ha enfrentado, por parte de sus parejas, agresiones de mayor daño físico, que van desde los jalones o empujones hasta golpes, patadas, intentos de asfixia o estrangulamiento e incluso agresiones con armas de fuego y abusos sexuales.
En lo que respecta a la CDMX, de acuerdo con los mismos datos de SESNSP, de enero a junio fueron asesinadas 122 mujeres y sólo 18 casos del total han sido investigados como feminicidios; en la CDMX se han contabilizado 206 feminicidios en los últimos cinco años, 18 de los cuales fueron cometidos en los primeros seis meses de 2019; de enero a agosto de este año, 292 mujeres han sido víctimas de abuso sexual y se han presentado cuatro denuncias por violación tumultuaria, según el portal de Datos Abiertos del gobierno capitalino.
Pero las consignas no hicieron referencia únicamente al nivel de violencia ejercida en contra de las mujeres en los últimos años, se hizo también una clara mención a la cultura misógina y machista que hace callar a las mujeres, que las obliga a tener l@s hij@s que no quiere, que se apropia de sus cuerpos, que las victimiza, que las vuelve vulnerables.
Se hizo también alusión directa al actual gobierno, a la 4T y al recorte presupuestal, que en algunos casos puede limitar las estrategias gubernamentales en favor de las mujeres y en contra de la violencia estructural (aquella que está siempre presente y que es ejercida no sólo por hombres comunes, sino por el Estado, la sociedad, la familia, la comunidad y todas las instituciones patriarcales que desconocen los derechos de las mujeres) y las diversas violencias cotidianas (como el manoseo y el acoso en el transporte público) que sufren las mujeres.
Asimismo, de manera muy importante, las pancartas mostraron las nuevas estrategias de protesta y de lucha que el contexto actual exige, de las también nuevas feministas, mujeres jóvenes que sufren, como nunca, nuevas violencias conforme van ocupando más espacios en la estructura social. No faltaron las ya clásicas exigencias de “vivas nos queremos” y “ni una menos”, relacionadas con el derecho a transitar libremente sin ser acosadas, agredidas, violadas, secuestradas, desaparecidas, asesinadas, todo en el marco del derecho a una vida libre de violencia.
No faltaron tampoco las fotografías de mujeres desaparecidas o asesinadas como la médica del IMSS Reyna Valenzo Pérez, asesinada por un grupo armado el 12 de octubre de 2018, en un crucero de Acapulco, alrededor de las 6 de la tarde; y la de Mónica Berlanas Martín quien fue asesinada por su esposo el 6 de octubre de 2016. Y muchas, muchas más.
Se pudieron observar, igualmente, denuncias en pancartas como aquella en la que se leía: “El artista Jota Izquierdo es un abusador. Fuera de todas las instituciones educativas (…) del país”. Pancarta de estados como Guerrero, las mujeres de Ecatepec que pidieron la palabra para exigir al presidente municipal de Ecatepec, Fernando Vilchis Contreras, que tome medidas concretas para parar y castigar la violencia en contra de las mujeres.
Como en la marcha del viernes 16 de agosto, la Brillantada, fue posible observar el enojo de las feministas “radicales” que, como ya se dijo, descargaron su frustración ante la falta de resultados y el aumento de casos de violencia en contra de las mujeres, en general, y de las más jóvenes y niñas, en particular.
Más allá de las escenas en las estaciones del Metrobús y los monumentos históricos que los medios y las redes se han encargado de viralizar, destaca el momento en que dos jóvenes de negro y embozadas prenden fuego a uno de los leones del Monumento a Cuauhtémoc y se escucha una voz femenina que cuestiona: “están quemando patrimonio”, mientras que una de las que intentaban quemar al león pregunta: “¿Has visto como queman a los mujeres, has visto como las violan, has visto como las matan? Y esto (lo hecho a las mujeres) no te duele, te duele más esto (lo hecho a la estatua)”.
Destaca igualmente que, ya frente a Palacio Nacional, otras mujeres embozadas prendieron fuego a una bandera bajo la consigna: “sin patria, sin partido y sin marido”.
Sin embargo, la marcha “Ni una menos”, en la que la mayoría de las participantes marcharon de manera pacífica, no fue la única. A la par de la marcha que salió de la Victoria Alada, una más, a la que comienza a llamarse “La otra marcha: Por las que ya no están”, organizada por el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio y 43 organizaciones feministas y de protección a las mujeres, además de 23 estados de la República, partió del Monumento a la Revolución con dirección al «Antimonumenta» contra los Feminicidios.
Las mujeres que participaron en esta “La otra marcha”, encabezada por madres y familiares de mujeres víctimas de feminicidios en distintos estados de la República y por figuras públicas como el actor Diego Luna y el locutor de radio Rulo, coreaban: “Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”, “Ni perdón, ni olvido, castigo a los asesinos”, “Y tiemblen y tiemblen los machistas, que América Latina sea toda feminista”, “No fue suicidio, fue feminicidio”, «No estamos todas, pero no estamos solas, ni una más, ni una más, ni una asesinada más».
Las madres pidieron sororidad y empatía con las víctimas, no por ser mujeres ni por buscar un trato especial, sino porque sin estos sentimientos, “la impunidad y la violencia pronto alcanzará a todas”.
Como símbolo de la violencia homicida en contra de las víctimas, estas madres y muchas jóvenes más marcharon con las cruces rosas en las manos, en una vuelta a la dolorosa tradición por las mujeres asesinadas y desaparecidas en Ciudad Juárez desde 1993. Se pudo observar a mujeres prendiendo veladoras, el performance de las mujeres asesinadas y tiradas en la calle, las madres de mujeres asesinadas y desaparecidas con la foto de sus hijas en el pecho, padres, hermanos y esposos exigiendo también.
Una vez que los contingentes de ambas marchas llegaron al Zócalo, empleadas de algunos negocios se pararon frente a los mismos para no permitir que los establecimientos fueran vandalizados. Igualmente, llamó la atención un grupo de mujeres que impidieron el paso a las manifestantes por la calle 5 de Mayo y afirmaron pertenecer a los grupos de protesta, aplaudiendo al paso de los contingentes, pero bloqueando la bocacalle. Cuando una reportera les preguntó de dónde venían se identificaron, sin mucha seguridad, como parte de la marcha, aunque se puede inferir que probablemente eran trabajadoras que buscaron proteger del vandalismo sus sitios de trabajo.
Pero, no sólo en México tuvieron lugar las marchas que buscan parar la violencia en contra de las mujeres. En múltiples países ocurrió lo mismo. En España, por ejemplo, más de 40 mil mujeres y hombres salieron a las calles, cientos de ell@s salieron en medio de la lluvia con paraguas lilas; otras escribieron consignas en cartulinas del mismo color: “Hasta que no me maten no me van a creer”, “No es abuso es violación”. En Francia, también se manifestaron entre 100 y 150 mil personas bajo consignas semejantes.
En Latinoamérica destaca el caso de las mujeres chilenas que llevaron a cabo un performance organizado por el colectivo feminista Lastesis, en el que decenas de mujeres jóvenes, en diversos lugares de Santiago, coreaban: “El patriarcado es un juez, que nos juzga por nacer y nuestro castigo es la violencia que ya ves. Es femicidio, impunidad para el asesino, es la desaparición, es la violación (entre frase y frase hacían una sentadilla) y la culpa no era mía (aumentaron el ritmo y movieron brazos y piernas) y la culpa no era mía, ni donde estaba ni como vestía (tres veces) (para volver a corear) el violador eres tú (señalando al frente dos veces), son los pacos (los policías) (señalando a la izquierda), son los jueces (al frente), el Estado (un círculo hacia arriba), el presidente (cruzando las manos arriba de sus cabezas). Asesino. El Estado opresor es un macho violador (dos veces con más ritmo). El violador eres tú (dos veces). Duerme tranquila niña inocente sin preocuparte del bandolero, que por tus sueños, dulce y sonriente, vera tu amante carabinero. Terminaron coreando 4 veces “El violador eres tú”. Cabe decir que muchas de ellas iban cubiertas de los ojos con una tela negra.
En este punto, es importante comentar la comparación que algunos tuiteros mexicanos hicieron entre esta manifestación y la marcha “Ni una menos” mexicana:
- “Ojalá las feminazis chilangas fueran así de creativas y divertidas. Pero acá son unas bestias cavernarias que sólo saben hacer destrozos. Aparte, están más feas y gordas que las verrugas de mi abuela”, tuiteó Carlos A. Franco.
- “Así sí. Todo el respeto y admiración a las mujeres de Chile”. (Queja ciudadana).
- “Así se manifiestan las mujeres educadas e inteligentes que diferencia en México rayando, quemando demostrando su educación con la barbarie aahh pero nada más la toca un policía, un gobierno represor…” (Francisco Javier).
Lo anterior lleva a cuestionar la estrechez de quienes se preocupan más por la forma que por el fondo. Que ante los asesinatos de mujeres no expresan opinión y menos aún se unen a protesta alguna pero que si reclaman desde una postura cómoda, formalista y machista, el actuar de quienes exigen el cese de todo tipo de violencia en contra de ellas y las otras, de todas.
Esperan que las marchas sean festivas, alegres, creativas, como si 10 años de marchas de mujeres en México, de 2007 a 2017, como demostró CIMAC (Comunicación e Información de la Mujer, A.C.), no hubieran sido así. Como si ante el horror de la muerte, el acoso, la violación, la desaparición hubiera que conservar “el estilo” y ser modositas, femeninas, agradables al ojo masculino, al fin y al cabo, para eso fueron creadas las mujeres “para agradar a los hombres”.
De manera que ahora, al salir a marchar hay que preocuparse por “verse bien”, para que tuiteros como los aquí mencionados se sientan a gusto indicando a las mujeres como deben de protestar, porque “así sí”.
Tuits como estos son una prueba más de una cultura misógina que sigue pensando en las mujeres como menores de edad que deben ser guiadas en todo momento por los hombres, ante su falta de criterio y madurez.
Son prueba también de lo difícil que es cambiar una cultura que durante siglos ha concebido a las mujeres como seres de segunda y que ha impuesto un estereotipo femenino que nunca ha correspondido con las necesidades de las mujeres y que las restringe a ser como los hombres quieren que sean.
Son muestra, asimismo, de lo terriblemente difícil que es mover e involucrar a la sociedad mexicana, al señor, a la señora indiferente en frente de cuya cara se mata a las mujeres. ¿O acaso las 3 mil manifestantes de la CDMX, de cara a las más de 40 mil personas que marcharon en España y las cerca de 150 mil en Francia, donde la violencia en contra de las mujeres no alcanza las aterradoras cifras de México, no son un indicador de tal apatía?
¿Qué pasa con la sociedad mexicana que no reacciona de la misma forma que la española y la francesa y sigue apoltronada en su sillón, haciendo como que no pasa nada, mientras la violencia criminal, familiar, comunitaria, estatal en contra de las mujeres se extiende por todo el país y tarde o temprano podría alcanzar a las hijas de tod@s?
La respuesta de las nuevas mujeres, de las jóvenes quienes sufren mayormente estos tipos de violencia, ante esta indolencia y de cara a la complicidad que supone mirar a otro lado es justamente “somos malas, podemos ser peores”, informando que de no parar lo que ya se conoce como una pandemia en su contra se verán en la necesidad de tomar otras acciones, porque “prefieren morir a perder la vida”, grito de furia que sale de las entrañas, diría Warkentin.
*La Dra. Ivonne Acuña Murillo es académica del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México
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Para la clase de comentarios que veo, chicas: quémenlo todo si es necesario, a ver si me doy cuenta para salir corriendo antes de que el fuego me alcance. Porquería de sociedad.