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Los murales móviles que dieron identidad al Sindicato de Costureras «19 de Septiembre»

Por Casandra Archundia, Tania Meza y Misael Yépez

Foto: David Gallegos

El colectivo de artistas gráficos, Ojos de lucha, habla de su participación en las movilizaciones del Sindicato de Costureras «19 de septiembre» y la creación de murales móviles que abonaron a la memoria colectiva después del terremoto de 1985 en la Ciudad de México.

Ciudad de México | Desinformémonos. El sismo de 1985 visibilizó las condiciones de explotación en las que vivían miles de mujeres dedicadas a la industria de la costura: trabajaban en talleres clandestinos con largas jornadas laborales, percibían menos del salario mínimo, eran expuestas a múltiples abusos por parte de los dueños como castigos, descuentos a sus salarios y constante acoso laboral y sexual.

La mañana del 19 de septiembre de 1985, la Ciudad de México fue sacudida por un sismo que cimbró no únicamente el concreto y cimientos que estructuraban la ciudad, sino las vidas y conciencias de las y los ciudadanos.

De los escombros a la reivindicación laboral

Aunque las costureras representaban el motor principal de esta industria, luego del terremoto, los dueños de las fábricas hicieron evidente su absoluto desinterés hacia sus trabajadoras, priorizando rescatar, antes que las vidas de esas mujeres, sus máquinas y cajas fuertes sepultadas en los escombros de aquella mañana de septiembre.

Mercedes Ramírez, Meche, ex integrante del Sindicato de Costureras, narra en entrevista que ella y sus compañeras, las costureras sobrevivientes, comenzaron a reunirse con el fin de que les pagaran su sueldo; sin embargo, con la intervención de sectores que se sumaron en apoyo a las costureras, vieron que no sólo se trataba del sueldo, sino de exigir condiciones dignas de trabajo.

Nosotras al principio sólo queríamos que nos pagaran los días de la semana que habíamos trabajado, pero llegaron mujeres a apoyarnos para defender nuestros derechos.

Para Ramírez, hubo un cambio en cuanto a los tratos de los dueños hacía las costureras, antes y después de la idea de formar el Sindicato.

Antes de organizarnos, los capataces en los talleres nos contaban las agujas, pero cuando era la votación para la formación del sindicato ya no nos faltaba agua, ya no nos contaban las agujas, ya no nos tenían tan checaditas, todo con tal de que no votáramos por conformar el sindicato, afortunadamente muchas votamos por sindicarnos. Era muy curioso porque después de no haber conocido al dueño durante años de trabajar en sus talleres, éste comenzó aparecer para palmearnos las espaldas, con la mirada nosotras nos reíamos.

Así, algunas de las costureras de esos talleres, saldrían de los escombros tras el sismo, no sólo vivas, sino transformadas en sindicalistas.

Durante los años de demandas laborales que devinieron a la tragedia, diversos sectores de la sociedad civil comenzaron a sumarse a la lucha de estas pioneras del sindicalismo feminista, un ejemplo de la solidaridad hacia la lucha y organización de costureras fue el colectivo Ojos de lucha.

La lucha desde la trinchera del arte: los murales móviles

El Colectivo Ojos de Lucha tenía la intención de sumarse al tsunami de solidaridad hacia las y los afectados por el sismo, entonces decidieron acercarse con las costureras de San Antonio Abad. David Gallegos y Daniel Camacho, en ese tiempo recién egresados de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) de la UNAM, y su amiga Cassandra Smithies eran los miembros de ese colectivo. Gallegos narra cómo se conformaron como grupo de artistas gráficos y abrazaron la lucha de las costureras:

En una reunión que tuvimos Daniel, Cassandra y yo, coincidimos en que deberíamos hacer algo para la gente que había sido dañada, fuimos con las costureras y les dijimos que queríamos hacer una manta con sus imágenes.

La colaboración del colectivo tuvo como premisa la protesta visual mediante mantas monumentales que sólo contenían imágenes.

La ex integrante del sindicato, en entrevista para Desinformémonos, completa:

Los compañeros llegaron presentando propuestas, no sabíamos de dónde venían, en aquel tiempo dentro del movimiento obrero las mantas sólo contenían letras con demandas. Ellos, en cambio, llegaron con una propuesta diferente y con imágenes. La primera manta que presentaron fue en San Antonio Abad y fue muy impresionante, porque se presentó en la noche y las compañeras llevaban antorchas de fuego, fue algo que a mi me encantó.

Con la convivencia y el trabajo diario, el ya conformado colectivo Ojos de Lucha se percató de que ya no bastaba con tener las obras en el Sindicato, el movimiento los interpelaba con la necesidad de transportarlas a los distintos espacios donde se llevaba a cabo la lucha de las costureras. Como recuerda Gallegos:

Ellas querían que hiciéramos un mural en la fachada de San Antonio Abad, estábamos trabajando en las imágenes para el mural haciendo bocetos; pero, de pronto nos pidieron un trabajo para la marcha del 8 de marzo del 86, y nos pusimos a hacer la manta. Vimos que más que un mural en la fachada, necesitaban elementos que pudieran transportar a sus manifestaciones y plantones.

Asimismo, Camacho, el otro artista del colectivo, menciona:

La idea propuesta por las costureras era puesta en la manta y llevada a otros lugares, quienes seguían nuestro trabajo en esos años, solían llamar a esta herramienta como murales móviles.

David Gallegos, Mercedes Ramírez (Meche) y Jesús Yépez

Construir una identidad

En esta relación indisoluble, las mantas y los integrantes del colectivo ya formaban parte del sindicato. Gallegos habla del planteamiento inicial de colectivo con las costureras.

Decidimos quedarnos seis meses para conocer cómo se trabajaba en una organización popular, estábamos seguros que podíamos aprender mucho, tanto nosotros como ellas.

De esa época, Ramírez recuerda:

Los artistas del colectivo salían a botear, a volantear, a los plantones, a las marchas y a donde fuera el sindicato, su apoyo no se limitaba a la elaboración de las mantas. David (Gallegos) era el encargado del registro fotográfico, las mantas ya formaban parte de las marchas, aunque no había ninguna retribución económica porque el Sindicato apenas comenzaba, su apoyo era incondicional. En las marchas cuando la gente veía las mantas, nos reconocían y se sumaban al contingente, los muchachos de Ojos de lucha nos dieron identidad y nos hicieron conocidas en las movilizaciones.

El proceso de creación de estos murales móviles, explica Gallegos, se basaba en el diálogo entre los integrantes del colectivo y el Sindicato.

Las mantas que hacíamos no eran trabajos rápidos, con las costureras era algo muy familiar, ellas nos platicaban y definían qué querían, y nosotros hacíamos la interpretación de esas ideas en imágenes.

Camacho sigue:

Partíamos de la necesidad de tener claro que se quería comunicar, jamás impusimos nuestras ideas, era un ejercicio lúdico y no se perdía el vínculo con el Sindicato, ya no era un mural, sino una manta donde la imagen era el centro de atención.

Estos murales móviles convertían en imágenes los saberes concretos que necesitaban las costureras para construir un sindicato propio, traducían a íconos herramientas de la cultura sindical. Servían para traducir la vida y dinámica del Sindicato. Al respecto, la costurera narra:

La primera manta que los del colectivo nos presentaron en la casa de Tlalpan era de ocho metros. Se podía observar a una mujer que salía del maniquí para integrarse al sindicato, para exigir sus derechos.

La manta del maniquí y la costurera, con dimensiones de 8x3m, la primera manta que Ojos de lucha hizo para el Sindicato. Foto del archivo personal de Mercedes Ramírez.

Camacho completa:

El maniquí tomaba vida, en la manta representamos las dinámicas del sindicato. Las tijeras rompían con la tela, la tela en alusión a los patrones, de fondo el reloj, ya que trabajaban día y noche, algunas vivían ahí y ni siquiera las dejaban ir al baño, el reloj era un elemento que las ubicaba en la realidad.

Las mantas se creaban según las jornadas de lucha. A veces, las costureras desconocían las genealogías de las luchas que se conmemoraban, por ejemplo, el primero de mayo, pero las mantas y la propia lucha las fueron formando políticamente, los murales móviles fueron un instrumento de construcción de conciencia política colectiva entre las sindicadas. Ramírez recuerda cómo se dio este aprendizaje:

Para el 8 de marzo, el día de la mujer, nos preguntaron qué queríamos, muchas de las compañeras no sabíamos qué significaba ese día, éste, al igual que otros eventos, significaron procesos de aprendizaje, de ver injusticias y el despertar de las compañeras. En esa ocasión se utilizó un elemento de la obra de los hermanos Casasola, una mujer muy representativa en la Revolución Mexicana, al igual que Sor Juana Inés de la Cruz, que estuvo presente en una manta que hicieron para un encuentro de mujeres, fue ahí donde nos dimos cuenta que existían mujeres muy representativas en la historia de México y que al igual que nosotras, también luchaban.

Votación en el sindicato de costureras, en el fondo la manta por la cual Meche y otras compañeras se dieron cuenta que “ellas también luchaban”. Foto del archivo personal de David Gallegos.

El retomar elementos de otras épocas, aparte de dotar de memoria, historia e identidad al Sindicato y a la lucha de las mujeres, volvía a las mantas más vistosas y atractivas, por lo conocidas que llegaban a ser las imágenes dentro de ese contexto. Al respecto, Camacho comenta:

El mensaje iba dirigido a diferentes públicos dentro de los observadores en las marchas, se quería expresar que estaban en paro, en huelga, que exigían condiciones laborales dignas. La soldadera bajando del tren, era un ejercicio al igual que otros de reutilizar imágenes que la gente que observaba en las marchas podía conocer y reinterpretar en un contexto distinto.

Finalmente, muchas de las mantas se perdieron, fueron robadas, quemadas o deterioradas por el uso constante. El colectivo estaba consciente de que era un arte efímero y con fecha de caducidad, y que su uso era para la organización popular.

La manta con la imagen de los hermanos Casasola, que fue reinterpretada en los tiempos que vivía el sindicato. Foto del archivo personal de Mercedez Ramírez.

Recuperación de la lucha y memoria histórica

Para Ramírez es importante recordar porque fue una época de lucha, no solo del Sindicato de Costureras, también estaban otros sectores de obreros, de organizaciones de mujeres, de damnificados que demandaban vivienda digna, entre otros. Ella nos cuenta:

Eran momentos de una solidaridad incondicional, donde no existían jerarquías ni fronteras entre las organizaciones, sino que se tejían alianzas donde las diferencias se conciliaron en foros, el resultado consistía en entender que se compartía un mismo objetivo, a pesar de los diferentes puntos de vista la gente apoyaba porque se sentía parte de muchas organizaciones, que a su vez se acuerpaban en una sola, era la época de la reivindicación del salario digno, de la vivienda digna. Sin embargo, con la oportunidad de participar electoralmente, se descuidaron las bases, los liderazgos se perdieron, se olvidó la formación de cuadros y sobretodo, se perdió la organización.

Respecto al colectivo Ojos de lucha, Ramírez menciona:

Fue muy importante la labor de Ojos de lucha, por su incondicionalidad, por posicionarse políticamente, por su participación en la creación y construcción de la identidad del Sindicato, en la virtud que tuvieron de concientizar a través de las imágenes.

Gallegos recuerda lo que significó Ojos de lucha y la propuesta diferente del arte incorporado a la lucha social:

Rompimos con la idea de que el arte es algo serio y dogmático, demostramos que inclusive se puede volver lúdico y ser útil en otros espacios diferentes a los establecidos, como en el espacio de la lucha y la organización popular, algo que contrasta con lo que nos habían enseñado en las aulas, con esta idea de que el artista es un individuo que posee genialidad, que hace obras únicas e irrepetibles y con miles de exposiciones. Nosotros teníamos otras inquietudes y las costureras nos llevaron a otro tipo de trabajo, aunado a nuestra condición social: estudiantes que siempre habíamos estado en escuelas públicas, rodeados de personas con carencias económicas, lo que nos hacía tener otra concepción de la vida y de lo que hacíamos con las imágenes.

David Gallegos y Daniel Camacho (versión balero) ex integrantes del colectivo Ojos de lucha. Mayo, 2021.

*Este reportaje forma parte de un convenio con la Clínica sobre periodismo colaborativo de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) San Lorenzo Tezonco.

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