Campesinos y agricultores gazatíes observaron cómo sus cultivos se secaron hasta transformar el verde de las hojas en amarillo, señal de muerte para la cosecha, después de que un avión agrícola proveniente de Israel rociara químicos por encima de la Línea Verde, la frontera que separa la Franja de Gaza del territorio israelí.
Según fuentes internacionales, el avión pretendía deshacerse de las malas hierbas en la zona vigilada por militares israelís y torretas mecanizadas con ametralladoras.
Uno de los afectados fue Jaled Abu Mandil, quien desde hace 20 años ha vivido junto a su tierra, en el este del campo de refugiados de al-Maghazi, centro de la Franja de Gaza, y que ahora, además de haber soportado la destrucción de su hogar en cada guerra para volverla a levantar, observa cómo su cosecha muere día a día, lo que representa la pérdida de la única fuente de ingresos para él y su familia.
“Sucedió hace un par de semanas. Apareció una avioneta israelí y comenzó a echar herbicida. Siempre rocían parte de nuestros campos, pero nunca habían llegado a rociar tanto. Solían llegar hasta los 100 metros dentro de la alambrada de la Línea Verde en Gaza, pero esta vez el veneno ha llegado hasta los 500 metros”, lamentó Jaled.
Al tercer día de ser contaminada su cosecha, la cebada que cultivaba murió por completo, seguida del trigo y los guisantes, en plena temporada de recogida.
“Si los israelíes nos dijeran al menos que van a echar esos productos pues nosotros no plantaríamos», señala Jaled. «Plantar todo esto cuesta dinero. Solamente preparar la tierra y sembrarla son 5.000 NIS [1.000€]. Ahora he perdido al menos 2.000 dinares jordanos [más de 2.500€]. ¿Por qué nos hacen esto?”.
Pero la historia de Jaled, cuyas tierras se encuentran a cien metros de la Línea, no es la única, sino que a pesar de ubicarse a 400 metros de la alambrada israelí, los campos de Nael Hiyyi, en la zona de Johr-Eddik, también se vieron afectados por el veneno.
“Los israelíes me quemaron las plantas con el fumigado», comparte Nael, de 37 años, cuya tierra sustenta a los siete miembros de su familia. «Se me echó a perder más del 80% del calabacín plantado, la mitad de las judías, las espinacas y la col”, lamenta.
“Estoy endeudado y ahora con la pérdida de esta temporada no sé qué voy a hacer. Yo sólo deseo que haya paz y que se ponga fin a los problemas, a los bombardeos y destrucción de nuestras tierras para que mi esfuerzo y mis inversiones vean sus frutos”, expone Nael.
“A mí el herbicida israelí me ha dejado sin cultivos. No se salvó nada. A pesar de todo, doy gracias a Dios», indica Abu Adnan, mokhtar (el notable) de una de las zonas afectadas que asegura que el daño producido por las autoridades israelís contra la población civil palestina es un castigo colectivo.
«En la guerra de 2014, los israelíes vertieron toda su rabia aquí. Había un túnel de la resistencia palestina debajo. Después de destruir nuestros árboles frutales, nadie vino aquí, ni Hamas ni Fatah, ni siquiera el alcalde. Pero aquí seguiré. De aquí sólo me marcharé para ser enterrado en el cementerio”, afirma Adnan.
Además de afectar los cultivos en la región, el avión agrícola provocó el corte de una de las líneas de electricidad con la que Israel está obligado a proporcionar luz a la Franja, de acuerdo con los tratados internacionales. “Yo lo vi. Vi cómo la avioneta se ponía de lado», relata otro de los campesinos afectados en sus plantaciones de cebada y trigo, Msalam Abu Mandil. «Rompió el cable de electricidad y lo hizo a propósito”.
Este ataque israelí se suma a la destrucción de los pozos de agua en 2014, lo que empeora la situación de los campesinos que no tienen alternativas para abastecer de agua sus tierras.
Foto: Isabel Pérez
Con información de eldiario.es
