La puesta en escena del racismo estructural

Alba García Martín*

Foto: Durante la concentración frente a la Embajada de EEUU el pasado 7 de junio en Madrid, participantes emulan la detención de George Floyd bajo la rodilla del policía que acabó con su vida. (Susana Albarrán)

Una broma de mal gusto, una reafirmación en sus acciones políticas y una declaración de intenciones a futuro. Así resumiría yo las declaraciones del domingo 7 de junio del presidente del Estado, ante las preguntas de algunos medios de comunicación.

El periodista Sato Díaz preguntó al presidente, a raíz de lo sucedido en Estados Unidos, qué valoración hacía del motivo de las movilizaciones y la valoración de la respuesta que había dado el Gobierno de Donald Trump. En segundo lugar, preguntó si el Gobierno tenía en mente, en el horizonte de esta legislatura, la regularización masiva de inmigrantes para garantizar sus derechos ciudadanos. El periodista le indicó que era una de las reivindicaciones, en las distintas manifestaciones contra el racismo que se habían sucedido en todo el territorio, promovidas por organizaciones de personas migrantes y racializadas.

A la primera pregunta el presidente dijo, sin despeinarse, que “afortunadamente la Constitución Española es antirracista es su artículo 14”. Decir que la Constitución es antirracista, pensando que eso significa algo, es como dar por hecho que la existencia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos hace que los mismos se cumplan. Una cosa no implica la otra. Vamos, que las políticas, las leyes y los decretos que se elaboran, aún la existencia de esta Constitución, no son antirracistas.

A la cuestión de la regularización, Sánchez contestó: “La verdad es que no he tenido un planteamiento de ello porque he estado durante estos meses dedicado a otra cosa mucho más urgente”.

A quienes sufren diariamente las paradas policiales por perfil racial, o a quienes sufren los abusos y brutalidad policial racista. A quienes tienen dificultades de acceso a la vivienda por su origen étnico; a quienes sufren el racismo vecinal y a quienes las entidades bancarias no permiten abrir una cuenta; a las que sobreviven avocadas a trabajos en la economía sumergida en condiciones lamentables, sin derechos laborales ni sociales; a quienes viven en condiciones indignas para recoger la fruta cobrando una miseria, en B claro. A los que no pueden votar. A quienes no tienen acceso a la salud; a quienes se ven obligados a la venta ambulante como medio de vida. A las personas que el sistema retiene, oprime y encierra en un CIE para deportarlos después, bajo el aval de la ley de extranjería. A los y las menores que sufren el racismo en las aulas y la segregación escolar. A quienes la justicia racista no escucha, no ve y da la espalda. A todas las personas que el hecho de no tener papeles deja aún más en los márgenes, fuera de los derechos que, el resto, las consideradas ciudadanas para el Señor Sánchez, disfrutamos. A quienes algunos medios de comunicación erotizan, burlan con los blackface y criminalizan constantemente en sus titulares.

Si por mi fuera, ilegal debiera ser tener una presidencia y poder decir semejantes afirmaciones con total impunidad

Para todas ellas, por poner algunos ejemplos quedándome corta, escuchar de boca del presidente que ha estado a otra cosa mucho más urgente es una patada en las costillas.

Es tal la falta de respeto a cientos de miles de personas decir algo así, que me abruma. Es no tener el más mínimo conocimiento de los sufrimientos de buena parte de la población, o peor, esto puede significar que lo ignora a sabiendas y con toda la intencionalidad. Es tan imprudente que no sé por dónde empezar.

Otra periodista, Ana Isabel Rodríguez, pregunta sobre “la llegada masiva de pateras a las costas andaluzas”. El presidente de la Junta, había exigido un protocolo para adaptar espacios para aislar a las personas, hacer pruebas y que hicieran allí la cuarenta. La respuesta de Sánchez fue que ya han elaborado protocolos en cuanto a la recepción de inmigrantes ilegales, por una petición de Canarias y, cito literal, “para controlar la salud pública y ver su estado de salud”, ahora se están estudiando las infraestructuras para “cuarentenarlos”.

Es terrible que alguien se crea en el derecho de denominar la inmigración “ilegal”, es terrible que alguien con tanto poder pueda decidir quién es o no ilegal.

Si por mi fuera, ilegal debiera ser tener una presidencia y poder decir semejantes afirmaciones con total impunidad. Eso sí debiera ser delito, y no el sobrevivir años fuera de los derechos, en los márgenes, en el olvido, solo recordadas para hablar de la diversidad cuando interesa o cuando se trata del folclore. Delito no es que alguien emigre por necesidad, porque se ve forzada o porque quiere, delito tendría que ser la ignorancia, y la prepotencia.

Pero claro, cuando la prepotencia y la ignorancia las abandera el fascismo, todas sabemos reconocerlas, y muchas rechazarlas. Pero esto… esto puede ser más complejo de identificar, y más desde una perspectiva, como la mía, blanca y cegada por el privilegio aún no reconocido como tal muchas veces.

Es tal la falta de respeto a cientos de miles de personas decir algo así, que me abruma

Hoy intentaba explicarle a alguien qué significa el racismo estructural. Creo que ver las declaraciones del domingo y entender lo que implican sería un buen resumen. Racismo estructural es que vayas a denunciar a un juzgado y las personas que deben recoger tu denuncia y escucharte te pongan en duda; racismo estructural es que salgas a hacer la compra y te calcen una multa porque al agente de policía que te paró por tener unos rasgos étnicos determinados no le convenció tu argumento para estar en la calle. Racismo estructural es que haya unas leyes que avalen que el sistema te expulse, que te puedan detener y encerrar en una cárcel sin haber cometido un delito y deportarte. Racismo estructural es también que todo el mundo te cuestione cuando denuncias un abuso o una agresión policial, en vez de creerte desde el primer momento. También lo es el hecho de que la única manera de poder tener algo que rascar sea tener un vídeo o una imagen que muestre que, de verdad, te agredieron y tú no hiciste nada.

Todo esto son ejemplos que ilustran el racismo estructural, y que un presidente salga a decir que la Constitución es antirracista y que él está a otras cuestiones más importantes sin escuchar nada de lo que la gente racializada salió a reivindicar el domingo. Es como mínimo pensar que somos idiotas o tener un humor incomprensible.

No creo que sea cuestión de humor, esas declaraciones fueron una puesta en escena del racismo estructural. La política, las leyes, las instituciones y, lo más importante, las personas que las conforman tienen todo el racismo pegado al cuerpo. Desgraciadamente, eso no se pasa, ni se vacuna, ni se puede medicar. Vaya tela la que nos espera para desinfectar esto.

*SOS RACISMO BIZKAIA

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