Nos levantamos con saludos desde Honduras, Cuba, Brasil, Paraguay, Venezuela, Bolivia, etc. Argentina ganó la copa del mundo, del campeonato masculino de fútbol, luego de 36 años. Tres veces campeón. Tres estrellas.
En medio de una crisis económica y política muy profunda, nuestro pueblo supo festejar y sufrir junto a la Scaloneta. Esta selección nos enseñó sobre lo que significa laburar en equipo, luchar en los momentos más difíciles, seguir adelante a pesar de los ataques que estigmatizaban a Messi y a Scaloni, entre otros imprescindibles. Nos enseñó también que por encima de la competencia, puede prevalecer en el colectivo la amistad, la alegría y la ternura. Nos enseñó el valor de la pasión para enfrentar todos los desafíos.
Vivimos este mundial con el profundo deseo de ver a Messi levantar la copa, en el que se supone sea su último mundial. Apretamos nuestro corazón en cada partido. Transpiramos la camiseta. Sabíamos a la perfección lo que significa un triunfo popular. Sabíamos lo que significa este mundial, el primero luego de la muerte del Diego.
La memoria de los pibes de Malvinas estuvo presente. El continente todo vibró con los últimos partidos. Sentimos sus abrazos. Fuimos hinchada en todo el continente. Los festejos anti imperialistas de Bangladesh nos emocionaron y sorprendieron. La sonrisa de Di Maria en su gol, terminó de coronar la alegría de las y los de abajo.
Con el diálogo generacional entre la gedencia de lxs pibxs, las ilusiones de lxs niñxs, el aguante de lxs viejxs, la celebración a las Abuelas, demostramos cómo le gusta festejar a este país: lxs pibxs bailando y cantando con la ABUELA LALALA, nos encanta. «No te lo puedo explicar porque no vas a entender».
Con esta alegría seguimos en la lucha con más fuerza. Porque la alegría fortalece las resistencias.