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La agricultura, la ganadería ilegal y las carreteras amenazan al jaguar de Mesoamérica

Astrid Arellano

Los jaguares no conocen fronteras, sin embargo, hay amenazas que los mantienen a raya en los territorios que habitan. La presencia de extensos monocultivos, ganadería ilegal, incendios forestales, carreteras y cazadores presionan gravemente su hábitat en Mesoamérica, región que comprende a México y a los países de América Central.

Una acción crucial para asegurar la permanencia de este emblemático félido en esta zona es proteger de manera efectiva la fracción de un corredor que recorre el norte de Guatemala, atraviesa Belice y llega hasta el norte de Honduras. En toda esta región existen sitios que resultan clave para la salvaguarda de la especie. Son conocidos como Unidades de Conservación de Jaguar (UCJ o JCU en inglés), es decir, áreas con poblaciones estables de jaguares o que podrían tenerlas al eliminar algunas presiones y que están unidas por corredores de conectividad entre ellas.

“La pérdida de cualquiera de estas áreas cortaría la conectividad a nivel regional de las poblaciones de jaguar”, asegura Roberto Salom-Pérez, director de la organización Panthera en Latinoamérica.

Jaguar captado en la Reserva de la Biosfera Maya, en Guatemala. Foto: WCS Guatemala

El reto para una gran cantidad de científicos, organizaciones y gobiernos es concretar la Iniciativa del Corredor del Jaguar, cuya implementación pretende dar conectividad a las poblaciones del félido más grande de América a lo largo de su rango, es decir, desde México hasta el norte de Argentina. De igual forma, un compromiso global sin precedentes para salvar al jaguar que inició a fines de 2018, continúa trabajando en la ruta para la conservación de la especie rumbo al 2030, asegurando 30 paisajes prioritarios en 16 de los 18 países del área de su distribución.

¿Por qué es tan importante conectar las poblaciones de esta especie? En la actualidad, el jaguar (Panthera onca) enfrenta el riesgo de una pérdida de conectividad genética pues, al no poder atravesar sitios afectados por la deforestación, la especie va quedando aislada. Además, la pérdida de un depredador tope como este provocaría un devastador efecto cascada que cambiaría la estructura de los bosques: aumentarían las poblaciones de presas y estas cambiarían la vegetación, lo que puede llevar a la modificación de los bosques.

En Guatemala, son los incendios forestales los que arrasan con la naturaleza. En Belice, es el drástico aumento de los monocultivos y la presencia de una carretera que parte en dos un gran hábitat. En Honduras, las invasiones de los ganaderos ilegales son un enorme riesgo porque cambian la selva por potreros. Todas son amenazas que, poco a poco, empujan al jaguar camino a la extinción.

Guatemala: ganadería e incendios

En la Selva Maya, en Guatemala, la ganadería ilegal extensiva carcome el hábitat de los jaguares. Dentro de esa región, los ganaderos han encontrado formas para ganar terreno en la Reserva de la Biosfera Maya, el área natural protegida más grande del país y que representa un sitio clave para asegurar la supervivencia de este félido en Mesoamérica.

“Están pasando de tener áreas habitadas por muchas especies silvestres a destruirlas con fuego, para tener solamente dos especies: el pasto y las vacas”, afirma el biólogo Rony García Anleu, director del departamento de Investigaciones Biológicas de la organización Wildlife Conservation Society (WCS) en Guatemala. Él ha estudiado por más de dos décadas esta reserva ubicada en el departamento de Petén, en el norte del país.

El conflicto se ha acentuado porque, al perder esas áreas boscosas y al no tener sus presas habituales —dice el experto—, los jaguares consumen ganado. “Están perjudicando los intereses de los ganaderos y son aniquilados por eso”, afirma García Anleu. “El jaguar es una especie protegida en el país y hay penas por su aniquilación, pero la gente lo hace a escondidas”. Las sanciones van de 5 a 10 años de prisión y multas de hasta 20 000 quetzales (2600 dólares).

Jaguar captado en la Reserva de la Biosfera Maya, en Guatemala. Foto: WCS Guatemala

La Reserva de la Biosfera Maya es tan grande que representa la quinta parte del territorio de Guatemala. Cuenta con una extensión de más de dos millones de hectáreas y está conformada por al menos una veintena de parques, áreas naturales protegidas y corredores. A su vez, funge como una Unidad de Conservación de Jaguar (UCJ), es decir, se trata de un área relevante por contar con poblaciones clave de jaguares, zonas de hábitat intacto y una base de presas suficientes para mantenerlos.

“Es la UCJ más grande de Mesoamérica”, señala García Anleu. El experto comenta que esta conecta todas las áreas protegidas, todos los bosques y todos los jaguares en la Península de Yucatán. “Se extiende desde el norte de Guatemala, pasa por toda la península y también al este, con Belice”, describe.

Según WCSla Selva Maya perdió el 33 % de su cobertura forestal, equivalente a 18 000 hectáreas deforestadas entre los años 2000 y 2020. La principal causa reportada es la ganadería extensiva. Otro estudio liderado por la Universidad Estatal de Texas calcula que la ganadería ilegal extensiva es responsable del 59 % y hasta el 87 % de la pérdida de bosque en tres áreas de la Reserva de la Biósfera Maya, en donde los incendios se utilizan para extender la zona deforestada en su interior.

La bióloga Bárbara Escobar coincide en la gravedad de la pérdida de cobertura forestal producto de los incendios. “Este año [2024] ha sido terrible en Guatemala, totalmente sin precedentes si se compara con todos los incendios de años anteriores”, asevera la experta en manejo de vida silvestre y coordinadora de la organización Panthera en ese país.

Es verdad. La Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) registró en seis meses, de diciembre de 2023 a junio de 2024, un total de 2 160 incendios forestales en todo el país. El año anterior fueron 964 siniestros acumulados entre forestales y no forestales.

Ilustración de Kevin Nieto para Mongabay Latam.
Ilustración de Kevin Nieto para Mongabay Latam.

Lo que ocurrió recientemente sólo en Petén e Izabal fue alarmante: 536 de los incendios forestales en Guatemala ocurrieron en estos dos departamentosEntre ambos se acumuló un total de 124 088 hectáreas de bosques perdidos, más de dos veces el tamaño del Parque Nacional Tikal. La situación se agrava para Izabal, en el noreste del país —en el Caribe— puesto que esta también es una región crítica para la conectividad de las poblaciones de jaguares y en donde, hasta este año, los incendios no eran un problema usual.

“Se considera que la mayoría son incendios provocados y han sido precisamente en áreas naturales protegidas”, dice Escobar. “Pero este año la mayoría de áreas protegidas en las que trabajo, que son unas nueve, los tuvieron”, sostiene.

Jaguar captado en Izabal, Guatemala. Foto: Panthera Guatemala
Unidades de conservación del jaguar y corredores en Guatemala, Belice y Honduras. Mapa: Eduardo Mota para Mongabay Latam.
Unidades de conservación del jaguar y corredores en Guatemala, Belice y Honduras. Mapa: Eduardo Mota para Mongabay Latam.

Si bien Petén tiene áreas conservadas y conecta los hábitats de jaguar con Belice y México, Izabal es el enlace con el resto de Mesoamérica. Escobar explica que se trata de la única zona por la que los jaguares todavía pueden moverse para cruzar de Honduras hacia Belice. “Es un enlace bastante importante y crítico al que tal vez no le hemos prestado tanta atención”, agrega la bióloga de Panthera.

El gran desafío, coinciden los expertos, es encontrar una alternativa para la ganadería que destruye ecosistemas. Uno de los métodos ha sido reconectar con la selva a las comunidades que rodean a las áreas naturales protegidas, para así evitar los desmontes y los incendios provocados. Allí es donde organizaciones como WCS y el gobierno guatemalteco acompañan a las comunidades en sus procesos de aprendizaje encaminados a lograr un aprovechamiento sostenible del bosque —a través de concesiones forestales y actividades para diversificar sus fuentes de ingresos—, que les proporcionan beneficios directos ambientales, económicos y sociales.

“Tenemos un modelo de concesiones forestales comunitarias que, si bien no es perfecto, ha solucionado muchos de los problemas de destrucción de hábitat”, dice Rony García Anleu. “La gente tiene la oportunidad de manejar una concesión forestal que extrae madera en forma responsable y certificada. Buscamos que sus actividades extractivas sean lo menos dañinas para la fauna, especialmente para los jaguares”.

Equipo de WCS Guatemala durante la instalación de cámaras trampa en la Reserva de la Biosfera Maya, en Guatemala. Foto: WCS Guatemala

De acuerdo con un informe coordinado por la Asociación de Comunidades Forestales del Petén (ACOFOP), existen nueve concesiones comunitarias activas en esta zona que, en su conjunto, ocupan más de 485 000 hectáreas de la Reserva de la Biosfera Maya, es decir, cerca del 25 % de su área total. “Estas muestran tasas de deforestación cerca de cero, muy por debajo de las tasas de deforestación en la zona núcleo (1 % por año) y la zona de amortiguamiento (5.5 % por año)”, apunta el estudio.

Además de las actividades relacionadas con el aprovechamiento de la madera, las comunidades realizan restauración de áreas degradadas, recorridos de vigilancia, mantenimiento de brechas corta fuego y monitoreo de puntos de detección de amenazas —como invasión de tierras, caza furtiva, tala, ganadería ilegal e incendios forestales—, así como un aprovechamiento forestal no maderable relacionado con la extracción de chicle (Manilkara zapota), y recolección de semillas de especies como ramón, pimienta y xate, así como apicultura, el turismo comunitario y la producción de artesanías, que permiten que las comunidades puedan manejar y proteger la selva, mientras fortalecen la economía local.

Jaguar captado en la Reserva de la Biosfera Maya, en Guatemala. Foto: WCS Guatemala

Hablar de la conservación del jaguar no es sólo hablar de la conservación de un animal, concluye Bárbara Escobar. También se habla de ecosistemas, de hábitats, de bosques y selvas que permiten la vida de numerosas especies y de la propia población humana.

“No me gusta mucho el concepto de ‘servicios ecosistémicos’, porque es mantener esa idea de que sirven sólo porque nos dan algo”, agrega la experta. “Sin embargo, gracias a estos lugares es que tenemos agua, aire y mitigación ante el cambio climático. Entonces, hablar de conservación, es hablar de nuestro propio bienestar. Es importante que empecemos a reconocer que todo está conectado”, dice.

Belice: carreteras y monocultivos

En Belice existe un paisaje fundamental para conectar los bosques y montañas del suroeste del país con el resto de la Selva Maya, compartida con Guatemala y México: el Corredor de la Selva Maya. La pérdida de este espacio haría que esta majestuosa selva quede dividida en dos bosques más pequeños. Esto, a su vez, amenazaría la supervivencia de las especies que viven allí, particularmente la de los jaguares.

La posibilidad de esa pérdida es una presión latente. En la última década, el tamaño de esta franja de bosque se ha reducido en más del 65 %, destruido principalmente por el establecimiento de monocultivos de caña de azúcar y, en general, para la agricultura a gran escala.

Una presión paralela ha sido la carretera que atraviesa el corredor, la George Price Highway, una de las primeras carreteras construidas en el país, la cual conecta Ciudad de Belice con Belmopan. Esta ya muestra signos de estar impactando el movimiento de los individuos de jaguar en el centro de Belice. En particular, existen evidencias de que las hembras prefieren mantenerse en los territorios menos fragmentados y que la carretera podría significarles una barrera difícil de cruzar. Esto debido a la eliminación de bosque en ambos lados de la vía y a un aumento en el volumen de tráfico vehicular asociado con el desarrollo y el crecimiento de la población humana.

La carretera George Price mide 124 kilómetros de largo, sin embargo, “quedan menos de 10 kilómetros con una clara conexión de hábitat no fragmentado al lado de la carretera, eso es todo lo que hay”, asegura la bióloga Emma Sanchez, coordinadora para Belice en Panthera. “A partir de esos 10 kilómetros no hay más puntos por donde los jaguares puedan cruzar la carretera fácilmente”, afirma la especialista.

Vista aérea del Corredor de la Selva Maya, en Belice. Foto: WCS Belice

Si el corredor de la Selva Maya desapareciera en Belice, la probabilidad de que los jaguares puedan atravesar directamente a México es muy poca, agrega la experta, porque alrededor ya no hay bosque que conecte las áreas. Todo ya está urbanizado y con monocultivos. Ya no hay bosque donde los jaguares y otros gatos puedan vivir o moverse sin ser atropellados”.

Varios estudios han evidenciado, a través de cámaras trampas, que los jaguares sí se están moviendo de unas zonas a otras. “Esa función ecológica todavía existe, la gran pregunta que siempre se tiene es: ¿hasta cuándo?”, cuestiona el biólogo Boris Miguel Arévalo, director asistente en Belice para Asuntos Terrestres en WCS.

Para frenar las amenazas que implican la agricultura y la carretera, a partir del 2014, organizaciones no gubernamentales, universidades, comunidades locales y gobiernos formaron una coalición para proteger la conectividad de los bosques beliceños.

Para el 2021, el Fideicomiso del Corredor de la Selva Maya —integrado WCS Belice, el Fideicomiso de la Selva Maya de Belice y la organización ReWILD—, compró una propiedad de más de 12 000 hectáreas de tierras identificadas como vitales para la conservar la conectividad del sistema de áreas protegidas en Belice, lo que además abrió paso para el aseguramiento de otras tierras que WCS y el Zoológico de Belice ahora gestionan.

Además, frente a la próxima rehabilitación y mejora de la carretera George Price Highway, cuyas obras empezarán en el segundo semestre del 2025, las organizaciones que investigan al jaguar se han sentado en la mesa con el gobierno de Belice para que se tomen en cuenta recomendaciones y se incorpore infraestructura suficiente para hacerla más amigable y segura con el paso de la fauna silvestre.

La laguna Cox, ubicada en más de 12,000 hectáreas adquiridos por el Maya Forest Corridor Trust. Foto: WCS Belice

“Durante mucho tiempo hemos mirado las cosas de forma negativa, pero ahora podemos ver todo esto como una oportunidad”, agrega Arévalo. “Esto ha permitido sentarnos a dialogar, no sólo con organismos que piensan igual que nosotros, sino también con ministerios del gobierno —de Infraestructura, de Desarrollo Económico, de Agricultura y otros más— que son parte integral de las discusiones”.

El simple hecho de tenerlos a todos en una reunión para acordar las modificaciones necesarias para que los jaguares puedan cruzar, “son cien pasos adelante, es una ganancia”, concluye el biólogo de WCS.

Jaguares captados en el Corredor de la Selva Maya, en Belice. Foto: Panthera Belice

Honduras: ganado y cacería

En los últimos 20 años, una pieza clave que complementa el gran rompecabezas boscoso del corredor del jaguar enfrenta una presión crucial: la ganadería ilegal que provoca la destrucción de la naturaleza y su posterior sustitución por potreros en Honduras. Se trata de zonas de difícil acceso donde hay poca o nula gobernanza, “en donde impera la ley del más fuerte, es decir, la de los grupos delictivos que representan una amenaza”, asevera Edgard Scott, ecólogo y director del Programa Honduras – Nicaragua de WCS.

Esas mismas personas que invaden el territorio para instalar sus fincas en la región conocida como La Moskitia —un bosque compartido con Nicaragua que, con sus más de dos millones de hectáreas, representa la mayor extensión continua de áreas protegidas de Honduras—, también cazan a las presas favoritas de los jaguares, como jabalíes y venados, dejando sin alimento a la población más grande de este félido en el país.

Es un doble ataque: una reducción del tamaño del hábitat del animal, pero también en las poblaciones de sus presas naturales”, explica Scott respecto a lo que ocurre en el área conformada por el Sistema de Humedales de la Reserva del Hombre y la Biosfera del Río Plátano, la Reserva de la Biosfera Tawahka Asangni y el Parque Nacional Patuca, además de otro complejo de bosques riparios y bosques de galería en estado natural. En su mayoría son territorios indígenas de los pueblos Pech, Tawahka, Nahua, Tolupán, Miskito y Garífuna, que han trabajado en el fortalecimiento de sus sistemas de gobernanza para frenar la deforestación.

La Moskitia, en los últimos 15 años, “ha sido el bosque que más ha sufrido deforestación de los cinco bosques que quedan en Mesoamérica. Ha sido el más afectado, con un 30 % de pérdida”, explica el ecólogo.

El paisaje que habita el jaguar en Honduras. Foto: Edgard Scott / WCS Honduras

Al igual que en cualquier área donde se rompa la conectividad de las poblaciones de jaguar, las consecuencias serían una “cascada” —describe Scott— que implicaría no sólo los daños para el hábitat del félido, sino que también conduciría a la endogamia porque se interrumpirá el flujo genético entre los individuos, lo que podría ocasionar la posterior desaparición del jaguar como lo conocemos.

“Ya no podrá haber un flujo genético de los jaguares que están en Nicaragua, con los que están en Honduras, con los que están en Guatemala o Belice. Se rompería ese corredor que, en Centroamérica, ha sido un sueño desde hace muchos años”, sostiene el experto. “La aspiración de la comunidad conservacionista siempre ha sido mantener ese hábitat funcional para que el jaguar pueda transitar entre los países y no tengamos casos de poblaciones aisladas que, en el largo plazo, pueden provocar incluso su extinción”.

Vista aérea de la comunidad Krausirpi, del pueblo indígena Tawahka, ubicada en la Reserva de Biósfera Tawahka-Asangni, en la Moskitia hondureña. Foto: WCS Honduras

Esto fue documentado en un estudio publicado a finales del 2023, donde se demostró a través de muestreos genéticos en las fronteras internacionales de América Central, que la cobertura arbórea podría estar mediando el flujo genético al existir reproducción local o dispersión a corta distancia de los jaguares. Estas áreas coinciden con las ubicaciones de las Unidades de Conservación del Jaguar (UCJ), que constituyen los principales reservorios de hábitat de alta calidad para jaguares en la región. Por el contrario, las áreas urbanizadas, así como la falta de vegetación y de fuentes de agua evidencian la dispersión de los jaguares a distancias más lejanas.

“Creo que es una lucha en la que nos mantenemos optimistas, porque no estamos solos. Tenemos una alianza con el gobierno y con los pueblos indígenas”, concluye Scott. Para el experto, esta es una batalla por preservar tanto al jaguar como el resto de ecosistemas y las riquezas naturales.

La suma de acciones

“Quienes trabajamos en conservación, lo hacemos porque tenemos esperanza de que las cosas puedan mejorar”, comenta Bárbara Escobar. Ella señala que el hecho de que cada vez existan más organizaciones, instituciones y gobiernos a nivel global interesados en crear proyectos colaborativos en favor de la conservación del jaguar es una gran señal.

El Plan Jaguar 2030 es un ejemplo clave en esto, coinciden los especialistas mencionados en este reportaje, pues involucra a varias instituciones internacionales para promover la conservación del jaguar a lo largo de su distribución. El sólo hecho de impulsar la generación de información a nivel del continente, y más específicamente en Mesoamérica, permite construir y actualizar mejores propuestas de conservación.

Otro caso es el de Guatemala, agrega Escobar. “Recientemente se firmó un convenio entre el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap) con la Embajada de la India, porque este país tiene mucha experiencia trabajando en conservación del tigre, otro félido mayor. La idea es intercambiar experiencias y que personas que han trabajado en la conservación del tigre, puedan apoyar en la planificación para la conservación del jaguar”, explica.

Jaguar captado en la Reserva de la Biosfera Maya, en Guatemala. Foto: WCS Guatemala

En ello coincide Edgard Scott, pues se trata de una lucha a largo plazo. “En conjunto, todos nosotros queremos traer conocimientos, asistencia técnica y beneficios a las comunidades locales, también brindar nuevas herramientas a nuestros aliados y a las instituciones de gobierno en toda la región, para que nuestra contribución sea el bienestar de toda la sociedad. Así lo miramos”, dice el experto.

Al mismo tiempo, los gobiernos y los políticos están logrando construir una mejor conciencia respecto al movimiento de conservación en el mundo, pues ahora comprenden que no se refiere al desarrollo unidireccional de un país, “sino que se desarrolla para el beneficio de la población humana y para el beneficio del medio ambiente del que nosotros tanto dependemos; allí tiene bastante en qué ganar el jaguar”, sostiene Boris Miguel Arévalo. “También las políticas a nivel nacional, regional e internacional van cambiando, eso le da una perspectiva positiva a la situación”, dice el especialista.

“Veo todo eso como algo muy positivo, porque hay varias áreas de oportunidad”, concluye Escobar. “Que cada vez más instituciones a nivel global estén involucrándose en la conservación no sólo de una especie en un lugar específico, sino reconociendo la importancia de trabajar a nivel regional —porque los animales no conocen fronteras— invita a continuar abordando el tema de esa manera”.

*Imagen principal: Jaguar (Panthera onca). Ilustración: Kevin Nieto

Publicado originalmente en Mongabay Latam

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