París permanece en un ambiente extraño. La torre Eiffel, que cada día es visitada por 20 mil personas,  y todos los edificios públicos oficiales,  permanecerán cerrados hasta el jueves 19 de noviembre.

Hay gente en las calles, pero las miradas son tristes. Ahora, la presencia de soldados vestidos de camuflaje patrullando con fusiles de asalto, es una constante y resultan ajenos al paisaje cotidiano de la ciudad.  

“París amaneció desierto, pero a lo largo del día fue deslizándose hacia una falsa normalidad. La mayoría de las tiendas permanecen cerradas, incluso un gran mercado navideño instalado entre los Campos Elíseos y la plaza de la Concordia mantuvo abajo sus persianas” informa El País.

Aunque el tráfico es intenso y en las aceras se observa mucho movimiento, en la principal avenida parisina, la presencia de elementos de las fuerzas de seguridad destacan en el desolado paisaje: Hollande, el presidente de Francia vive a pocos metros. El comercio de lujo está cerrado, el edificio de la Ópera, centro de atracción del turismo, está cerrado.

Los espectáculos y el teatro han sido cancelados, cuando menos hasta el lunes. La ópera canceló todos los conciertos y el grupo U2, que se presentaría en un concierto la noche del sábado 14, también fue cancelado.

Los museos como el Louvre o el D’Orsay permanecen cerrados.

Funciona el transporte público, los barcos que recorren el Río Sena y los parques, aunque cerrarán en horario más temprano.

Algunos turistas que permanecen en la ciudad comentan que “no tenemos miedo, pero si estamos tristes”. Otros agregan:  «Sería darles la razón, hacerles el juego. Vamos a terminar nuestro fin de semana en París». La falsa normalidad de la capital francesa tiene, en realidad, algo de desafío contra el terror.