Flor Goche / Desinformémonos

El alza del billete verde ha superado récords históricos en varios países de América Latina. Ello implica un proceso de doble cara: por un lado, la apreciación de la divisa estadounidense; por el otro, la depreciación –el deterioro del valor– de las monedas de los países emergentes, México incluido.

En entrevista, Ariel Noyola, economista por la Universidad Nacional Autónoma de México, refiere las consecuencias que el hecho acarrea para los bolsillos de la clase trabajadora en México.
La economía del país se distingue por su alta exportación en el terreno de la manufactura, básicamente en lo que respecta a la industria automotriz y el armado de productos electrónicos como pantallas de plasma y refrigeradores. No obstante, para la elaboración de estos artículos, la industria mexicana importa diversos componentes del exterior, particularmente de Estados Unidos. Si el precio del dólar se incrementa, dichos componentes también elevan su mayor monetario.

Así, ante el encarecimiento de la materia prima de su manufactura, los empresarios del país se ve obligados aumentar el costo de sus mercancías o, en otro escenario, a cercenar los derechos laborales de sus empleados con el objetivo de ajustar su tasa de rentabilidad. Para ello, recurren, por ejemplo a despidos masivos, al incremento de la jornada laboral o a la disminución de las prestaciones sociales.

Estas dos situaciones traen secuelas negativas a la economía de las familias mexicanas, deteriorada de por sí como consecuencia de la pérdida del poder adquisitivo de los salarios de la clase trabajadora.
Ariel Noyola pone en entredicho los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), según los cuales la inflación ha disminuido en el país, no obstante el panorama arriba descrito. «Me parece que las cifras que publica el Inegi no van muy acorde con lo que uno mira en la cotidianidad. Ya hay incrementos en los precios de los productos de la canasta básica”, señala.