Instrucciones para buscar a los nuestros alrededor de Iguala

Alfredo López Casanova

Compartimos el texto de Alfredo López Casanova dedicado a Mario Vergara, buscador incansable de desaparecidos que falleció este 18 de mayo tras un accidente de trabajo en una recicladora en Huitzuco, Guerrero. Desde el 5 de julio de 2012, Vergara buscó a su hermano desaparecido Tommy, y en el camino fundó el grupo Los Otros Desaparecidos de Iguala y colaboró en las búsquedas de campo de las víctimas de desaparición en el país, siendo el caso más reciente el de Lesly Martínez, el pasado 16 de mayo.

Escrito el 21 de marzo de 2015

Revisado el 19 de mayo de 2023

A Mario Vergara por todo lo que nos enseñó y por todo su ejemplo

I

Iguala,Guerrero. Monte Horeb es la montaña que se encuentra al sur del Sinaí, en Egipto, donde según la Biblia, Dios entregó a Moisés los Diez Mandamientos. Pero Monte Horeb es también un lugar lleno de huizacheras a escasos 20 minutos en carro desde Iguala. Ahí donde se han quebrado todos los mandamientos religiosos y todo orden civil. Hasta allí hemos subido con “Los Otros Desaparecidos de Iguala”, grupo que surgió a raíz de los acontecimientos del 26 y 27 de septiembre del 2014, cuando fueron desaparecidos los 43 estudiantes y seis personas asesinadas por la policía y los narcotraficantes (a quienes aquí se les ve con el mismo miedo).

Los miembros del grupo al que acompañamos, suben a los montes desde hace cinco meses, porque saben que están llenos de tumbas clandestinas. Cada domingo logran romper el temor contenido por muchos años, y buscan en colectivo a sus familiares, víctimas de desaparición forzada.

II

A las 11:30 del domingo 15 de marzo principia la búsqueda en la que vamos a participar. Apenas unos minutos antes, el padre Oscar nos ha despedido en la parroquia de San Gerardo, a las orillas del barrio principal de Iguala. Ha dado la bendición y ha rociado con agua bendita las cabezas del grupo de búsqueda como queriendo brindar un manto protector contra los riesgos que se corren andando en estas tierras que, desde hace muchos años, son refugio de los malos.

Este inocente eufemismo es usado para decir lo que todo mundo sabe: aquí, autoridades civiles, militares, secuestradores y narcotraficantes, son responsables de un terror instaurado hace mucho tiempo y que sólo se destapó públicamente a raíz de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, son lo mismo.

“Antes, a quien se animaba a denunciar lo juzgaban de loco. Éramos unos locos, no sabíamos el riesgo que estábamos corriendo; pero si lo supiéramos no nos habría importado”,me dice Raúl Canaan, a quien le desaparecieron sus dos hijos,Omar, de 21 años, e Hiram, de 24.

“A mis hijos los balacearon cuando iban en su camioneta, de donde los bajó por la fuerza un grupo armado, el día 30 de agosto de 2008. Los desaparecieron y hasta ahora no sé nada.”

Foto: Archivo Alfredo López

III

El terreno es árido, lleno de huizaches que impiden que la gente pueda transitar fácilmente. Algunos han traído su machete, mientras un campesino se lamenta de haberlo prestado.

A principios de octubre del año pasado, llegaron a Iguala los de la Unión de Pueblos y Comunidades de Guerrero (UPOEG), para brindar apoyo a los normalistas y padres de los 43 desaparecidos. Subieron a los montes y destaparon la cloaca. No hallaron a los estudiantes, pero sí descubrieron la existencia de fosas clandestinas en las que se encontraron decenas de cadáveres.

Nos decían, “vengan, suban con nosotros, necesitamos identificar y saber quiénes son estos otros desaparecidos” comenta Citlali, una joven que está desde los primeros días acompañando el proceso de organización y búsqueda.

Las familias con desaparecidos en Iguala y los alrededores empezaron a preguntarse si entre esos cuerpos no estaría algún pariente, hija, o hijo, y así fue como se decidieron a denunciar abiertamente las desapariciones.

Comenzaron a reunirse, a organizarse y a contabilizar los casos, que al día de hoy son más de 400. Ahora, el grupo “Los otros desaparecidos de Iguala” está integrado por personas de diferentes rumbos: vienen de Chilpancingo, Teloloapan, Huitzuco, Cocula, pero también vienen desde Puebla, Morelos y…

IV

Mayra Vergara me dice, hablando bajito, mientras con una vara inspecciona un lugar lleno de envases de vidrio y empaques de plástico. “¿Ves esto? Un campesino no carga esto; esto lo traen son los que vienen a enterrar cuerpos”. A Mayra y a Mario les desaparecieron a su hermano Tomás en julio de 2012. Tomás está casado y tiene dos hijas.

 El cielo está encapotado. Caen algunas gotas que amenazan la búsqueda; sin embargo, seguimos caminado. Raúl reúne al grupo y nos explica a los nuevos cómo se han hecho de experiencia para intuir la existencia de fosas. En el transcurso de estos meses todos los que integran el comité de búsqueda se han hecho expertos: saben que cuando existen grietas en un espacio delimitado de terreno, encontrarán un pequeño hundimiento, y alrededor, piedras húmedas y con tierra, señal de que fueron extraídas y amontonadas junto con otras piedras secas. Saben también que la varilla que cargan entrará fácil en el suelo, con el impulso del propio cuerpo.

Después, de ser necesario, la golpearán con un mazo o una piedra y, al sacarla, el orificio desprenderá gases contenidos en los cuerpos bajo la tierra y la punta de la varilla dará positivo si sale impregnada de un olor característico.

“¿Qué tan seguro es ese método?”, le pregunto a Raúl. “No hay casi margen de error. La carne humana putrefacta huele diferente a la de los animales, es muy fuerte. Hace unos domingos una periodista alemana quiso oler la punta de la varilla cuando dio positivo y casi devuelve el estómago…“.

Foto: Archivo Alfredo López

V

El eco y las voces

El campo lleno de laderas, con pequeñas subidas y bajadas, el viento hace que las voces se acerquen. Se oye un eco, el eco de los rumores, los gritos. Allá no muy lejos unos gritan: “¡Una varillaaaa!, ¡traigan una varilla!” y vamos, pues han encontrado varios pozos de casi un metro de profundidad por dos de largo.

Entierran la varilla casi un metro y da negativo. “No, esta fosa se hizo, pero no se ha usado…” Encontramos varias de diferente tamaño, unas junto a las que ya les han extraído cuerpos.

“Hay que seguir esas huellas. Junto a esas matas. ¿Ves ese montón de tierra? Vamos. Hay varias cosas extrañas en la fosa encontrada la semana pasada…” “¿Vieron las rodadas de carro que van hacia arriba de ese monte?” “Mire, Raúl, cómo está aquí.” Hay tierra escarbada y piedras amontonadas.

Unas mujeres dicen: “¿Supo lo de la mina de Taxco? Dijeron que fueron 140 cuerpos encontrados en el respiradero de una mina. Hasta allá fuimos; luego nos dijeron que se los llevaron a Chilpancingo, y allá nos pidieron las pruebas de ADN, pero eso fue hace tiempo ya, y nada ha pasado, nadie nos ha dicho nada. Eso fue como el 2011 y todavía estamos esperando…”

“A nosotros nos impusieron el silencio a base de terror y amenazas con desaparecer a otro familiar o a toda la familia si denunciábamos…”

Más adelante encontramos ropa de mujer hecha jirones, con señales de haber sido desprendida de manera violenta, y zapatos de hombre, de mujer y de niña como de unos cinco años.

Rumbo a un mezquite, nos dicen: “Miren, ¿ven este árbol con esa cobija y esos rastros de un cuarto destrozado con láminas de cartón? Es posible que aquí tuvieran a gente secuestrada y el árbol sirviera para el halconeo….”. Caminar en solitario por aquí es un suicidio, estamos en territorio controlado.

El golpeteo de las varillas retumba. Se oye el eco de un golpe seco que pega en unas piedras bajo tierra; pero en otras ocasiones se escucha “bofo”, la varilla se hunde con facilidad, y la vuelven a enterrar, para ratificar se ponen la punta de la varilla en las fosas nasales y luego darla como positiva. Ahí donde estamos parados, el fuerte olor les indica que hay cuerpos bajo tierra.

Caminamos entre fosas señaladas cada una con una banderilla, que semana atrás fueron encontradas y clasificadas. Pero no se sabe cuántos cuerpos puedan contener. Andamos entre fosas destapadas, de las que los restos fueron llevados al Servicio Médico Forense para su identificación. Ahí es justamente dondecrece la angustia y la urgencia de los familiares que tienen desaparecidos, por lo lento y tardado del proceso de cotejo y reconocimiento.

De 128 fosas localizadas por el grupo de familiares, para la PGR, sólo alrededor de 30 han dado positivoY de 65 cuerpos, apenas tres han logrado ser identificados en todos estos meses.

Les pregunto a Raúl y a Mario Vergara cuánto tardará la PGR para realizar la exhumaciónde tantas y tantas fosas y me dicen que todo va muy lento. “Ellos nos dicen que no tienen personal. ¡Si no lo tienen, pues, que nos capaciten! No nos dejan destapar las fosas, nos dicen que está prohibido; pero tenemos que seguir buscando y presionando, porque aquí pueden estar nuestros familiares”.

Grandes extensiones de tierra en Monte Horeb son propiedad privada que tiene señales de que será vendida, pues hay rastros de subdivisiones con hileras de piedra. No parece importar que bajo tierra haya un cementerio clandestino.

Son la tres de la tarde y vamos de regreso a la parroquia donde nos esperan para comer. Las paredes empiezan a llenarse de símbolos: en el muro derecho han empezado a poner las fotos de sus hijos, hijas, hermanos, esposos con las fechas en que fue levantado o desaparecido.

En el muro izquierdo: un poster con la imagen de una paloma que se repite 65 veces, la cantidad de cuerpos que han exhumado y que esperan que sean identificados. Más adelante en otro espacio del muro, tres imágenes simbolizan las tres personas que ya fueron identificados por sus familiares, entre ellas una que ya recibió cristiana sepultura.

PD: En el preciso momento que termino esta crónica, me informan que están exhumando seis cuerpos de una fosa encontrada en La Joya, un paraje cerquita de aquí… De Monte Horeb, donde se han roto todos los acuerdos de convivencia y todo orden civil.

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