Es siglo XXI pero la discriminación y homofobia siguen cobrando vidas. A Diana Sacayán, activista trans, la encontraron muerta en su departamento, cerca de Plaza Flores, en Argentina. Era el medio día del 13 de octubre. Su cuerpo, lienzo de odio, presentaba heridas de arma blanca.

Su caso no es único. De acuerdo con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, entre el 1 de enero de 2013 y el 31 de marzo de 2014 se registraron 549 crímenes contra personas de la comunidad LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans e Intersex) en América, es decir, 8.4 cada semana.

Para el mismo periodo, al menos 17 personas LGBTI fueron víctimas de graves ataques a su integridad física, aparentemente relacionados con su orientación sexual o su identidad o expresión de género.

Antes de ser ultimada, Diana ya había sido blanco de discriminación y homofobia. En agosto de 2013, un hombre le destrozó la cara a golpes. Los gendarmes de la zona detuvieron al agresor pero al final lo dejaron ir y, lo peor, también arremetieron contra la transgénero: la golpearon en las costillas.

Dos años después, es decir, en agosto pasado, Diana, tras ser agredida en la vía pública por un hombre, fue aprehendida por elementos de la Policía Metropolitana quienes la habrían maltratado, amenazado y denunciado por resistencia a la autoridad.

La Fiscalía Nacional en lo Criminal de Instrucción Nº4, Matías Di Lello, investiga como feminicidio el crimen contra Diana. Aún no hay personas detenidas. El Instituto Nacional de Lucha contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) es querellante en la causa.

Diana lideraba el Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación (MAL) y era secretaria mundial trans alterna de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays y Bisexuales (ILGA). Participó de los proyectos de pensión y cupo laboral trans en la provincia de Buenos Aires. También había colaborado en el suplemento Soy, de Página/12, y en la revista El Teje.