Basoa: un refugio para defensoras de la vida

La Tinta

En un pequeño valle del País Vasco, una casa cobija a personas y proyectos que arriesgan sus vidas en defensa de los territorios. Basoa, la Casa de las Defensoras, es una comunidad solidaria, un espacio liberado para conspirar, cuidarnos, sanar y vivir hoy la vida que soñamos.

Por Anabella Antonelli

Al costado de una de las rutas que atraviesa el Valle de Arratia, en Bizkaia, territorio histórico del País Vasco, se levanta Basoa, la Casa de las Defensoras, que convoca al activismo local y de los alrededores. El paisaje es de cuento. Los baserri, tradicional caserío del lugar, aparecen entre montañas, picos nevados y verdes praderas, con los tejados rojos y sus varios pisos. Quince mil personas habitan los siete pueblos del valle, donde conviven luchas ambientales, por la tierra, feministas, culturales, por la recuperación de las tradiciones ancestrales y en defensa de la lengua euskera como fuente de cosmovisión.

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(Imagen: Victoria Fernández)
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(Imagen: Victoria Fernández)

El bosque

En euskera, “basoa” significa bosque, ese ecosistema rico de la naturaleza, refugio y hogar de miles de especies, “donde nace el aquelarre, el sosiego y la vida”, dicen desde el proyecto. Una biblioteca y una inmensa sala de reuniones con dos estufas a leña dan la bienvenida. Una puerta conduce a la cocina, donde se trama el cotidiano del lugar. Las escaleras llevan a un piso y, luego, a otro poblado de habitaciones para distintos usos: algunas alojan personas que usan circunstancialmente el espacio, otras acogen a quienes tienen estancias más o menos duraderas, según la situación. Otras son ocupadas por personas que integran el proyecto. En el último piso, está Torontile, un taller autogestivo de diseño y serigrafía. Afuera, el bosque y el río.

El proyecto está en construcción, “surge de la necesidad de conectar luchas de otros países, de crear alianzas y hacer una sinergia para acuerparnos y saber que no estamos solas”, explica Emma Jáuregui, una de las integrantes. La Casa de las Defensoras es parte de un hilo extenso de experiencias. Muchas personas involucradas son parte de la Red Artea que trabaja desde el 2016 con migrantes y refugiades, y gestiona la taberna de la plaza del pueblo que también dispone de hostal. Junto con una red de casas en Bizkaia, han recibido a más de 700 personas en los últimos años, intentando ser un espacio de acogida más comunitario que de atención humanitaria. “Primero, venían migrantes y, luego, comenzaron a venir también defensoras, entonces surgió la idea de tener un espacio para ellas y que pudiésemos acompañar, compartir luchas, experiencias y buscar aliadas”, sigue Emma.


Basoa es hogar para quienes habitan otras luchas en distintas partes del mundo y necesitan un espacio de cuidado y protección. “El reto es hacer una casa segura, de sanación y para las defensoras. Todo está en construcción: cuánto tiempo se van a quedar, cómo vamos a hacer las entradas y las salidas, qué vamos a trabajar, qué les vamos a ofrecer aparte de comida y techo. Son personas que vienen con muchas heridas, algunas no pueden regresar a sus países”, sigue la activista.


En un comienzo, pensaron en alquilar, pero encontraron este espacio que cumplía todos los requisitos y decidieron comprarlo, recurriendo a diferentes fuentes de financiamiento y aventurándose a la experiencia de transformar una propiedad privada en un espacio colectivo. Para eso, tienen un plan: compartirla con otras organizaciones que coinciden en los principios de Basoa: la desobediencia, el anticapitalismo, la autonomía, la horizontalidad, la soberanía alimentaria. El objetivo es reunir 600 colectivos con los cuales repartir la propiedad para que sea de los movimientos que la habitan y que inspiran el proyecto. Les zapatistas y las mujeres de la Vía Campesina fueron las primeras. En una ceremonia, les entregaron la escritura, ofrendando una teja de la casa y algunas hojas de los árboles del bosque que rodea el lugar.

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(Imagen: Anabella Antonelli)
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(Imagen: Victoria Fernández)

Las defensoras

La casa tiene las puertas abiertas para migrantes, refugiadas, defensoras y activistas, vivan donde vivan. “Queremos llegar a todas las personas, organizaciones, comunidades y movimientos sociales que quieran combinar la transformación social radical y el desafío abierto al poder establecido mediante la construcción de espacios liberados y formas de vida articuladas desde abajo y por las de abajo, para sembrar rebeldías silenciosas, fuera del Estado y fuera del mercado”, expresan desde el proyecto.

¿Quiénes son las defensoras? ¿Las que vienen de otras geografías? ¿Cómo se nombran a quienes habitan y sostienen Basoa? “Todas somos defensoras. Si estamos defendiendo un cambio de modelo, si nos cuidamos, si ponemos las luchas en el centro, si valoramos las vidas y militamos, entonces estamos defendiendo una manera de vivir -explica Maitane Iruarrizaga, integrante de Basoa-. La palabra ‘defensoras’ se asocia a América Latina y a quienes están luchando por su tierra y muriendo por ello, entonces da miedo ponerse esa etiqueta desde el privilegio de vivir en Europa, con esta pielcita y en el capitalismo más salvaje, ¡cómo voy a asemejarme!”. Es una posición política que implica correrse de la mirada paternalista de ayudar a personas más débiles.

“Si nosotras no somos también las que defendemos, desde qué posición ayudamos a gente que necesita y que está llevando las luchas que son nuestras también, porque, a nivel global, estamos defendiendo que la extracción de minerales no se haga de esa manera tan salvaje, que los ríos no se contaminen”, sigue la activista. Reconocen que sus países y las formas de vida de sus sociedades son las más beneficiadas con el extractivismo, y que eso hace doble la lucha: a favor de quienes defienden la vida y en contra de lo que pasa en sus territorios. Muchas de las defensoras que habitan la casa son personas que están en una primera línea “de mucho trote, estrés, sus semanas son años, no paran, entonces merecen y necesitan ese respiro y ese descanso de desconectar la mente. Sí que todas somos defensoras, pero hay situaciones que son más vulnerables que otras, que tienen unas luchas mucho más duras que las que tenemos nosotras, porque las consecuencias allí son mucho más heavies”, agrega Emma.

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(Imagen: Victoria Fernández)

Torontile

En una habitación del último piso, Emma y Maitane mudaron a Torontile, un espacio de diseño, creación y estampado feminista en defensa del euskera. El taller funcionaba en un gaztetxe, una de las tantas casas okupadas por jóvenes del País Vasco para crear alternativas de ocio, de vinculaciones, organizar luchas o proyectos colectivos. “Había peligro de desalojo, si venía la Policía, íbamos a perder lo que habíamos invertido con mucho esfuerzo para trabajar. En ese contexto, una participante de Basoa nos dijo que aquí podría ser el sitio ideal para nosotras -explican-. Somos diseñadoras gráficas y serigrafistas, hacemos ilustración y artes de estampación. Nuestro espacio puede aportar al proyecto Basoa”.

Torontile es un espacio abierto que busca que la gente se sienta cómoda. “Trasladar esto a las defensoras es fundamental, porque ofrecemos otro lenguaje que ellas pueden utilizar y que nosotras podemos guiar desde nuestra experiencia, podemos acompañarlas en proyectos artísticos en los que se estén a gusto y se echen un rato, y que, de allí, surjan otras cosas”, refieren.

“Es súper emocionante ver todo lo que ha pasado en este tiempo, con los encuentros que se hacen, los colectivos que llegan, todo eso nos está enriqueciendo -señalan Emma y Maitane-. Las experiencias que trae la gente, las historias, es súper emocionante y ya solamente por eso merece la pena. Adónde llegaremos, pues se verá, pero está siendo bonito”.

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(Imagen: @basoa en Instagram)

Este material se comparte con autorización de La Tinta

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