«Irma Pineda les habla a todas»

Gloria Muñoz Ramírez

Producto de largas entrevistas con Irma Pineda, la poeta-maestra-traductora-activista-hija de un luchador social desaparecido-defensora de las lenguas indígenas-gestora-madre y todas las Irmas que descubrió y descubre en el camino, Francisco López Bárcenas, el abogado-escritor-historiador-profesor-investigador- cuentista-acompañante de causas de los pueblos, presenta un bosquejo biográfico de la mujer originaria de Juchitán, Oaxaca, en su tapa domi’, su cumpleaños número 50.

López Bárcenas, en su papel de entrevistador, va hilvanando las preguntas en diferentes paisajes: frente al mar, en el desierto de Wirikuta, en la casa materna, en la morada actual en el Istmo de Tehuantepec o en la universidad en la que da clases la poeta. Se trató de encontrar entornos diversos para que la palabra fluyera. Nunca le mostró antes a Irma las preguntas, para que la elaboración fuera fresca, distinta a las respuestas escritas. Irma Pineda o la poesía como resistencia es el producto de ese diálogo que presenta Pluralia Ediciones.

Nada de sus amores, fue la única condición que puso la poeta, “porque están todos vivos”. De ahí en fuera todo lo que quisiera preguntar el historiador que narra en esta entrevista el proceso del libro y el redescubrimiento de Irma. (GMR)

¿Por qué un libro sobre Irma Pineda?

–Hay algo que no digo en el libro. Yo la conocí cuando entró a la ONU, cuando el gobierno mexicano la postuló para ser representante de los pueblos indígenas de América Latina y el Caribe. En mi cabeza se me hacía, como con todos los representantes de algo, un fraude. Pero una vez el Colegio de México me pidió a alguien que hablara sobre pueblos indígenas a nivel nacional, y yo medio fanfarrón dije “si quieren les traigo a la ONU”. Me dijeron, “pues tráetela”. Y la invité.

En esa ocasión Irma habló de literatura, de poesía sobre todo, pero comencé a platicar con ella de su papá (Víctor Yodo, el activista juchiteco desaparecido en 1978). Después me fui dando cuenta de que no era la imagen que yo tenía de ella, comencé a ver sus gestiones para apoyar a migrantes de Canadá, por ejemplo. La imagen que tengo en mi cabeza para hablar de ella es la del poeta que dice que hay plumajes que cruzan el pantano y no se manchan, porque ella interactúa mucho con el poder, pero no les hace el juego.

–¿Conocías su literatura?

–Tampoco me había acercado a la literatura indígena. Comencé a leer sus libros e incursioné en la poesía, y muy rápido me di cuenta de una cosa: ella es de otra generación, pero además es muy temática. Son temas muy de actualidad. El primer libro político que tiene es La nostalgia no se marcha como el agua de los ríos, que es una denuncia de la migración, pero creo que el más político es el de La flor que se llevó, es muy fuerte.

Su poesía rompe mucho con otros poetas en varios sentidos. En primer lugar dejó de ver al pasado, que el padrecito sol, que la madrecita tierra, que no está mal, pero ya estamos en otra época. Sin decirlo, sin hacer un panfleto, toma una posición. Un día le pregunté qué hace indígena a una poesía, ¿que seas tú indígena?, ¿que la escritura sea indígena?, ¿el tema?

Irma sostiene que no hay poesía indígena ni criolla, que poesía es poesía y se acabó. Pero yo creo que sí hay, y lo que la hace indígena son muchas cosas: primero el tema, después el que lo escribe, pero sobre todo el habla, cómo construyes de manera general las oraciones, el verso, que es algo que está mucho en ella y no en muchos que dicen que escriben poesía indígena.

Creo que es un trabajo muy responsable políticamente, y de mucha calidad estéticamente.

–Se presenta en Oaxaca (primero en Juchitán y luego en la ciudad de Oaxaca) justo en el cumpleaños número 50 de Irma.

–Es un libro-celebración, sí, pero no tiene mucho que ver. Estaba escribiendo una biografía más amplia de ella, pero me di cuenta de que no me daría para los 50 años, y quería recuperar la idea del tapa domi’, el ciclo vital de los zapotecas. Esa es la decisión por la que es un libro de entrevistas y no una biografía.

–Es el primer libro en el que incursionas en este género como protagonista de tu texto.

–Así es. Me siento muy bien, hasta un poco pendenciero. De chamaco leí El olor de la guayaba y entendí mucho de García Márquez así, más platicadito. Fue una cosa mía incursionar en esto, pensé en salirme de los temas por los que la gente me conoce: la autonomía, territorios, minas, el agua. Pensé en hacer algo distinto. He incursionado poco en el cuento, en el corrido, pero no es que me conozcan por eso.

–Cuando entrevistas a Irma asumes que su vida retrata una parte de este país.

–En general creo que nuestra vida, la de todos, retrata parte del país, y creo que la de ella retrata parte de la vida del Istmo. Ella cuenta que días antes de que cumpliera cuatro años secuestraron a su papá y me contaba cosas que yo no le creía, como que perdió el habla, por ejemplo. Creí que me estaba cotorreando, pero platiqué con su mamá y me dijo que sí, que perdió el habla y que su abuelo la llevaba a Oaxaca al médico. Dejó de comer. Si ves sus fotos de niña, está delgadita, delgadita. Había estado esos cuatro años de su vida muy pegada a su papá. Platica que él le leía a la Generación del 27, como García Lorca o Miguel Hernández. Supongo que no les entendía, pero el ritmo es lo que más le marca. Había muchísimos libros en su casa. La actual biblioteca popular Víctor Yodo estuvo en su casa porque su papá era maestro, pero también líder campesino y de la Coalición Obrera, Campesina, Estudiantil del Istmo (COCEI).

Su casa entonces era un ambiente público, de lectura y de formación política. Sus dos papás maestros tenían un pizarrón para dar talleres. Su mamá daba cursos de alfabetización y ahí llegaban los médicos que enseñaban primeros auxilios. Desde chica vivió todo eso.

–¿Aplica aquello de que infancia es destino?

–En los pueblos indígenas que conozco esto de que la infancia es destino se relaciona con que tienen que descubrir su vocación desde niño. Hay la creencia de que todos traemos un destino, pero el problema es que no nos lo descubren, entonces hacemos cada cosa.

Los grandes que están a tu alrededor deben ser tan hábiles que ven qué es lo que te gusta, por dónde te orientas. Entonces la gente va descubriendo su destino. En el libro se habla de las posibilidades de estudio que pensaba su mamá, pero estamos hablando de Juchitán, donde el destino después de la secundaria era casarse porque no había opción. Su mamá pensaba en mandarla a Venezuela con unas monjas, y ella también quería ser monja.

Fue un cura el que le dijo que se dedicara a otra cosa. Después ella misma dijo que quería ser abogada, yo creo que pensando mucho en su papá, que defendía campesinos. Desde chica, a los siete u ocho años, ya era locutora, y buena locutora, porque llegaban los de Radio Educación y les daban talleres para hacer guiones y prácticas de locución a los niños. Se lo tomaba muy en serio.

Se fue a Toluca pensando en estudiar leyes, y resulta que ahí se vuelve a encontrar con que uno de sus maestros hace locución y se clava con él. Fue saliendo esto de que “infancia es destino”, pero en un sentido mucho más profundo del que decimos siempre.

–El secuestro de su padre la mete en un activismo que no eligió, como a la mayoría de familiares de víctimas de desaparición.

–Normalmente se ve mucho a la víctima directa, en este caso su papá, pero el sufrimiento de las víctimas indirectas, como su mamá, no. Irma elige escribir porque no puede hablar, en su segundo año de primaria ya escribía cuento y en el tercer año ya escribía poesía.

Cuando habla del maestro Enerino Jiménez, que también era líder sindical, un buen maestro de zapoteco en una época en donde no se enseñaba, ella ya estaba escribiendo poesía y él le corrige sus poemas. Comenzó de muy niña a tomar papeles de adulto, y por otro lado están las salidas buscando opciones para ver dónde está su papá. Hicieron ellas solas una huelga de hambre en el Istmo, y como no les hicieron caso se fueron a Naciones Unidas con la COCEI y ahí después se encontraron con Eureka.

Escuchaba que hablaban de desaparecidos pero ni siquiera se conocía el concepto, nadie te decía. El impacto que tuvo esa realidad que no buscaron pero que les cayó encima la hizo madurar mucho su relación con la gente de Oaxaca, de Guerrero, de otros lugares que tenían personas desaparecidas. La hicieron madurar mucho y muy rápido.

–¿Su literatura va ligada en ese tiempo a ese activismo?

–Lamentablemente no hay poesía de ese tiempo. Pero ella dice, y su mamá también, que tenía un cuaderno de poesías de niña, ligadas sobre todo a su papá. La versión de ella es que no sabe dónde lo echó su mamá, su mamá dice que un día que llegó Amnistía Internacional al Istmo lo vieron y se lo llevaron diciendo que lo iban a publicar, pero nunca lo volvieron a ver.

Al principio Irma no escribía libros. Ella comenzó a escribir en los periódicos de la escuela, después declamó en las peñas y de ahí a alguna revista en la ciudad y así avanzó. La Casa de Cultura de Juchitán le dijo que la podían apoyar con la edición de un libro y otros le dijeron que la apoyaban con los dibujos, la Fundación Pascual, donde trabajó, cooperó también. Y así salió En el vientre de la noche, que es un libro bastante modesto en su composición material, pero es uno de los primeros.

–De la literatura social pasa a los textos eróticos…

–Veo tres facetas temáticas. La primera son los dos primeros libros, que son muy culturales del Istmo, con temas como la muerte, la vida, el casamiento, la cotidianidad. Después vienen los más políticos, desde la migración con La nostalgia no se marcha como el agua de los ríos, pasando por La flor que se llevó y por Azul anhelo, que habla de la violencia contra la mujer. Ella cuenta que investigó mucho, fue a las Casas de la Mujer, a apoyar a asociaciones de mujeres. Y terminó deprimida, llorando, en el hoyo.

Terminó en una catarsis al final del libro, y le preocupó que la fueran a recordar como la mujer de los poemas tristes, entonces recuperó la cotidianidad de Juchitán. En el libro de Rojo deseo recupera muchísimo del habla juchiteco.

Puede haber una ruptura en el sentido de la temática, pero no social. La gente celebra su atreverse, las mujeres del Istmo se carcajean, pero otras probablemente no. Hasta en eso hay una aportación al sacar temas que parecieran tabús para mujeres de lenguas indígenas e incluso para otras.

–Nos encontramos con una mujer madura, lúdica, cachonda…

–Irma tiene muchísima personalidad. No es la belleza prototípica que nos vende el mercado, es hermosa a su manera, y la personalidad que irradia no se la opaca nadie. Creo que eso se lo ha construido como lo que necesita para transitar por la vida. Eso lo intuyo, me queda clarísimo que se construye su personalidad. Y resulta una cosa muy bella y útil para ella.

–Tiene Irma también una aportación muy importante en la defensa de las lenguas.

–A diferencia de otras compañeras indígenas, ella primero vivió una lengua que no era la suya, porque vivió su infancia entre los mareños. Después regresó con los zapotecos sin hablar zapoteco y la discriminaron por eso, le decían la ajena. Después tuvo que entrarle bien al español porque si quería salir de la región tenía que hablarlo bien, porque lo hablaba istmeño, mezclado con zapoteco.

Han sido las necesidades las que la han hecho asumirlas antes que defenderlas. La defensa como tal viene en la etapa madura, porque creo que comienza a escribir sin la conciencia de que hay que defender el zapoteco como derecho. Ella lo usa, y como no tiene problema más que los propios de la traducción, que ella misma hace, lo ve normal.

–A partir del levantamiento zapatista las lenguas adquieren otro lugar, otro espacio…

–Así es. Del zapatismo para acá entra esa conciencia distinta de que el zapoteco tiene derecho a existir. Eso es producto directo del levantamiento. Irma fue al territorio zapatista y se asumió como parte de esa juventud. Hay algo que no menciono en el libro en la que cuenta que le agarró la irrupción de los zapatistas en el Istmo e inmediatamente decidió irse ahí, sin importar si se inscribía o no a otro semestre. Y se fue para allá con la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Soconusco (COCES).

Irma no fue a la Convención ni a los eventos públicos, se fue a trabajar cuando se estaba construyendo el primer Caracol. Una de las cosas falsas que se dijo de la desaparición de su papá fue que se había ido de guerrillero, entonces también se fue un poquito buscando a su papá, yo creo.

Luego regresó a Chiapas, es cuando llevó a su hermano. Estuvo cercana e influida por el zapatismo, sin duda. Hay que mencionar que de niña estuvo en el Escuadrón Mosquito de la COCEI. Sospecho que todo eso se le juntó de repente.

Irma pasa de la carrera de Derecho a la de Comunicación, porque se siente a gusto ahí. Creo que las enseñanzas de Marta Acevedo, de Radio Educación, pesaron mucho. Leía como desesperada también, para ella jugar era estar en la biblioteca leyendo libros.

–La entrevista que logras, o que lograron, es íntima, cercana. ¿La redescubres en el camino?

–Cuando le dije que quería hacerle una entrevista grande lo primero que esperé que me dijera fue “olvídalo”, pero me dijo que sí. Y no fue una entrevista condescendiente. Fui conociéndola al mismo tiempo, fue un descubrimiento muy sorpresivo y muy bonito. La imagen que uno como hombre siempre tiene de las istmeñas y de las juchitecas es que eran unas cabronas. Muchos investigadores te hablan del matriarcado y que controlan la casa, pero es una construcción falsa.

Lo primero que descubrí es que eso no era cierto. Tienen su papel y lo juegan bien. En la vida cotidiana se ve mal que yo vaya con ella al mercado y yo quiera pagar, ella paga. Pero eso no quiere decir que yo no pueda darle dinero en la casa y decirle “paga”. Si vamos a Ixtlahuaca o a Tlaxiaco se ve mal que ella quiera pagar. Por poner ejemplos.

Tanto ella como su madre son muy amorosas. Yo la admiro mucho como poeta y como persona. No hay ninguna distancia en la entrevista, es un hombre maravillado por una mujer y eso no lo lleva a ser condescendiente. No hice preguntas que le gustaran, fueron fuertes, como su opinión sobre los premios y sobre si los poetas ahora escriben para el jurado. Le pregunté de la reforma educativa, de la descomposición política de la COCEI…

–Y ahora será diputada local por Oaxaca…

–Yo intuyo que ella no quería ser, pero llegaron los maestros a decirle que era necesario. Ella está muy comprometida con la reforma educativa, estuvo en el proceso de cómo se tejió la reforma. Aprovecha los espacios sin clavarse y sin pensar que una relación con alguien la hace muy cercana. Es muy crítica de Andrés Manuel, en el mismo libro y el video dice que les falló a los desaparecidos. Lo que hace es buscar abrir espacios.

–¿A quién está dirigido el libro?

–Me gustaría que los que leen a Irma o que pudieran leer a Irma leyeran el libro. Ella y yo no compartimos lectores. Yo conocía muy poquitas cosas de Irma, entonces estoy entregando un intento de una Irma no fragmentada, algo de conjunto. Va básicamente a lectores y jóvenes que lean a Irma. Creo que muchos la admiran como la persona que es, la gran poeta que es, pero no saben que tiene un papá desaparecido, su lucha por estudiar, lo que ha hecho.

Irma, como muchas, rebasan el mundo indígena, les habla a todas. Es lo contrario a muchos indígenas que se victimizan. Esa idea me gusta y es la que quiero que salga.

Ella es un permanente descubrimiento. Creo que el libro nos ha acercado mucho, un buen pretexto.

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