El paso de los migrantes por Chahuites

Iván Castaneira

Chahuites, Oaxaca. Una casa rentada sin acabados, evidentemente abandonada un largo tiempo, muy humilde, un jardín descuidado, un fogón, una pileta de agua, un baño y una regadera improvisadas, dos pequeñas habitaciones que sirven como oficina; por fuera la leyenda: “Centro de Ayuda Humanitaria a Migrantes, Chahuites, Oaxaca.”

Durante mucho tiempo, la población de Chahuites no existía dentro de la ruta que recorría el migrante en su tránsito por México. El día de hoy es un punto estratégico y obligado para el paso de los migrantes centroamericanos que entran a México a través del estado de Chiapas.

Esta nueva parada en la ruta ha surgido a partir del llamado “Plan Frontera Sur”, el cual se ha caracterizado por la criminalización, represión y agresión a los migrante por parte del estado mexicano, una oficialización de la represión. El 7 de Julio del 2014 el presidente Enrique Peña Nieto acompañado del expresidente de Guatemala Otto Pérez Molina inauguró dicho plan, el cual, según el gobierno, ayudaría a manejar el fenómeno migratorio desde un punto de vista regional, compartiendo responsabilidades con los países de origen y apegado a la humanidad.

Este albergue fue una iniciativa de Irineo Mujica, ya que comenzó a observar que los migrantes, al no poder subir al tren debido a los operativos implementados por el Instituto Nacional de Migración, estaban caminando desde la frontera de Chiapas y Guatemala. Para llegar a este punto, uno tiene que caminar entre 15 y 20 horas, dependiendo del aguante físico de cada persona, desde la ciudad de Arriaga en el estado de Chiapas, son alrededor de 35 kilómetros. El albergue tiene alrededor de un año funcionando, y aun no es tan conocido como los otros en esta misma ruta, Arriaga e Ixtepec. Éste se maneja como una extensión del Albergue “Hermanos en el Camino” del Padre Alejandro Solalinde, y aún hay muchas carencias de comida, medicamentos y equipo para atender a los migrantes que llegan lastimados, en ocasiones llegan a ser hasta 80 migrantes en esta pequeña casa.

El siguiente punto, una vez que el migrante ha descansado por dos o tres días, esa es la cantidad máxima de días que un migrante puede pasar dentro del albergue, continúan el camino de entre dos o tres días para el siguiente punto, Ixtepec, donde se encuentra el albergue del Padre Solalinde.

Entre 6 y 7 de cada 10 migrantes que caminan de Arriaga hasta este albergue son víctimas de alguna extorsión, asalto y hasta violación, la Fiscalía Especializada de Atención al Migrante ubicada en el centro de la ciudad de Chahuites, tiene registrado cerca de 200 denuncias penales en esa ruta, lo que suma más o menos unas 600 víctimas, ya que comúnmente las denuncias se hacen por grupos.

El denunciar puede traer diferentes resultados, uno de ellos es la posibilidad de poder obtener un permiso provisional para atravesar México sin que ninguna autoridad migratoria tenga derecho a detenerlo o deportarlo.

A pesar de que ya va un año de denuncias por agresiones, asaltos, violaciones en la zona, las autoridades no han hecho nada, el que sigan habiendo cada día más denuncias, habla mal del trabajo de las autoridades, y demuestra una vez la simulación de justicia del estado mexicano, al simplemente seguir llenando de papeles un archivero y no llevar a cabo ninguna acción que pare la violencia.

“A nosotros nos desnudaron y todo, nos dejaron como dios nos mandó al mundo, nos agachaban y nos revisaban el trasero… no es justo lo que pasa”. Carlos, hondureño, salió de su país por el problema de las pandillas, su hermano fue pandillero y al ser asesinado, la pandilla lo buscaba para que siguiera los pasos de su hermano. A él por temporadas lo secuestraban unos días, lo golpeaban, le disparaban, lo dañaban físicamente, y después lo dejaban libre, es una manera de obligar a los jóvenes a ser parte de las pandillas, comúnmente hay un reclutamiento de menores de edad, que son forzados a pertenecer a alguna pandilla, dejando a la mayor parte de la juventud sólo con dos caminos a seguir si se rehúsan a entrar a las pandillas, el de la muerte o salir del país. Este fue el caso de Carlos, quien para no pertenecer a alguna pandilla o ser asesinado decidió dejar su país. Carlos menciona que lo que más le tiene miedo la sociedad es a los niveles tan altos de violencia a los que pueden llegar las pandillas, anteriormente no se veía tanta agresividad. Las muertes de menores de edad son muy comunes, cada día en su pueblo él observaba hasta 3 muertos de jóvenes de 18 años para abajo. La violencia se ha incrementado a partir de las deportaciones que ha habido Estados Unidos, menciona que han llegado “mareros” con muchas más experiencia.

“Llegamos acá (a México) y llegamos justamente a sufrir lo mismo, entonces no es justo”, menciona Carlos, quien lleva caminando cerca de 18 días desde Tapachula. En su camino, el trayecto entre Tapachula y Arriaga le fue más ligero, está cargado de migra, dice, pero no de asaltos, y de Arriaga a Chahuites es donde la mayoría de los migrantes son asaltados violentamente.

La tragedia humanitaria de la migración se ha elevado muchísimo, por la fuerte persecución hacia ellos, hay una intención de cazar al migrante, de agredirlo durante su detención. Los agentes recorren la ruta migratoria buscando a los migrantes, y su función va más allá de documentar la migración, se ha convertido en un hostigamiento hasta para la población local.

Rubén Figueroa, activista y defensor de derechos humanos de los migrantes, está a cargo del albergue en estos momentos, él menciona que éste tiene una gran importancia política y social, aquí uno puede observar directamente los resultados de una estrategia del gobierno para “controlar la migración” que no ha funcionado, y que, al contrario, se ha convertido en una cacería en contra del migrante, “se dijo que era para prevenir y disminuir la violencia, y nada de eso ha pasado.”

Fray Tomás, menciona Rubén, decía que los albergues son campos de refugiados, los migrantes salen de sus países de origen con una pistola apuntándoles por la espalda y en México son recibidos con una pistola apuntándoles por el frente.

Las respuestas de los gobiernos siempre son las mismas, extorsiones, represiones, construcción de muros. En los últimos meses se ha volteado la mirada a la crisis de refugiados sirios que están llegando a Europa, y el gobierno mexicano ha tomado medidas y se ha pronunciado en defensa del migrante que huye de una zona de violencia, pero no se da cuenta de que esa es la misma historia que tiene en casa, en sus propias fronteras. No se trata de decir quién es mejor ni peor, si no de la gravedad de la hipocresía del gobierno mexicano al tratar de ocultar siempre los problemas que tiene en casa, mostrándose hacia fuera como un estado que respeta los derechos humanos, y siendo por dentro uno de los países con más violaciones graves de derechos humanos de los migrantes, como se menciona en las Observaciones Preliminares de la CIDH a México hace unas semanas “El efecto de la violencia y las violaciones a los derechos fundamentales es especialmente grave y desproporcionado sobre personas migrantes”.

(https://www.oas.org/es/cidh/prensa/comunicados/2015/112A.asp)

Talvez en las leyes de México no se criminaliza la migración, pero en la práctica las autoridades los están criminalizando y agrediendo, es una agresión directa, las autoridades y los gobiernos saben que se llevan a cabo y “no están bajando la guardia con respecto a su cacería, nosotros consideramos que México retrocedió una década en materia de derechos humanos hacia los migrantes”, menciona Rubén Figueroa.

Keyla Guevara y Mayra Melgar son dos mujeres hondureñas que salieron de su país por situaciones de violencia con los maras, y como muchos otros migrantes “buscando el sueño americano”. Ellas cruzaron la frontera de México Ciudad Cuauhtémoc, al llegar al país se quedaron sin dinero y llegaron hasta una zona en Chiapas que le llaman “El Crucero” entre Paso Hondo y Ciudad Cuauhtémoc, pidieron trabajo y una señora les ofreció un sueldo de 300 pesos a la semana, ellas aceptaron.

A la hora de comenzar a trabajar ella las llevó a un bar, en donde su trabajo era ponerse a beber y ser meseras. Al terminar el día las dejaba encerradas en una casa junto con otras mujeres que trabajaban ahí y tenían prohibido salir. Los únicos momentos donde podían salir era cuando la dueña las acompañaba y nunca las dejaba estar solas. Les había comenzado a pedir que se prostituyeran con los clientes.

Ellas escaparon hace unas semanas de esa casa, y comenzaron a caminar rumbo a Estados Unidos, pasaron por el albergue de Arriaga, y les comentaron que había un albergue en este lugar, y unos 5 kilómetros antes de llegar sufrieron un asalto, al llegar al albergue de Chahuites recibieron ayuda para poder poner las denuncias correspondientes por los incidentes que han vivido en su camino por México.

La migración es un fenómeno global, pero que en la mayor parte de las veces, solo está reservada para clases sociales altas, si una persona no tiene cierto nivel socioeconómico y tiene la idea de buscar un mejor lugar para vivir, oportunidades diferentes de trabajo, huir de la violencia, o buscar cumplir un sueño, esa persona es criminalizada, perseguida, encarcelada, violada. Los migrantes son víctimas de un sistema que no permite las mismas oportunidades para todos, se convierten en parte de una economía enferma en donde son considerados dinero. En México, ya forman parte de los “productos” que maneja el crimen organizado, al traficar con mujeres, con niños, al usarlos para transportar droga entre países.

Este albergue funciona para dar un poco de esperanza y descanso a las cientos de personas que diariamente están cruzando por México intentando llegar a los Estados Unidos, ahora que el camino se ha vuelto más difícil, estos pequeños espacios creados por la sociedad civil ayudan a mostrar la parte humana que existe en México y hacer saber que la violencia e inseguridad que se vive no ha carcomido todo en este país.

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Esta publicación fue financiada con recursos de la RLS con fondos del BMZ

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