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Las cenizas de Fidel emprenden su último viaje a Santiago, donde serán depositadas a un lado de José Martí

Gloria Muñoz Ramírez

Fotos: Luis Jorge Gallegos / Desinformémonos

La Habana, Cuba. “Míralo, en una caja, ahí va”, dice una señora sobre el Malecón, al paso del cortejo que baja por la calle 23 con destino a Oriente. La urna de madera viaja dentro de una vitrina un un    jalado por un jeep militar. Es el quinto día desde el fallecimiento del Comandante Fidel Castro y es la primera vez que se muestra la caja con sus cenizas. Los días anteriores las guardias y el desfile popular fueron frente a la emblemática foto de un Fidel guerrillero de 33 años posando en la Sierra Maestra para la cámara del fotógrafo cubano Alberto Korda, mientras sólo el Buró Político tuvo acceso a la urna resguardada desde el sábado en el Salón Granma de Ministerio de Las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

El cortejo partió a las siete de la mañana de la Plaza de la Revolución. Desde antes del amanecer la gente empezó a hacer vallas por toda avenida Paseo, la calle 23 y el Malecón. Miles de personas con banderitas de Cuba gritan ¡“Fidel, Fidel”! al paso del convoy escoltado por dos motocicletas. El camión de redilas que le sigue, similar a los usados por los guerrilleros en su entrada a La Habana en 1959, no está hoy ocupado por los barbudos, sino por un grupo de fotógrafos que sigue la Caravana.

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La seguridad y las previsiones del Estado en La Habana son cosa aparte. Unos diez minutos después de que pase el convoy, cuando la gente ya se dispersa, pasa un segundo convoy a mayor velocidad, lo encabeza un jeep con otra urna, idéntico. “Yo creo que es por si le pasa algo a la primera”, se aventura un comentario. Lo cierto es que hasta su último momento todo sobre Fidel se convierte en leyenda. Y si no pudieron con él en vida, no es extraño que sus cenizas corran peligro.

La gente luce desvelada. La mayoría se quedó hasta el final del homenaje popular que la noche de ayer se le rindió en una Plaza de la Revolución colmada. Cientos de miles de personas desbordaron la plancha por los cuatro costados, aunque en la parte de atrás, frente al enorme mural del Ché que adorna el Ministerio del Exterior, hay huecos y la gente con sus fotos se desplaza sin problemas.

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Los comentarios matutinos giran en torno al acto de ayer, de al menos cuatro horas de duración. Fueron 18 los discursos de presidentes y representantes del mismo número de países los que la gente escuchó, no sin cansancio visible. Hay coincidencia absoluta en que el presidente nicaragüense Daniel Ortega se pasó, no sólo por el abuso en el tiempo, sino porque pretendió enseñarle su historia a los propios cubanos. Un discurso cínico de un  hombre que traicionó su propia revolución y que hoy le pide a Cristo que reciba a Fidel.

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“Murió invicto. Sólo el inexorable paso de los años no pudo evitar”, dice Correa, el primero de los oradores, y continúa con la enumeración de los logros de la Revolución: salud y educación, los incuestionables triunfos de una país “sin ningún niño viviendo en las calles”, dentro del Continente más desigual del planeta.

En el aplausómetro hay el consenso en que el último lugar se lo llevó el presidente de México Enrique Peña Nieto, cuyo discurso despertó menos interés que los de Namibia, Katar, Vietnam o El Salvador. Los presidentes Rafael Correa, de Ecuador, Evo Morales, de Bolivia, y Nicolás Maduro, de Venezuela, arrancan ovaciones muy similares a las del presidente anfitrión Raúl Castro, último orador, el más directo y mesurado. Los pésames presidenciales se dirigen a él en su calidad de Jefe de Estado y de hermano de Fidel. También a Dalia, su viuda, y a sus hijos Fidel, Alejandro, Antonio, Alex, invisibles hasta hace pocos años. Y hoy también.

En su discurso Peña Nieto se equivoca en una emblemática fecha. En su repaso por la historia de la salida del Granma desde México repite dos veces que fue el 26 de noviembre de 1956, cuando en realidad fue el 25, día y mes que coincide con la muerte de Fidel, dato que se ha repetido estos días hasta el cansancio. El presidente Maduro le corrige la plana, pero el error no pasa desapercibido. ¿Por qué le aplaudieron tan poco a Peña Nieto?, se le pregunta a la gente. “Es que el pueblo de Cuba sabe”, responde una profesora, y separa al pueblo mexicano de su gobierno.

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Un lucero solitario se observa en el cielo sin nubes, ideal para que la gente se explaye en sus comentarios, como con la paloma que se posó en el hombro de Fidel el 8 de enero de 1959, en el cuartel Columbia, guarnición principal del dictador Fulgencio Batista.  Después de las primeras horas los jóvenes empiezan a desesperarse. Algunos se recuestan en la plancha de concreto y los adultos los recriminan como si fueran sus hijos. Ellos no hacen caso y siguen viendo sus celulares. Se incorporan cada vez que un discurso los estimula. En realidad se requiere de una dosis fuerte de heroísmo para escuchar decenas de lugares comunes en algunos de los discursos presidenciales. Muchos de plano se retiran, pero son tantos que no se nota. El saludo en español del presidente griego Alexis Tsipras los levanta y le rinden una ovación a quien, como el resto, condena el bloqueo económico contra la isla. La hermandad y solidaridad internacionalista de Cuba en África y América Latina surge en cada discurso. Ayuda militar a África, médicos a Centroamérica, Cuba siempre con la mano extendida.

En su breve participación Raúl Castro recuerda que le corresponderá el discurso final el 3 de diciembre en la plaza Antonio Maceo, en Santiago. Y adelanta un recuento de las participaciones más emblemáticas de Fidel en esta misma plaza, como en la concentración campesina del 26 de julio de 1959, en apoyo a la reforma agraria. O cuando se declaró a la isla como territorio libre analfabetismo, el único en estas condiciones en América.

Al final una imagen: Una señora se sienta en un banquillo de madera y observa desde ahí como se vacía la plaza, mientras se escucha la voz de la cantante Sara González entonando La Victoria.

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Hoy la caravana que escolta las cenizas de Fidel pernoctará en Santa Clara, donde el Ché encabezó la batalla decisiva para el triunfo de la Revolución, y donde descansan los restos del ícono argentino. El jueves el convoy se detendrá en Camagüey, el viernes en Bayamo y posteriormente arribará a su destino final: Santiago, donde empezó todo. En la plaza Antonio Maceo se realizara el homenaje masivo previo a su última morada en el panteón Santa Ifigenia, al lado de los restos de José Martí.

Hoy la televisión cubana continúa las transmisiones que el pueblo de Cuba sigue, parece que sin cansancio, durante todo el día. En cadena nacional se estrenó la canción “Cabalgando con Fidel”, del canta autor Raúl Torres: “Hombre, los agradecidos te acompañan…Hombre, aprendimos a saberte eterno…”. Documentales de su vida revolucionaria y pasajes de la historia inundan los escasos canales.

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