El pueblo son los chicos

Alfredo Grande

Si la política es el movimiento real de la lucha de clases, los chicos del pueblo son la parte más lúcida, más inteligente, más deseante de ese movimiento real. La sinfonía del pensamiento de un pueblo son los chicos y las chicas. Pero pensamiento unido al sentimiento. Ideas y ganas. Muchas ideas y muchas ganas. Por eso a las marchas se les prohíbe ir a los chicos y chicas.

Como bien dice La Poderosa, las fuerzas del suelo son más fuertes que las fuerzas del cielo. Quizá el cielo esté en el suelo.  Y tengamos que mirar más donde pisamos. Creo que fue Freire quien dijo que la cabeza piensa donde los pies pisan. Y Zitarrosa que todo crece desde el pie. En eso estamos.

Como me recordó mi entrañable amigo Gregorio Baremblitt: en la sopa más repugnante hay algo de nutritivo. Creo que era parte del “decálogo para los niños” del humorista César Bruto.

La “sopa Milei” es tan repugnante que cuesta encontrarle algo de nutritivo. Pero creo que lo tiene. No la sopa, pero si lo que nos hace pensar la sopa. Por dos razones: porque fue votado y por las razones por las que fue votado. Después de esta goleada, al menos recuerdo el golcito del honor

Hace años en una charla en el Seminario de Formación Teológica al que me invitó Gerardo Duré, acuñé el concepto de “alucinatorio político social”. Debería formar parte de la psicopatología de la vida cotidiana, uno de los ensayos de Freud. Se agrandó Chacarita, dirán mis detractores contumaces.

Siempre conviene leer la página de la Fundación Pelota de Trapo. Hay tanto de nutritivo. El Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo nació hacia 1987 en una humilde capilla de Florencio Varela, Provincia de Buenos Aires, con el impulso del Hogar Pelota de Trapo que conducía Alberto Morlachetti y el Hogar de la Madre Tres Veces Admirable que dirigía el Padre Carlos Cajade. Por aquellos tiempos el Obispo Novak ponía agua bendita en los sueños de los pibes que habitaban el lejano país de la intemperie. Supo ser el lugar de encuentro de 400 organizaciones no gubernamentales de todo el país junto a niños y jóvenes que se encuentran más cerca de la muerte que de la vida. Es la utopía contraria del modelo que omite generar lo humano: el país para todos.

Morlachetti, Cajade, Novak, tenían la convicción de que los chicos del pueblo son un sujeto político. Que no es lo mismo que sujetos de derecho. Desgraciadamente, el derecho es cosa de adultos, y para pior, de los Estados. Si la política es el movimiento real de la lucha de clases, los chicos del pueblo son la parte más lúcida, más inteligente, más deseante de ese movimiento real. El Movimiento Nacional sacó a los chicos y chicas del lugar al que la cultura represora los condenó: ser convidados de piedra. Porque las piedras no sueñan, no juegan, no ríen, no desean.

Carlos del Frade, redactor de la Agencia de Noticias, que supera ampliamente lo que denomino el “trípode de la implicación”, escribe en su nota: “Hace quince años atrás, en un lejano fin de mayo de 2009, en la ciudad de Rosario, niñas, niños y adolescentes redactaron un documento al que llamaron “Manifiesto de los chicos”. Me detengo en el punto 12:  El que se queda sin trabajo no puede pensar más en el futuro.

De eso se trata. De no poder pensar. El pensamiento, especialmente el pensamiento crítico, es enemigo absoluto de los dictadores de facto o democráticos de la historia. Si el hambre es un crimen, es también un crimen al pensamiento. Insisto: no solamente, pero también. Cuando no hay pensamiento, hay idolatría. Sin trabajo no podemos pensar en el futuro, pero tampoco en el presente y tampoco en el pasado. Con un agregado letal:  alguien pensará por nosotros. Un Gran Hermano o un Enorme Primo.

La sinfonía del pensamiento de un pueblo son los chicos y las chicas. Pero pensamiento unido al sentimiento. Ideas y ganas. Muchas ideas y muchas ganas. Por eso a las marchas se les prohíbe ir a los chicos y chicas. Quieren un pueblo sin ideas y sin ganas. O con ideas y ganas alquiladas a los agitadores de turno. Lejos de los chicos del pueblo, ahora van por un pueblo sin chicos.

En la marcha/huelga del miércoles me emocionaba cuando me tenía que correr para que pasara un carrito con niños y niñas. No puedo decir si había muchos. Creo que no. La cultura represora pega primero, pero no necesariamente pega último.

Si seguimos sosteniendo que el pueblo son los chicos, entonces los chicos del pueblo seguirán siendo nuestras fuerzas del suelo.

Publicado originalmente en Pelota de Trapo

Este material periodístico es de libre acceso y reproducción. No está financiado por Nestlé ni por Monsanto. Desinformémonos no depende de ellas ni de otras como ellas, pero si de ti. Apoya el periodismo independiente. Es tuyo.

Otras noticias de opinión  

Dejar una Respuesta