Marabunta, la banda que cuida a la banda, es recocida por la Compañía Barro Rojo

Gloria Muñoz Ramírez

Fotos: Jorge Izquierdo

Ciudad de México. Por sus aportes a la paz, la cultura y el arte, la Brigada Humanitaria de Paz Marabunta obtuvo el reconocimiento “Trayectoria Escénica y Cultural” otorgado por cuarta ocasión por Barro Rojo Arte Escénico, compañía de danza que a su vez se encuentra de manteles largos celebrando 40 años de un inmenso e intenso trabajo creativo y comprometido con el arte y con las causas. Un trabajo arduo, infatigable, recorriendo las calles y los grandes escenarios con una propuesta estética y política, con una danza que habla, con un aporte cotidiano a las realidades que vivimos.

Barro Rojo me hizo el honor de hacer entrega del reconocimiento al colectivo Marabunta. Aquí las palabras para ese ejército de hormigas cuidadoras:

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Conocí a Marabunta en mayo de 2011, en un camión con destino a Ciudad Juárez que formaba parte de la Caravana por la Paz que devino en un antes y un después en la visibilización de los asesinatos, desapariciones, secuestros y extorsiones que se estaban cometiendo a lo largo y ancho del país en el marco de la llamada guerra contra el narco impulsada por el entonces presidente Felipe Calderón, que no fue otra cosa que una guerra contra el pueblo y eso, tristemente, fue lo que atestiguamos día a día durante aquella travesía. Y lo que seguimos atestiguando 11 años después.

Miguel, Carla, Christian, ahí los conocimos. Y nunca más volvimos a dejar de verles. En junio de 2011 fuimos a la cuna de Marabuna, ese espacio colectivo denominado La Roca, en el corazón de la aguerrida colonia Gabriel Hernández, de la entonces delegación Gustavo A Madero. Ahí aprendimos que el colectivo se había formado en el contexto de violencia barrial y doméstica que se vivía en esta colonia del norte de la ciudad de México, donde la niñez y juventud se estaban jugando la vida. No había más. O creaban un espacio-refugio para los y las jóvenes con problemas de drogadicción o situación de calle, o quién sabe que pasaría con esos adolescentes sin alternativas. Optaron por lo segundo. Y nació Marabunta el 5 de mayo de 2007. La Roca, el agujero de las hormigas, es desde entonces un espacio de liberación donde se preparan para diferentes actividades artísticas y deportivas. Y se entrenan para salir a las calles.

Yo no sé si Marabunta sabría lo que vendría después. Nos volvimos a ver durante la salvaje represión ordenada por Enrique Peña Nieto durante su toma de posesión, el 1 de diciembre del 2012, donde la policía repartió parejo disparando balas de goma (ésas que oficialmente no existen) directo a los manifestantes, dejando en estado de coma a Kuy Kendal, quien fallecería dos años más tarde. Ese día, cuenta Marabunta, hubo un antes y un después para quienes se propusieron ser constructores de paz.

Dice nuestra compañera Francesca Gargallo que la calle es de quien la camina. Y sí, pero por desgracia no siempre. Así es que para liberar ese espacio colectivo en el que exigimos nuestros derechos y plasmamos nuestra indignación, tenemos a Marabunta.

No hay que usar la frase “poner el cuerpo” así nomás, porque Marabunta está para recordarnos que poner el cuerpo es, además, poner el corazón. Es recibir los toletazos y gases de la policía cubriendo a las y los manifestantes. Y es, también, poner el pecho, la cara y los ojos frente a la indignación justificada de la gente que protesta. Es también mediar con quien nadie quiere mediar, es decir, con la policía. Es dialogar para que quiten un encapsulamiento de horas alrededor de mujeres feministas o indígenas. Es conseguir que las liberen. Es acompañarlas al Metro para que nadie las siga. Es contenerlas. Es, en resumen y en sus palabras, aligerar el sufrimiento.

Marabunta irrumpe en medio de la violencia. Cuando se les ve en medio de los toletazos y los gases, protegiendo con sus cuerpos a los cuerpos agredido, una vuelve a creer en la humanidad, en la esperanza, en que la vida se defiende con la vida. Hasta la policía se desconcierta. ¿Quiénes son ésos? No pueden creer que alguien ponga el alma así nomás, sin que nadie le pague y sin más recompensa que la siembra de un futuro mejor.

Hace unos días Marabunta acompañó a la VII Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas en el centro del estado de Morelos. Porque para eso también están capacitadas estas hormigas que no descansan, estas guardianas de la libertad que ayudan a escarbar con picos y palas, a subir cerros, a transitar por los caminos en los que el crimen organizado ha ocultado miles de cuerpos, obligando a las familias de los y las desaparecidas a realizar la búsqueda que el Estado no hace.

Marabunta no discrimina ni rechaza la actuación de ningún grupo en las manifestaciones. No estigmatiza al llamado bloque negro ni ninguna forma de protesta. Sus integrantes conocen de cerca la violencia institucional contra los jóvenes, pues ellos y ellas son sobrevivientes de la misma. Vestidos con camisetas y cascos rojos se les ve recorriendo las manifestaciones de principio a fin. Pueden ser las movilizaciones contra los feminicidios o las que exigen la presentación de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, las del magisterio, las de los estudiantes universitarios, o cuando se coloca sorpresivamente un antimonumento o antimonumenta en la Ciudad de México.

En una manifestación un grupo de policías corretea a la joven Melany, la alcanzan y a la primera patada en el cráneo ella pierde el conocimiento y aún así, ya inerme, la policía la sigue golpeando. Llegan entonces las hormigas de Marabunta y la cubren con su cuerpo, recibiendo las patadas y los golpes de la policía enardecida. La rescatan. Le salvan la vida. Y ellas, las rescatistas de la colonia Gabriel Hernández, también se salvan a sí mismas, pues su vida tiene un amoroso horizonte.

En La Roca se junta la banda y se entrena para cuidar a la otra banda. Su origen chilango circunscribía su trabajo a las movilizaciones en la Ciudad de México, pero ante la grave crisis de violaciones a los derechos humanos en todo el país, colectivos y organizaciones les piden su acompañamiento en los diferentes estados de la República. Por eso Oaxaca, por ejemplo, ya tiene su Marabunta. Y, por desgracia, cada rincón de este país adolorido tendría que tener también su contingente de hormigas guardianas.

En realidad Marabunta, en lugar de crecer, debería dejar de existir. Pero lo que crece en este país es la falta de justicia, los feminicidios, el despojo, las desapariciones, la indignación por las innumerables violaciones a los derechos humanos. Por eso qué bueno que tenemos a Marabunta, qué bueno que existen, y qué maravilla que Barro Rojo, colectivo hermano, reconozca su travesía.

Por que algo es un hecho: la policía no nos cuida, nos cuida Marabunta. Y porque el barrio cuida al barrio.

Gracias Marabunta

Gracias Barros. Gracias Rojas.

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