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“¡Chile despertó!”: Emociones y consignas callejeras de los primeros 25 días de la movilización social en curso

Claudia Villagrán Muñoz

Primero fue vociferar para que no reprimieran a los estudiantes secundarios de nuestro país que saltaban torniquetes del metro desde el lunes 14 de octubre, conscientes que el aumento del pasaje  del transporte público atentaba contra el escaso presupuesto familiar, porque “¡evadir, no pagar, otra forma de luchar!”.  

Pronto constatamos que éramos muchos, los que estábamos mal en el ‘oasis neoliberal chileno’ y que no dábamos más, mientras una agitada hija del orden gritaba histérica: ‘desgraciados, no quieren pagar’ y una veinteañera manifestaba su defensa irrestricta frente al actuar policial.  

Cuando miramos alrededor no era sólo Santiago el que gritaba, sino que las principales ciudades de región y miles de pueblitos de todo el país que,  convencidos,  entonábamos a coro: ‘no son 30 pesos si no que 30 años’. Treinta años de abusos del modelo político y económico neoliberal cuya perpetuidad fue pactada desde la ‘transición a la democracia’ en 1990.

El ‘Termómetro Social’ para la medición del mes de octubre (encuesta realizada por entidades académicas en conjunto con el Centro de Microdatos de la U. de Chile) confirmó que el 85 % de los encuestados declaró estar de acuerdo con la movilización social en curso, que un 70% de las personas consultadas creen que ni el Congreso ni el Presidente de la República entienden las demandas y que se niegan a reconocer el conflicto real, mientras que un 80% cree que las soluciones se visualizan con una nueva constitución que elimine la pinochetista de 1981.

MEMORIAS EN EL PRESENTE

En el vociferar y en el gritar advertimos que teníamos un mismo malestar y que podíamos marchar juntos: “nos costó tanto encontrarnos, no nos soltemos”. Sin banderas político partidistas, llevamos sólo la chilena y la mapuche, como las dos naciones que compartieron antes de la irrupción de los intereses políticos y empresariales que arrebataron la región de la Araucanía a su pueblo, a fines del siglo XIX.

Comprobamos que  nosotros podíamos ser uno en un millón 200 mil en Plaza Italia, hoy rebautizada como “Plaza de la Dignidad”,  u otros tantos millones a lo largo de los 4 mil kilómetros de chilenidad, cantando “el baile de los que sobran” porque “a otros enseñaron secretos que a ti no”, como entonaban en los ‘80’s la banda de rock Los Prisioneros.

Desentumeciéndonos nos saludamos y miramos como seres humanos,  no como esos ‘entes trabajólicos’ corriendo sin sentido en la selva de la eficiencia y eficacia de las estadísticas macroeconómicas, en marchas con convocatorias históricas para nuestras memorias recientes.

Golpeando nuestra cacerola hasta deformarla de emoción contenida, también descubrimos que el tamaño de nuestra ‘democracia’ posee la misma altura de las pequeñas palmeras que inauguran la Alameda, principal avenida del centro de Santiago. Tan baja que nos volvía a imponer mucho más que lacrimógenas y carros lanza agua. Tan estrecha que nos mostró la bota militar con estado de excepción y toque de queda, reviviendo los fantasmas y heridas sociales de los 17 años de la dictadura. Contestamos nuevamente en coro, con la voz de Víctor Jara y mil guitarras, por ‘El Derecho de Vivir en Paz’.

De la efervescencia de haber despertado pasamos a la indignación frente al esquizofrénico actuar de las ‘autoridades civiles’ que decretaban medidas extremas para intentar disciplinarnos en las calles mientras el Presidente Piñera anunciaba por televisión un paquete de medidas de ‘agenda social’ con trillados y mezquinos bonos del estado facilitador del libre mercado para aumentar un 20% pensiones y sueldos mínimos, básicamente, porque ‘el modelo no se toca’.

CIUDADANÍA CONSTITUYENTE

La indignación se profundizó, respiró en un fin de semana feriado y volvió a abalanzarse a las calles con ánimos redoblados. Cuando unos nos acongojamos a llorar salen otros a levantarse para realizar el recambio de emociones y energías. Al regocijo y constatación de que ‘CHILE DESPERTÓ’ pasamos a la necesidad del ‘AHORA O NUNCA’ para mantener un: ‘ESTO NO PARA’.

No para porque ‘no hemos ganado nada’. No se detiene porque son más de 20 muertos, miles los detenidos arbitrariamente por ejercer su derecho a protestar, cientos los heridos cercenados por perdigones y balines disparados por la espalda y 200 ojos agredidos de frente que ya no podrán ver el resultado de este llamado “estallido social”, con olor a movimiento social potente, porque como decía un cartel: ‘son tantas weas que no se cuál poner’.

Y no es que no sepamos qué, sino que no sabemos por dónde empezar a enumerar para que ningunx quedé nuevamente excluido como en todos estos años de la dictadura neoliberal de los chicagos boys, ordeñada por la derecha y la izquierda. Para que los próximos años de vida republicana no volvamos a ignorar a todxs los integrantes de todxs las naciones que vivimos en el mismo territorio agredido por la contaminación, depredación y neoextractivismo nacional y transnacional de todo tipo.

Y comenzamos a atrevernos a soñar y proponer ideas en Cabildos ciudadanos autoconvocados y autónomos sin partidos políticos, en reuniones con nuestros compañeros de trabajo, en las calles palpando que podemos refundar Chile con una Asamblea Constituyente y una nueva constitución que garantice derechos y no subsidios materializados en ‘bonos’ cuando la contingencia los demanda.

ENTRE UN NUNCA MÁS DISUELTO Y EL FUTURO

Mientras tanto, los disparos al cuerpo y al rostro no han cesado al 12 de noviembre de 2019. Se suman abusos sexuales y detenciones en vehículos particulares, denuncias de investigación de inteligencia por carabineros a dirigentes sociales, orificios en el cuerpo de los calcinados en los incendios de los primeros días sin ser indagados como corresponde en los informes forenses, lacrimógenas en colegios de niños de educación básica y la agresión a estudiantes mujeres secundarias en un liceo capitalino con la venia de su directora. El horror de las violaciones a los derechos humanos se ha vuelto sistemática a partir del 18 de octubre de 2019.

Porque a partir del 11 de marzo de 1990 el pacto democrático era que podíamos salir a marchar sabiendo que todos regresaríamos, quizá con algún lumazo en la espalda, pero NUNCA SIN VIDA, NUNCA CON EL CUERPO CERCENADO Y NUNCA CON UN OJO MENOS o TOTALMENTE CIEGOS, como le ocurrió al estudiante de 21 años Gustavo Gatica el 8 de noviembre.  

El nunca más se disolvió sin previo aviso, mientras indignados vimos desfilar por nuestras calles militares con fusil en mano mandándonos a esconder a nuestras casas durante la semana en toque de queda que vivimos. Asimismo nos indignamos a diario con la represión desmedida de carabineros en cada marcha ¿Cuál? Cada una de las manifestaciones pacíficas y diarias que los ciudadanos chilenos están levantando en plazas públicas y avenidas de este largo país con ganas de cambios profundos, porque “la historia es nuestra y la hacen los pueblos”.

Claro, Wallmapu (territorio ancestral mapuche) nos recuerda que ellos lo venían viviendo sistemáticamente desde 1997 (por décadas y siglos en la historia larga). Que las agresiones, detenciones arbitrarias, juicios viciados, montajes de pruebas y comunicacionales son acciones reiteradas para deslegitimar al pueblo mapuche. Que el mismo ministro del interior que avaló el asesinato de Camilo Catrillanca, último comunero asesinado por los carabineros en noviembre de 2018, era el gestor de la actual represión generalizada en Chile, por eso se tuvo que ir con el cambio de gabinete del lunes 28 de octubre, mientras su sucesor ha seguido el mismo camino represor.

Los mismos mapuche siempre dicen que: ‘cuando uno cae diez se levantan’, por eso el grito marichiweu que significa ¡diez veces venceremos! Frase que  una activista lee como lección que el pueblo mapuche le ha brindado al pueblo chileno y que quizá explique la presencia constante de la wenufoye (canelo del cielo o bandera mapuche) en las marchas de cada día.

Y es que el neoliberalismo mostró su verdadera cara de dictadura generalizada para mantener el modelo y los privilegios de ese 1% de dueños de todo y de ese 2 o 3 % que disfrutan del primer chorreo del modelo.  ¿Abajo? “esto no para” porque como otro cartel decía: “no somos los mismos de 1973”  y 30 años de abusos de todo tipo fueron demasiado. Porque “si aquí nació el neoliberalismo, acá morirá”, porque “nos cansamos, nos unimos”, porque “somos noticia pero no pararemos hasta que seamos historia”, porque “vamos a vencer y será hermoso”.

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