Ayotzinapa resuena en todos los rincones

Desinformémonos

México. De Tijuana, en la frontera de México y Estados Unidos, a Cancún, en el Caribe; de Noruega a Chile; y de ciudades tan grandes como Guadalajara, a unas tan pequeñas como Valladolid, Yucatán: la demanda de presentación con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos forzadamente en Iguala superó las insinuaciones oficiales de que podrían estar en las fosas clandestinas descubiertas el sábado 4 de octubre. El deseo de verlos con vida y la rabia por la incomprensible crueldad que asesinó a seis civiles el 26 de septiembre arrolló todo en la jornada que, convocada nacional –al menos en 25 de los 32 estados de México hubo manifestaciones-, se volvió un reclamo internacional.

En las manifestaciones brotaron distintas formas de traer los nombres y rostros de los jóvenes que fueron arrebatados por policías municipales de su escuela, de su casa, de su familia: máscaras, pases de lista, hileras de fotografías con nombres, una vela por cada uno de ellos… Todas con el ánimo de que cada uno de estos jóvenes campesinos, que se preparan para trabajar como profesores en las zonas más empobrecidas del país, no se pierdan en el anonimato de la gran fosa común que es México, como llamó a este adolorido país sacerdote Alejandro Solalinde.

Quienes tomaron las calles, plazas y consulados fueron estudiantes como ellos; maestros como los que serán en el futuro; jóvenes de su edad; zapatistas, indígenas como la mayoría de los desaparecidos; organizaciones sociales de todo tipo, defensoras del territorio como los ejidatarios de Atenco, o  promotoras de la democracia como en Los Ángeles; estudiantes mexicanos en el extranjero, y estudiantes extranjeros con ganas de apoyar a México; y las infaltables familias, individuos y pequeños grupos de amigos. A la cabeza de la manifestación central, en la capital de México, familiares y normalistas fueron protegidos por cinturones humanos.

Al mismo tiempo que transcurría la jornada nacional por Ayotzinapa, con cierres de puertos –como en Lázaro Cárdenas, Michoacán- o de carreteras –como en Oaxaca-, los familiares y defensores de derechos humanos acusaron que el gobierno obstaculiza el acceso del equipo forense argentino -que representará a los padres de familia- a los restos hallados en las fosas. El ánimo en las manifestaciones pareció guiado por lo que declararon los estudiantes de la Normal Rural Isidro Burgos: exigir su presentación con vida porque “no están muertos”.

Los responsables señalados fueron no sólo el alcalde de Iguala y sus policías-sicarios; la efigie del gobernador Ángel Aguirre, llena de sangre , se multiplicó; pero tampoco se salvó Enrique Peña Nieto, a pesar de su televisivo anuncio de que está «profundamente indignado y consternado».

En Ciudad Juárez, la primera urbe en vivir el terror del feminicidio, los ciudadanos se solidarizaron con los “ayotzinapos”, como despectivamente los llamó el alcalde de Iguala, hoy prófugo y acusado no sólo del ataque del 26 de septiembre, sino de la ejecución del luchador social Arturo Hernández Carmona en 2013. Chilpancingo, en Guerrero; Guadalajara, Jalisco; y Querétaro, Querétaro, vivieron manifestaciones de lo más nutridas, mientras en la Puerta del Sol, en Madrid, una calavera bailaba, representando al México de hoy, y en San Cristóbal de las Casas, el silencio zapatista gritaba, como anunciaron en su comunicado previo, que los normalistas “no están solos”.

También la Colombia, que sabe de horrores, lanzó un mensaje de solidaridad. Varios cónsules mexicanos tuvieron que dar la cara, en Costa Rica, Londres, Estados Unidos, y asegurar que el gobierno federal “hace todo lo que puede” para buscar a los jóvenes, mientras organizaciones de derechos humanos advierten que puede incurrir en faltas a sus obligaciones en materia de desaparición forzada.

“¿Por qué nos asesinan, si somos la esperanza, de América Latina?”, corearon los normalistas, hombres y mujeres, de lugares tan lejanos como Saucillo, Chihuahua, o Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Los letreros y cartulinas, con consignas, preguntas o reclamos, abundaron. “Pudieron ser mis estudiantes”, reclamaba un papel en manos de un profesor universitario en la capital de México. Una pared rezaba: “No te conozco, pero nos necesitamos para hacer un mundo nuevo”.

Corriendo detrás de la manifestación en la capital de México, los barrenderos se afanaron en recoger la basura, como si tuvieran la orden de no dejar rastro de este día. Las palabras lanzadas por los familiares, sin embargo, siguen haciendo eco: “Vivos se los llevaron; exigimos que así nos los devuelvan”.

Este material periodístico es de libre acceso y reproducción. No está financiado por Nestlé ni por Monsanto. Desinformémonos no depende de ellas ni de otras como ellas, pero si de ti. Apoya el periodismo independiente. Es tuyo.

Otras noticias de Geografía   méxico  

Dejar una Respuesta