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La opresión hacia las mujeres y la explotación de la naturaleza parten del mismo sistema de dominación

María Teresa Cedillo Nolasco

Los feminismos socialista, radical, poscolonial e interseccional ofrecen distintas interpretaciones sobre las causas de la opresión hacia las mujeres y proponen diferentes estrategias de lucha contra ella y una de estas vertientes la constituye el ecofeminismo, que es “una corriente de pensamiento donde el feminismo vincula las luchas feministas con las ambientales”, expuso la doctora Aleida Azamar Alonso, coordinadora de la Maestría en Sociedades Sustentables de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Al pronunciar la conferencia magistral Construyendo lazos de apoyo desde el ecofeminismo, en el marco del Foro Verde y Verso. Panorama ecofeminista mexicano, indicó que a partir de esta idea “se entiende que la opresión hacia las mujeres y la explotación de la naturaleza no son fenómenos separados, sino que parten del mismo sistema de dominación”. 

Durante su participación en esta actividad, realizada en la Casa del Tiempo y  convocada por la UAM, el Centro Cultural España y la Fundación Rosa Luxemburg, la doctora Azamar Alonso sostuvo que este enfoque surge con mucha fuerza en la década de los 70 en Francia y cuestiona las estructuras del poder que “perpetúa la explotación de todo tipo, como la de los cuerpos de las mujeres y de los bienes naturales” y en esencia revela “cómo el patriarcado y el capitalismo han desarrollado una relación simbiótica que utiliza la violencia, el control y la explotación para mantener sus lógicas de acumulación”. 

Desde esta perspectiva, el ecofeminismo no sólo critica los sistemas de explotación, sino también propone alternativas, puesto que “promueve acciones desde la base partiendo de las experiencias y de la resistencia de las mujeres, en especial en las zonas donde la crisis ambiental y la violencia de género se sienten con mayor crudeza”.

La investigadora del Departamento de Producción Económica de la Unidad Xochimilco de la UAM señaló que la lucha de las mujeres y la defensa del medio ambiente están intrínsecamente ligadas y una de los elementos más poderosos del ecofeminismo es que rompe con la visión tradicional y antropocéntrica que separa el mundo de la naturaleza; desde esta postura se reconoce que ésta “no es un mero recurso al servicio del desarrollo económico, sino una entidad con la cual tenemos que establecer una relación de respeto y de cuidado”.

Este cambio de paradigma planteado por el ecofeminismo es fundamental, “porque cuestiona la idea de que la tierra, al igual que el cuerpo de las mujeres, puede ser apropiado y explotado sin consecuencia”. 

Al visibilizar esta conexión, explicó que el ecofeminismo concibe no sólo resistir a procesos como el extractivismo, también plantea opciones políticas y de vida que respeten tanto a las personas como a la naturaleza, “siempre desde una perspectiva de género”. 

Sobre la relación entre el ecofeminismo y el extractivismo, describió que este último representa la práctica de extraer recursos en forma intensiva y más allá de lo que se necesita de manera local para comercializarlos y exportarlos sin beneficiar a la zona, la región o el país de donde se obtuvieron. 

Al momento en que las personas, especialmente las mujeres comienzan a protestar por este tipo de prácticas y la minería es un ejemplo, “es cuando los conflictos inician, pues se convierten en una amenaza para los intereses económicos de las empresas extractivas”.

Las mujeres en particular suelen ser las más afectadas, ya que se enfrentan a la depredación ambiental y a la pérdida de sus fuentes de subsistencia, además de la violencia y la represión del Estado y de los intereses privados.

En la actualidad, “entre 11 y 14 por ciento de nuestro territorio está concesionado a empresas mineras, muchas de las cuales se superponen con territorios indígenas y son las mujeres en estas comunidades las que están enfrentando las consecuencias, por ejemplo, cuando un río se contamina por derrames tóxicos, ellas se tienen que desplazar” a lugares lejanos para encontrar agua para sobrevivir.  

La llegada de estas empresas mineras suele traer problemas de violencia, alcoholismo, desintegración familiar e incluso de prostitución y criminalización; son proyectos que han contaminado grandes extensiones de bosque y de territorio, han desplazado a comunidades y han destruido ecosistemas; hay problemas de desarraigo y pérdida de la cultura, indicó la doctora Azamar Alonso. 

Pese a esta realidad, hay casos que “han tenido éxito no sólo en sus procesos de defensa, sino en la creación de espacios de resistencia y bienestar colectivo, y ello es prueba palpable de que las mujeres son capaces de organizarse, de mantener proyectos colectivos de autodefensa comunitaria ante la violencia de la sociedad y del sistema económico. 

Expuso como ejemplo los casos de las comunidades de Cherán, Michoacán donde la población planteó a las fuerzas armadas y las policiales que protegían a empresas madereras y hoy se autogobiernan a través de usos y costumbres con su propio cuerpo armado de autoridades, así como el proyecto Mamás solares, una cooperativa de mujeres en Quintana Roo que promueven, capacitan y llevan a cabo proyectos energéticos autosustentables en comunidades vulnerables, entre otros. 

En el marco de este foro se proyectó el documental “Oye…tengo que decirte algo”, presentado por Eugenia Hernández Bonilla, Liliana Alejandra Sánchez Hernández, Iván Alberto San Juan Sánchez y Jorge Yoed Zermeño García, del municipio de Chimalhuacán, Estado de México, en el que se plasman testimonios de mujeres y hombres que habitan esta localidad provenientes de Oaxaca y Veracruz, quienes muestran con orgullo cómo han conservado sus lenguas originarias y sus tradiciones en cuanto al vestido, a su gastronomía y en general a la riqueza de sus culturas.

También se contó con un concierto a cargo del ensamble vocal femenino N’IX, un programa que “nace de un proyecto madre llamado Música inaudita”, que busca la exploración de la voz a través de diferentes resonancias ligadas al cuerpo y a una experiencia más sensorial”, dijo su directora Silvia Camacho.

En este concierto se tuvo un repertorio de distintas partes del mundo y, por tanto de otras lenguas, como de Finlandia, Bulgaria y Ucrania, junto con piezas en español compuestas por el grupo y una en lengua náhuatl.

Publicado originalmente en la UAM

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