Afectados por las restricciones que aplican los Estados, en este caso las parcialidades guaraní, kolla y diaguita, también tienen en agenda cuestiones como el «sumak kawsay» o «buen vivir», una filosofía de vida de los pueblos indígenas que plantea la necesidad de vivir en armonía y equilibrio con la naturaleza.
En algunas regiones del NOA, los problemas se agudizan: es el caso de los guaraníes, que viven en el ramal jujeño –en la zona este de la provincia– donde «ocupan zonas urbanas o periurbanas en situaciones de marginalidad terribles», indicó Raquel Analía Tolaba del Consejo Nacional de la Mujer Indígena (Conami) en diálogo con Télam.
«El pueblo guaraní tiene una realidad diferente a la de los kollas de la quebrada y la puna, que tienen ganadería y agricultura. La mayoría trabaja en los tabacales por temporada y la cuarentena los perjudica porque, si no trabajan, no comen. A eso hay que sumar que muchísimos no tienen DNI porque nacieron en fincas o lotes y no están inscriptos así que no acceden al IFE», agregó para graficar la «gravedad» de esa situación.
En el caso de los quilmes y amaichas, es decir diaguitas cuyas comunidades se extienden por los valles calchaquíes y tienen presencia en las provincias de Salta, Tucumán, Catamarca y hasta Santiago del Estero, resolver el acceso al IFE está al tope de las actividades que, aún en cuarentena, sus líderes motorizan.
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Así lo remarcó el integrante del Consejo de Delegados de los Quilmes, Delfin Gerónimo: «Las comunidades en conjunto con nuestro equipo regional del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) estamos abocados a colaborar para que el IFE le llegue a la mayor cantidad posible de personas aunque el acceso a Internet y los requisitos sean una limitante para nuestros hermanos».
Gerónimo también hizo hincapié en la cuestión económica: «No es fácil para quienes viven de su producción para sustentarse porque la prohibición de circulación impide la venta o trueque de los productos que justo para estas fechas están maduros», y se refirió a los «ficticios limites interprovinciales» como «un problema».
«Hay pueblos cuya vida transcurre sin tener en cuenta esos límites, por trámites, compras, gestiones en el banco o salud. Las provincias cierran sus fronteras sin previsiones para salvedades del caso», añadió el técnico territorial del INAI al referir la intensa relación que existe entre las comunidades de Amaicha y Quilmes, ubicadas en Tucumán y Santa María, que está en Catamarca.
En otro plano, para los pueblos indígenas está la cuestión del «sumak kawsay» o «buen vivir» que es una filosofía de existencia que plantea el equilibrio con el entorno como forma de vida y que, ante la pandemia, se reinstala como debate necesario.
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«Esta crisis mundial debe, de manera excluyente, llevarnos a pensar otros mundos posibles que restablezcan el equilibrio que enuncia el sumak kawsay. Una cuestión que desde los pueblos indígenas venimos planteando desde que emergimos en la escena global», dijo a Télam Mario Quinteros, miembro de la comunidad indígena de amaicha, docente y «comunero activo» según él mismo se define.
Y agregó: «Debiéramos preguntamos ¿qué hacer ante la pandemia y luego de esta? Es necesario más que nunca el fortalecimiento de nuestras economías en los territorios y de la autonomía tan necesaria en esta crisis sistémica, que en la práctica cotidiana de la agricultura, la ganadería, la elaboración de textiles y gastronomía hogareña es un modo de resistencia en territorios indígenas de la alta montaña tucumana y en los valles».
Para finalizar, subrayó la necesidad «imperiosa de que dirigentes originarios y dirigentas originarias asuman como mandato ancestral la construcción de otra normalidad, plural y diversa que convoque a las sociedades del mundo a recuperar el equilibrio perdido detrás de la homogeneización, el derroche y expropiación de energía que provoca el extractivismo».
Publicado originalmente en Telam