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De la indignación en las plazas a la ola reaccionaria global

David G. Marcos

Foto: Adonis Ignacio Mora Caro

1. Entrábamos en esta década marcados por las convulsiones de una crisis que poco a poco se fue convirtiendo en normalidad. Entre la primera fase de negación del problema por parte de las clases dominantes y la crisis de la izquierda internacional, las revoluciones árabes impactaron su eco sobre todo el mundo, llenando plazas de indignación, impugnación y revuelta. En el Estado español, tras años de entumecimiento social (salvo ciertas excepciones), el 15M expresó la crisis política en formas de movilización destituyente – constituyente. Aquí va una posible primera lección de la década: la revuelta emerge cuando menos se la espera, pero sin resistencia y construcción paciente no hay posibilidades de emancipación. 

2. La receta de la austeridad golpeaba sobre las clases populares. Los recortes se traducían en precariedad laboral, deterioro de servicios públicos y privatizaciones para garantizar los márgenes de beneficio de las grandes empresas. La ilusión electoral e institucionalista frente a la implacable ‘sostenibilidad del déficit’ nos trajo la derrota de Syriza. Otra gran lección de la década: sin movilización y desobediencia no hay transformación. 

3. Además de la austeridad (inaugurada en el Estado español por Zapatero con la reforma laboral y el blindaje del pago a la deuda con la modificación del artículo 135), las legislaturas de Rajoy vinieron cargadas de corrupción y profundización autoritaria para frenar y disciplinar las protestas. A pesar de ello, el PP intentaba no abandonar el aire de establishment y moderación, iniciándose la conformación del conglomerado aznarista – aguirrista que luego daría lugar a Vox. Tercera posible lección de la década: la identificación de las instituciones como causa de la crisis amplía el espacio anti-establishment. 

4. La crisis en Cataluña, infravalorada por las clases dominantes (tanto españolas como catalanas) se fue larvando y proyectándose en protesta masiva. Por su parte, conflictos laborales, huelgas, la PAH y otros tantos colectivos continuaron el legado de luchas iniciadas por el 15M. Las movilizaciones, sin embargo, daban muestras de cierto cansancio. Entonces, se lanzó una hipótesis al aire. Irrumpía Podemos y lo hacía con una propuesta democrática y un programa antineoliberal, frontalmente en contra de la austeridad, decidido a recuperar y conquistar derechos y romper con el régimen del 78. La abdicación del monarca, las grietas del bipartidismo y un PSOE abierto en canal daban cuenta de la crisis de legitimidad del propio régimen. Cuarta lección política de la década: las élites no son infalibles, es posible utilizar sus grietas para construir propuestas de cambio radical. 

5. Se sucedieron los ataques a Podemos, los inventos tipo Ciudadanos para frenar la canalización del descontento hacia una fuerza externa al régimen. Vinieron los intentos de domesticar. Y la mutación de esa hipótesis de impugnación inicial hacia el reformismo gobernista, acelerada por la exclusión de la pluralidad y la falta de democracia interna, recolocó a Podemos en la posición de socio minoritario en los gobiernos con el PSOE. Las concesiones se convirtieron en «actos de responsabilidad» y las migajas en «honorables conquistas históricas». La misión ‘Salvar al soldado PSOE’, el giro lampedusiano del régimen y una oposición de derechas escandalosa preparan el terreno a un equilibrio en el que las clases dominantes pretenderán políticas de gran coalición sin poder permitirse una gran coalición (mirando a Vox de reojo). Una lección clave de la década que necesitaremos tener presente en los próximos años: abandonar el espacio de impugnación y perder la independencia del proyecto que pretendes transformar puede llevar a un bucle de renuncias del que es difícil escapar. 

6. A nivel internacional, la crisis migratoria bañó (y sigue haciéndolo) de muertes el mediterráneo, y con el caldo de cultivo austeritario («no hay suficiente para todos»), se fueron fortaleciendo los discursos del odio («sobra gente, primero los de aquí»). Otra buena lección de la década: nunca abandonar la consigna de reparto de la riqueza para sustituirlo por adaptacionismos pseudosobertanistas. 

7. En Latinoamérica, con a muerte de Chávez como exponente simbólico, los gobiernos provenientes de movilizaciones populares anti-liberales y anti-imperialistas fueron agotándose en un socialismo del siglo XXI que no abordó la extensión de la democracia participativa y el control obrero, o la diversificación de la economía, y ha sido devorado en gran medida por la contraofensiva neoliberal. Macri, Bolsonaro y compañía han encabezado la ola reaccionaria en América Latina, con todo tipo de maniobras antidemocráticas. Lección política número siete de la década: el socialismo será democrático y la democracia será económica o no serán. 

8. La revolución digital no nos llevó a la revolución social y tampoco acabó con nuestros males. De hecho, las redes sociales se plagaron de fake news diseñadas para el odio, filtros burbuja que nos hicieron autocomplacientes y la mercantilización de los afectos profundizó en la crisis civilizatoria donde caímos en las garras de la deshumanización. Entonces, Trump. Entonces, Brexit. Entonces, no a la paz en Colombia. Entonces, Salvini, Vox, y un largo etcétera. Importante lección de la década: las crisis materiales, alimentadas por individualismo y odio, despiertan al Kraken del neofascismo y la derecha radical. 

9. Pero también entonces, el feminismo. Huelgas internacionales contra el patriarcado (y su «justicia»), movilizaciones masivas frente a la violencia contra las mujeres o la batalla por el aborto legal, entre otros tantos. Quizás otra buena lección de la década: para combinar masividad con radicalidad (hegemonía: que nuestras ideas sean las ideas del mundo), toca construir movimiento social (sin atajos). Y en los últimos años de la década, el hilo morado se ha venido trenzando con el hilo verde y las movilizaciones contra la crisis climática han despertado la urgencia de lo que los movimientos ecologistas venían advirtiendo desde hacía mucho tiempo: el capitalismo es incompatible con el futuro de nuestro planeta. A pesar del greenwashing que pretenderán las multinacionales, la lucha contra el sistema es capaz de anudar las reivindicaciones de emancipación anticapitalistas, ecosocialistas, feministas, LGTBI, anti-racistas, anti-especistas, anti-capacitistas, etc. Lección fundamental para repensar en la izquierda más ortodoxa: las componentes radicales del feminismo y el ecologismo ofrecen respuestas a problemas sociales, culturales y económicos que van más allá del patriarcado o la crisis climática. 

10. Termina la década a las puertas de una nueva recesión y con grandes dificultades de las clases dominantes a nivel internacional para mantener las tasas de beneficio. Con una apuesta por gobiernos neoliberales autoritarios y un nuevo paquete austeritario y de privatizaciones, donde la deuda continuará jugando un papel de sometimiento fundamental contra las clases populares. El colapso climático, los feminicidos y los discursos de odio acompañarán como hilo conductor a esta devastación ilógica del capitalismo. Pero enfrente continúa vivo el espectro de la revuelta. Entre la desesperanza que nos bloquea y las ilusiones de recetas mágicas, para esta nueva década toca encontrar un impulso de equilibrio con el que resistir al tiempo que construir pacientemente una alternativa de socialismo frente a la barbarie. Última lección de la década: detrás de la oscuridad, siempre hay esperanza y resistir forma parte de la victoria. 

Feliz 2020.

Este material se comparte con autorización de El Salto

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