Feminismo internacionalista: las luchas diversas de las mujeres en el mundo

Bianca Pessoa

A lo largo de sus casi 25 años de existencia y actuación, la Marcha Mundial de las Mujeres lleva consigo una característica que la hace internacional e internacionalista: la relación activa entre mujeres de diferentes países del mundo que juntas y desde sus propias realidades se organizan en la lucha por la construcción de un mundo nuevo. Durante todo ese tiempo, la coordinación internacional de la MMM ya tuvo sede en Quebec, Brasil, Mozambique y ahora se encuentra en Turquía.

Pese a las diferencias culturales y políticas que hay entre las diversas regiones, la MMM organiza agendas comunes, fortaleciéndose en lo semejante y en lo diverso. Este texto fue redactado a partir de declaraciones de las militantes africanas y asiáticas Kaouther Abbes, Solange Kone, Daya Laxmi Shrestha, Asma Aamir y Deodate Bisomerine durante una actividad que tuvo lugar en São Paulo, Brasil, en marzo de 2023.

La construcción de la Marcha Mundial de las Mujeres ha cambiado la organización del feminismo popular. Las mujeres demuestran en sus acciones cuán fortalecidas se sienten al saber que, mientras están luchando en sus territorios, muchas otras están luchando en todo el mundo. La solidaridad internacional y el internacionalismo son esta fuerza: entender que la lucha conjunta es lo que hace posible la transformación hacia un mundo sin capitalismo, patriarcado y racismo.

Solange Koné, militante en Costa de Marfil, habla de las problemáticas comunes a casi todas las regiones de África, como el autoritarismo, la dependencia económica, las guerras y conflictos, y las tendencias conservadoras que cercenan y subordinan a las mujeres. «Si consideramos África, con sus recursos minerales y petrolíferos, ¿qué nos falta? Casi nada. Pero, ¿por qué, frente a todas estas posibilidades naturales que tenemos, somos el continente más pobre?», se pregunta Solange.

Según ella, la situación de las mujeres en el continente es complicada porque siguen siendo víctimas de matrimonios forzados, son utilizadas como botín de guerra entre grupos armados y, a nivel de organización política, todavía tienen que trabajar mucho para conseguir derechos básicos. «Las mujeres africanas aún no somos suficientemente conscientes de nuestra fuerza. Y, sobre todo, de lo que se puede conseguir con nuestra unión».

Formación

Construir el feminismo en sus continentes es lo que garantiza a las mujeres sus avances y conquistas. Para esto, estar conectadas con el feminismo antisistémico de otras regiones del mundo es una posibilidad de intercambiar perspectivas y métodos de lucha y formar nuevas feministas. La Escuela de Facilitadoras, de alcance internacional, es un ejemplo de ello.

En Sudáfrica, las mujeres de la Marcha ofrecen formación en alianza con el Grupo de Acción para el Desarrollo [Development Action Group], que trabaja por la organización y el fortalecimiento de las comunidades en el país. «Muchas personas de nuestro equipo son jóvenes que intentan transformar Sudáfrica, presionando al gobierno para exigir cambios políticos y promoviendo acciones en apoyo de los asentamientos informales», explica Kaouther Abbes, militante de la MMM en el país.

Su labor militante también incluye facilitar la comunicación de las personas refugiadas de la región francófona de África en el país; y labores educativas para niños que aún no pueden ir a la escuela por falta de documentación. Actualmente, vive en Bloemfontein, una de las primeras ciudades del país en instaurar el Apartheid. Con una historia de segregación y racismo que aún perdura, los movimientos sudafricanos tienen el reto de denunciar la discriminación contra la diversidad de personas de muchos colores y culturas, nacidas en el país o extranjeras, que viven en él o lo transitan.

En Pakistán, la Marcha Mundial de las Mujeres se articula a través de la organización Mujeres en Lucha por el Empoderamiento [Women in Struggle for Empowerment – Wise]. Uno de los objetivos de la organización es formar a jóvenes activistas en la construcción de movimiento y el liderazgo. «La MMM y Wise en Pakistán trabajan y se esfuerzan por fomentar y promover el liderazgo en la construcción de movimiento. Queremos dar oportunidades a las mujeres jóvenes a través de escuelas feministas y posibilitar que se conecten entre sí. Trabajamos temas como el imperialismo y la colonización, qué es el feminismo y hablamos de sexualidad», explica Asma Aamir, militante de la MMM e integrante de Wise.

Las experiencias de formación también orientan la organización de las mujeres en la República Democrática del Congo (RDC). En 2010, el país fue sede de la clausura de la 3ª Acción Internacional de la Marcha. En el país, y más concretamente en la capital, Bukavu, la presencia de grupos armados pone en riesgo la seguridad y la vida de las mujeres, que son las principales víctimas de los conflictos locales.

Justicia y paz

Las mujeres que viven en esas zonas de conflicto están expuestas a violencias sexuales y se ven obligadas a desplazarse de su territorio. El desplazamiento pone a las mujeres en una situación precaria y dificulta su acceso a la atención sanitaria e incluso a la alimentación. Una de las luchas del movimiento feminista en la República Democrática del Congo es por la justicia y la atención médica y psicológica de las mujeres víctimas de la violencia.

Para Deodate Bisomerine, abogada y militante del MMM en el país, los avances en materia de justicia son una conquista del movimiento feminista. «En esos diez años tuvimos muchas victorias desde el punto de vista jurídico, pero también tenemos que trabajar en los detalles de la ley. Aún queda mucho trabajo por hacer para que se cumpla», afirma. En este tema, ve aún más retos para las mujeres rurales. Sin acceso garantizado a la tierra, las acciones de grupos armados y el acaparamiento de tierras por parte de empresas transnacionales también amenazan la vida en el campo. «En África, los procesos judiciales suelen ser largos y costosos, y el poder económico de las mujeres es bajo, lo que les impide acceder a la justicia. Dentro de la Marcha Mundial, hemos observado que se está organizando una especie de red de abogados para garantizar la justicia a las mujeres», explica.

Contra el fundamentalismo y el antifeminismo

En Pakistán, incluso el uso de la palabra feminismo puede representar un riesgo. Asma explica que actualmente «hay mucha inestabilidad y conflictos políticos. El gobierno local no está presente. En esta coyuntura, resulta más difícil trabajar por los derechos de las mujeres. Además, sólo el uso de la palabra ‘feminismo’ ya nos pone en peligro. La gente no utiliza esta palabra. En nuestra organización, si utilizamos la palabra feminismo, sufrimos las consecuencias. Las violencias son individuales, con amenazas y actos violentos contra las militantes, pero también institucionales, al prohibir que se celebren manifestaciones feministas o impedir que lleguen recursos a las organizaciones, aunque se trate de derechos constitucionales.

«Lo que hemos descubierto es que en nuestro país las defensoras sufren amenazas de muerte, ciberacoso, violaciones e incluso amenazas verbales y públicas por parte de personas poderosas», afirma Asma a partir de un informe que está elaborando Wise. A pesar de tantos riesgos, el último 8 de marzo muchas jóvenes militantes salieron a la calle. Llevaban máscaras para evitar que sus familias, la sociedad y los fundamentalistas religiosos las reconocieran.

«En materia de feminismo, nos enfrentamos a problemas similares a los de otros países», afirma Kaouther, señalando las coincidencias entre los retos a los que se enfrentan las mujeres, incluso en diferentes continentes. En Sudáfrica, «la vida de las mujeres está muy limitada por una historia religiosa y por costumbres muy antiguas. La representación femenina en el Parlamento es alta, pero seguimos luchando por más espacio», prosigue.

En los países africanos hay una invasión masiva de iglesias pentecostales, que afectan a la vida de las mujeres en las calles y en el interior de sus hogares. Basadas en el conservadurismo patriarcal, esas iglesias presentan las religiones tradicionales como prácticas condenables. Solange denuncia cómo los pastores se enriquecen con las contribuciones de los fieles y ejercen un control sobre la vida de las mujeres, llegando incluso a elegir con quién deben casarse: «Así que esos pastores se llevan el dinero para ellos, enriqueciéndose a costa de la población. Las mujeres se casan sin motivo. Se producen muchos retrocesos tras esta invasión y siempre me he preguntado qué hacen nuestras autoridades para permitir que todo esto ocurra. Mientras pensamos en la descolonización política, hay una colonización religiosa, como en el pasado». Para Solange, hay que recordar que el proceso de colonización de África comenzó con la imposición de una religión y que, en la actualidad, ese escenario se ha repetido desde un nuevo orden de control.

En Nepal, en el sur de Asia, las mujeres organizadas también han desempeñado un importante rol en la lucha contra los regímenes autoritarios. Hasta 2008, el país estaba gobernado por una monarquía, en una relación de sumisión histórica a Gran Bretaña. En mayo de ese año, se creó una Asamblea Constituyente para abolir la monarquía, estableciendo en su lugar la República Democrática Federal de Nepal. Aunque la nueva Constitución trajo consigo avances en los derechos de la mujer y la clase trabajadora y en la participación política, la aplicación de tales derechos no está garantizada.

«El sistema patriarcal es muy cultural y fuerte en Nepal. Las mujeres sufren violencia doméstica y otras formas de violencia. Lo que intentamos es trabajar a nivel local y nacional para crear alianzas entre mujeres, con el gobierno y con organizaciones de la sociedad civil, para fortalecer a las mujeres. Actualmente hay muchas activistas por los derechos de las mujeres, y también una mayor participación femenina en el gobierno», comenta Daya Laxmi sobre la organización de las mujeres en el país.

Luchar por autonomía y transformación

El rol del conservadurismo en el control de los cuerpos y la sexualidad de las mujeres tiene efectos similares en muchos países. A través de la organización y el feminismo, estas mujeres proponen formas irreverentes y transformadoras de luchar por su autonomía.

En Pakistán, pese al reto de tener que encontrar otras palabras y formas de expresar sus reivindicaciones, las mujeres defienden una campaña por el derecho a su propio cuerpo bajo el lema «mi cuerpo, mis reglas». «Es un lema conflictivo, pero lo utilizamos para hacer frente a la sociedad y a los religiosos. Las mujeres reclaman el derecho sobre su cuerpo y su libertad», explica Asma. Para protegerse de la persecución, las mujeres utilizan las redes sociales con cautela, tratando siempre de proteger la información sensible y utilizando un lenguaje más inclusivo. Es la colectividad en las calles lo que permite a las mujeres expresarse con mayor libertad. «En la calles ganamos espacio en los medios de comunicación y podemos mostrar nuestra imagen de forma positiva, para promover la aceptación de la MMM en la sociedad», concluye.

La participación política es una reivindicación de las mujeres para luchar contra la pobreza fortaleciendo la autonomía económica. Sobre las luchas en Nepal, Daya explica: «Todos los años organizamos formaciones de capacitación en el sector social, económico y político. Queremos que las mujeres se sientan más capaces, lo hacemos para que ocupen espacios de decisión. Y lo estamos consiguiendo, cada vez hay más mujeres que participan en la vida política y pública, sobre todo a nivel local”.

Redacción por Bianca Pessoa
Edición y revisión por Helena Zelic
Traducido del portugués por Luiza Mançano

Publicado originalmente en Capire

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