Cestería: penca y manos creadoras

Víctor Fuentes

En Unión Hidalgo, Oaxaca, existe una extensa área poblada de palmas. La conocen como “El palmar”, 829 hectáreas, sitio actual que se ve amenazado por las empresas transnacionales, no por la palma en sí misma, sino por el cambio de uso del suelo. Al no estar regulado y ser de carácter comunal, esta situación se agrava.

Poco se habla de ello, a no ser que los parques eólicos inicien las consultas previas, que ya se conoce por los vecinos cercanos del barrio Palmeros que no serán previas ni informadas. Hay personas defensoras como el señor Laureano Toledo López, conocido como el Palmerito, que se han pronunciado de manera permanente a su salvaguarda, y recibe muy poca o nula atención a esta demanda.

De ahí el nombre del barrio, por ser de donde se obtiene la materia prima. A ella se le dan diversos usos, entre ellos la fabricación de las cintas: un trenzado de palmas secas que no tiene mercado fijo ni salida al exterior. Hace algunos años asesinaron al único comprador de la palma y estos objetos tejidos, por lo que seguir haciéndolos es casi para no perder la costumbre. Además, el precio de estas cintas siempre fue muy por debajo de su costo requerido.

En otros años, se aprovechaba todo el árbol, que tiene usos tan diversos como el de los estropajos, creados con un manojo de hilos finos sobrantes, generalmente durante el rajado de la palma fresca. Después del rajado de la palma queda el esqueleto, fibras más gruesas, con la que se podían fabricar escobas o tejer una pared; con la misma palma fresca recién cortada se creaban las enramadas para actos sociales o para una pérgola que daba cobijo a una hamaca o resguardaba de sombra las casas.

Con la palma fresca también se podían hacer baños o excusados y sombra a manera de chozas para el difunto, que se construían con el fin de esperar las lluvias, después de lo cual se construía la sepultura de otro material más duradero. 

Con las pencas, que es el brazo largo de las palmeras, se podía crear un tejido para una cama, que servía también de mesa para el secado de alimentos como pescado, camarones o carne. Asimismo, se aireaban las prendas que las mujeres guardan en un baúl. Esta cama estaba presente en las festividades: sobre ella se ponían los panes o enceres de una boda, regalos por pago de limosnas de misa o velorio.

Por lo tanto palma, pencas, lomos (esqueleto de la palma rajada) el tronco y los hilos finos representan los materiales que por muchos años se han ligado a la vida cotidiana y lingüística, pues al nombrarlos en diidxazá los habitantes de esta comunidad han acompañado estos objetos.

De ahí derivaron oficios propios como la cestería y la fabricaron de objetos como bolsas, sombreros y juguetes tejidos con pencas y palma de manera principal. Varios señores con sus familiares se han dedicado a elaborarlos, algunos han fallecido y ya no dejaron quien o quienes continúen con esta labor.

Por el año 2014 y 2015 visitamos al joven Siffredy Velásquez López. En esa ocasión nos llamó la atención su cuidadoso tejido, él había incursionado en la cestería, pero procuró hacerlo de manera distinta. Es decir, creó sus propios modelos, y además mejoró el corte de la penca, los detalló y quedaron fibras más delgadas, en comparación con las del resto de los artesanos dedicados a este mismo oficio.

Desde entonces Siffredy ha revolucionado el uso de este material. Está al pendiente de lo que ocurra con el palmar, por ser el sitio de donde obtiene su material de trabajo, y sabe que si las empresas eólicas ocupan este ecosistema se destruirá el hábitat natural de la especie.

En junio del presente año tuvimos la oportunidad de visitarlo en compañía de jóvenes estudiantes. Constatamos cómo Siffredi y su padres hacen uso diario de este recurso, con el que crea de manera frecuente objetos que los pobladores le piden. Durante estos días diseñó y confeccionó un cesto poco común: inició con la base, a la que le llama “estrella”, entramado que varía de manera impar según el tipo y tamaño de objeto a realizarse; continuó con el cuerpo de manera tradicional tejiendo a determinada altura; para rematar declinó el tejido haciendo una asimetría en la que con una vista lateral se nota el hundimiento de la base del cuello; finalmente cierra la canasta con un aro, donde depositará la tapa.

Este nuevo objeto parece una obra escultórica y no un cesto común. Este valor agregado surge de las manos de una persona creativa, llena de inspiración que aporta con su trabajo diario una manera distinta de apreciar los recursos que la naturaleza nos provee. Siffredi nos demuestra que el talento no siempre es innato y se desarrolla todos los días. Unión Hidalgo aún tiene mucho que dar, sólo falta que quienes pueden fomentar estos oficios sean las personas sensibles, que Siffredi espera que desde todo mundo espera volteen a verlo.

* Estos jóvenes acompañados del facilitador cursan una carrera profesión en la recién creada Universidad Autónoma Comunal de Oaxaca, a través del Centro Universitario Unión Hidalgo Oaxaca.

Publicado originalmente en Istmo Press

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