Argentina, en la revolución de lo cotidiano

Flor Goche/Desinformémonos

“La revolución no es un evento futuro y lejano que algún día vamos a alcanzar, sino que tiene que ser un proceso de revolucionar nuestra cotidianeidad”. Esta premisa orienta las labores que, en 14 provincias de Argentina, particularmente en Buenos Aires, emprenden quienes integran Confluencia Movimiento Popular la Dignidad.

En 15 años de existencia, este movimiento, a través de la auto organización y construcción del poder popular, ha logrado edificar y operar desde una perspectiva transversal, escuelas, comedores y merenderos comunitarios, centros de salud, radios comunitarias, casas de mujeres, cooperativas y proyectos culturales y productivos, además de obras de urbanización, refacción de viviendas y pavimentado.

Hernán Ouviña, integrante de este movimiento que tiene su origen en la resistencia al neoliberalismo de la década de 1990, explica que, poco a poco, desde la perspectiva de la prefiguración (“ir construyendo en el ahora, en el día a día esa sociedad por la que luchamos”), han logrado construir y sostener diferentes espacios y proyectos autogestivos.

En contraposición con la concepción de la izquierda tradicional de conquistar el poder para después transformar la realidad, ellos y ellas han generado “embriones de poder popular y autonomía”: formas de autogobierno, basadas en la asamblea.

Quienes conforman Confluencia Movimiento Popular la Dignidad se reivindican anticapitalistas, antiimperialistas, anticoloniales y antipatriarcales. Su horizonte es el socialismo a partir de la construcción del poder popular.
Hernán Ouviña refiere que aunque su vínculo con el aparato estatal siempre es de “tensión y antagonismo”, el proceder del movimiento consiste en arrancar recursos al Estado y, más recientemente, a los empresarios, vía la acción directa: bloqueos de calles, acampadas, plantones, huelgas de hambre, ocupaciones y piquetes a edificios públicos, etcétera.

Se trata, detalla el activista, de dineros que, posteriormente, se autogestionan de manera colectiva, es decir, en asambleas semanales se decide en qué se destinarán.

A la par de ello, el movimiento genera sus propios recursos a partir de “emprendimiento productivo” o “actividades solidarias con vínculo de reciprocidad”, como festivales, ferias, rifas y trabajo voluntario.

“Lo autogestivo pasa fundamentalmente por ser autónomo del Estado, más allá de que le podamos o no arrancar recursos, tratando de tener cada vez menos dependencia de lo estatal y mercantil”, precisa Hernán Ouviña. En el mismo sentido, comenta: “Por ahora no hay el objetivo de destrucción y desarticulación del poder estatal como algo inmediato. La discusión es en qué medida podemos potenciar y ampliar políticas públicas no estatales, participativas y desde abajo y a la izquierda”.

Cada una de las provincias con presencia de Confluencia Movimiento Popular la Dignidad tiene su propia y distintiva dinámica organizativa. No obstante, el objetivo es la arquitectura de “una organización federal que pueda golpear con un solo puño”.

Que los espacios y proyectos productivos generados puedan sustraerse de la lógica mercantil y estatal; que la vocación participativa se amplíe sin reproducir la división del trabajo tradicional; que se logre una articulación mayor con los movimientos hermanos. Estos son, a decir de Hernán Ouviña, algunos de los principales retos que enfrenta el movimiento del que es parte.

Un desafío pendiente es también irradiar estas experiencias. Hermanarlas y tejerlas más allá de los territorios en donde hasta ahora se desarrollan. “Esperamos poder hermanarnos con el resto de los pueblos de nuestra América. El desafío es poder construir un proyecto emancipatorio que nos cobije a todos y a todas”.

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