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“La cultura alternativa ya no es para pobres”, afirma Ignacio Pineda en el XXV aniversario de El Alicia

Gloria Muñoz Ramírez

Fotos y video: Gerardo Magallón

Ciudad de México | Desinformémonos. Empezó desafiándolo todo, y un cuarto de siglo después del concierto inaugural, el Multiforo Cultural Alicia vuelve a plantarse, esta vez frente a la pandemia por Covid-19 que los ha mantenido con las puertas cerradas durante los últimos nueve meses. El festejo de plata se postergó y el espacio decidirá su futuro el siguiente año. La banda se resiste a dejarlo partir, pero, dice Ignacio Pineda, su fundador, “todos los trabajadores tienen derecho a jubilarse”, y El Alicia también.

Estos meses de confinamiento el Multiforo se sumergió en su madriguera y en el fondo encontró miles de carteles, discos y libros que conforman su memoria, la del local y la de la escena musical autogestiva, política y social de los últimos 25 años. Los promocionales de los conciertos de ska de los Victorios, La Nana Pancha, Revuelta Propia, Mezcalito, Los de Abajos; de las bandas surferas como Los Esquisitos, Los Acapulcos, Dream Tones; las bandas de garaje como Telekrimen; o los grupos de hip hop, se extienden ahora en las mesas que recorren los seguidores en busca de una joya de colección. En el escenario un “25” gigante da cuenta del aniversario.

En estos críticos meses de pandemia El Alicia, como todos los centros culturales, entró en una fase crítica. No había dinero para renta ni para sueldos, por lo que se les ocurrió echarse un clavado a la bodega/madriguera para ver qué habían acumulado. “Recordamos que teníamos un montón de discos por los que preguntaba la gente y los sacamos todos. Tenemos editados alrededor de 130 discos. Cuando editamos un disco la mitad se va a los grupos y la otra mitad nos la quedamos nosotros. Pero como no somos muy buenos para vender, no sabemos cómo ir a las librerías, a las tiendas, entonces cada año sacábamos nuevos discos y los demás se guardaban en cajas. Ahorita sacamos desde el primer disco que editamos hasta el último. También teníamos un montón de carteles y volantes que habíamos conservado por 25 años. Por lo regular sacábamos mil carteles impresos y 16 mil volantes. A los músicos les dábamos casi la mitad, nos íbamos a pegar en todas las escuelas, y guardábamos 20 o 30 carteles de cada tiraje y algunos volantes.

¿De verdad hicimos todo esto?

Nacho y Los Alicios, como se les conoce a quienes trabajan en el Multiforo, se aventaron un viaje a través del tiempo. Desenrollaron cientos de carteles que se guardaban en costales de azúcar y harina, y se maravillaron de lo que encontraron: las primeras bandas que tocaron, los primos carteles politizados, el libro confeccionado por María Teresa López Flamarique, que recopila sus andares. “Uno se llena de nostalgia al ver que esos 25 años tienen una historia. Me emocionó ver las bandas, muchas de ellas ya ni existen, los carteles sociales y políticos. Fue un momento para preguntarnos ¿de verdad hicimos todo esto?, ¿en 25 años?”.

Y ahí, contada por los carteles diseñados por Andrés Ramírez, está también la memoria política de este espacio que no es ni antro ni cantina, ni restaurante ni bar, sino un foro cultural autogestivo y libertario. Durante muchos años cada jueves se organizaron aquí mesas de discusión y reflexión sobre género (cuando no se hablaba tanto del tema como ahora), sexualidad, legalización de la mariguana, los jóvenes, la represión, los presos políticos y la situación social y política del país. Eran los Jueves de Rebeldía, organizados con colectivos zapatistas.

El 8 de marzo de 1996, tres meses después de su nacimiento, El Alicia organizó su primer evento dedicado a la lucha de las mujeres, más tarde fue anfitrión de reuniones del Consejo General de Huelga de la UNAM, y el cartel con la frase “Que la rebeldía siempre nos bese en la boca”, recorrió la movilización finalmente reprimida. La lucha zapatista, inspiradora de la fundación, ha estado presente en su reflexión política y en muchas de las bandas que aquí han empezado.

La experiencia de dos décadas y media se resume, dice Nacho, “en que la autogestión es posible y El Alicia lo ha demostrado. Autogestión, autonomía y apoyo mutuo, eso es el Alicia”, dice el motor del foro en el que han nacido bandas que ahora gozan de fama internacional. El pequeño lugar en el que el cantante Manú Chao ofreció un concierto para la banda del que se editó un disco que aún está en circulación.

La disyuntiva hoy, explica Pineda, “es qué va a pasar en enero o febrero con nosotros. Si seguimos o le paramos, pues esta crisis sanitaria y económica está ruda en todo el país. Es muy estresante pagar las rentas, ver cómo hacerle para cubrir los sueldos. Estamos contemplando qué hacer, si nos vamos o seguimos tratando de seguir vendiendo nuestros carteles y nuestros discos. No sabemos si eso seguirá funcionando. La gente apoya con gusto y el cariño que se ha demostrado a lo largo de estos meses es re bonito, nos dicen que no nos piensan dejar ir”.

Justo al final de la entrevista se acerca un joven a saludarlo y darle las gracias. Le ofrece un billete de cien pesos que Nacho intenta rechazar. El hombre insiste en que quiere apoyar, que desde niño su papá lo llevaba a los conciertos. Nacho entonces no lo piensa más y acepta. “Al menos tres generaciones han pasado ya por aquí. Vienen papás, hijos y hasta abuelos que han tenido una historia aquí”.

El apoyo mutuo ha sido una de sus banderas. Desinformémonos, por ejemplo, festejó aquí su quinto aniversario, sin pago y con todas las entradas para el apoyo de este medio de comunicación. Así es El Alicia, igual que decenas de bandas solidarias que han tocado para apoyar otros proyectos, por los presos políticos, en solidaridad con otras luchas sociales, comunidades y barrios.

Pero hoy, en opinión de Ignacio Pineda, hay un cambio no sólo en la música, “sino que veo a los grupos y a los chavos más conservadores, no tan politizados. Tantos años de proyecto educativo, cultural y social del panismo y priísmo influyeron a la gente. Nos faltó politizar”, se cuestiona.

Pero la banda que sigue a El Alicia sigue siendo pueblo, jóvenes sin recursos. Nacho insiste en que este espacio ubicado en la colonia Roma, delegación Cuauhtémoc, sigue siendo “más un lugar de resistencia cultural que un bar o un antro de moda. Somos como la guardería, los que cuidamos a los chavitos que llegan desde los 18 años y que ni beben. Nuestros conciertos acaban entre las 12 o una de la mañana, y nos vamos. Nuestros públicos son de la periferia, pobres, no creo que vengan muchos de la Roma”.

La Roma, tan de moda ahora, “hace 25 años todavía la veías arrumbada por el sismo, la gente dejó sus casas y se fue porque se espantó. En el 95 no había ni restaurantes ni bares ni nada. Era una colonia de viejitos, de estudiantes y de banda que no estaba en el poder. No era lo que es ahora. La gente de hoy es la que empieza a irrumpir, a hacer la gentrificación. Llegaron los desarrolladores y agarraron a la Roma como una colonia para meterle lana. A mí se me hace muy raro que siga El Alicia, creo que tarde o temprano, si no es la pandemia, nos van a correr los dueños porque quizás ya no será rentable el lugar”.

-¿Cuál es el deseo del Alicia?

-Desde un inicio, cuando nos concebimos como Laboratorio, siempre quisimos un espacio más grande para tener un lugar más cómodo, con más espacio para los conciertos, camerinos, un lugar para los Alicios para dormir y estar a gusto, un pequeño consultorio médico con medicinas alternativas, un comedor, una biblioteca. Empezamos a buscar un lugar más grande, pero nos dimos cuenta de que ya era demasiado tarde para pensar en el cambio. Las rentas estaban elevadísimas y un lugar de 400 o 500 metros tenía un precio de 100 mil pesos en la Cuauhtémoc. Vimos de que la cultura alternativa ya es para ricos y que entonces ya no existe. Si un colectivo de barrio quiere hacer un espacio tipo Alicia ya no puede, ya es muy difícil. A eso nos ha llevado el neoliberalismo en la ciudad y en la cultura. La cultura alternativa ya no es para pobres.

– ¿Cuáles han sido sus crisis?

– Cuando iniciamos, creímos que los primeros meses serían muy fáciles pero fueron muy caóticos, feos y violentos. Quise entregar el espacio y parar. Hablé con el dueño, debíamos como tres rentas, y ya. Pero el dueño nos dijo que en letras pequeñas el contrato decía que debíamos pagar el año completo y dijimos que cómo, abrimos en diciembre y nos queríamos ir en marzo. Hice cuentas y no sabía cómo íbamos a pagar los nueve meses que quedaban. El dueño nos dijo que nos recomendaba quedarnos un año. Era un buen tipo, muy amable, ahora están sus hijos.

Vendí mi carro, mi equipo de sonido, la computadora, y pagamos las rentas que se debían. Fue un momento muy críticos, saber si seguíamos o no. Las bandas me decían que no me fuera, los músicos decían que nos ayudaban a atender el foro. Hubo grupos que se integraron, como las Cabezas de Cera, Los Esquisitos, algunos venían a hacerse cargo de la barra y las chelas.

– ¿Pensaste que durarían tanto?

– No. Yo decía que a los 10 años ya era mucho. Las crisis fuertes no eran de que ya estuviéramos cansados, eran de que estábamos hasta la madre. La presión de las autoridades de esos años era muy fuerte, había mucha corrupción y chantajes. A cada rato teníamos el sello de clausurado y las autoridades nos decían “te vamos a quitar los sellos pero nos debes una” y pedían apoyos para campañas políticas. Pero siempre nos negamos y hasta la fecha no participamos, no nos interesa.

Eran tiempos en los que agarraban a los que pagaban carteles en las escuelas o las calles. No dañaban el patrimonio, teníamos muy claro en dónde pegar, pero la policía siempre tenía que llevar a alguien detenido y siempre eran los del Alicia.

– ¿Qué momentos han disfrutado más?

– Los mejores momentos son cuando acaban los conciertos y algunos Alicios cenamos. Nos tomamos una chela y nos contamos chistes. Nos sentimos un grupo, un colectivo. Los Alicios son los compañeros que integramos el colectivo, gente que está en la barra, que vende los boletos, los que cuidan que los chavos no se pasen, el señor que hace el aseo. Tratamos de conservar el equipo del Alicia de antes de la pandemia.

El futuro incierto

Nacho habla de la posibilidad de cerrar El Alicia desde hace algunos años. Nadie le cree, o nadie lo quiere creer. “La idea era llegar a los 25 años y decir adiós. Hoy nos vemos endeudados por estos nueve meses de pandemia. El dueño nos quiere subir la renta. Yo les digo a Los Alicios que qué caso tiene estar pagando renta si estamos cerrados. Creo que nuestro periodo ya terminó, creo que ya debería jubilarme, todos tienen derecho a jubilarse. Son 25 años en los que hemos estado aquí adentro. Con la pandemia sí nos cuestionamos qué hacer, si tenemos un poco de dinero hay que trabajar unos meses más. A nosotros sí nos preocupa la salud, y contagiar a músicos, públicos, Alicios, no nos agrada. Veremos si podemos seguir sin tener eventos. Tenemos el chance de hacer eventos de 60 u 80 personas, pero dijimos que mejor nos aguantábamos y veíamos si con la venta de carteles y volantes podemos seguir cubriendo las rentas y los sueldos. No sé si las autoridades se pregunten cómo le hacen los espacios independientes que no tiene financiamiento, no sé si se les pase por la cabeza en qué condiciones estamos. Pero creo que para ellos todo está re bonito.

Jóvenes y no tan jóvenes circulan estos días por la historia de este espacio en el que crecieron. Hurgan entre los carteles, o buscan uno en particular. Llegan también músicos para llevarse los promocionales de sus tocadas, o sus discos. Por lo pronto, la sonrisa del El Gato de Cheshire plasmada en la cortina de entrada permanece sonriente, mientras la Virgen de Guadalupe con el rostro embozado con un paliacate les da la bienvenida.

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