Antonio Vivar Díaz: Una breve biografía

Manuel Hernández De Jesús

Toño, como le decían sus familiares y amigos del barrio, nació el 24 de octubre de 1986 en una de las colonias populares de la ciudad de Tlapa de Comonfort, Guerrero, conocida como el corazón de La Montaña entre sus habitantes. Es el sexto hijo en llegar a este mundo de los ocho hermanos, de padre y madre Na Savi.

Toño, como muchos jóvenes de su generación, aprendió a sobrevivir la dura vida que le ofrecía la ciudad, ya que desde muy niño quedó huérfano de padre. En aquella época de los 80 ya se ofrecía la educación preescolar, pero Toño no tuvo la oportunidad de cursar ese grado por falta de apoyo económico y entró directamente a la primaria. Cuentan sus familiares que para poder estudiar tuvo que trabajar ayudando a los vecinos que producían pan y luego a su misma familia, oficio que aprendió y del cual se apoyó hasta sus últimos días.

Con mucho esfuerzo Toño continuó estudiando hasta lograr terminar el nivel medio superior, donde aprendió a tocar la guitarra. Acompañado de su instrumento cantaba ya sea en la casa, en la escuela o con los amigos, y a través de la música socializó y conoció a muchas personas de todo tipo. Toño fue un joven que aprendió a vivir la hermandad en la calle, pues no fue ajeno a los grupos pandilleros que rondaban por los barrios de Tlapa en ese entonces. Cuentan sus amigos que tenía la aspiración de seguir estudiando para apoyar a su familia económicamente, pero que también tenía la inquietud de seguir los pasos de su padre, quien fue un maestro rural.

Él era un muchacho inquieto y un líder nato, a quien la educación cambió drásticamente. Sus andanzas en las calles sólo cambiaron de rumbo: si de jovencito anduvo en las calles “tirando barrio”, como dijeran los chavos banda, aún al entrar en la Universidad Pedagógica Nacional siguió en las calles, pero con las organizaciones sociales, con los maestros, con la gente pobre. Ahí alzó la voz , ahí comprendió que el pueblo maltratado y sumido no puede mantenerse en silencio.

En la licenciatura en Desarrollo Comunitario Integral, Antonio Vivar recorrió comunidades de las tres culturas que conviven en La Montaña de Guerrero. Es allá en donde el hambre no se mata, sino que se lucra con ella para que los partidos políticos tengan sus botines de votos. Toño recorrió pueblos alejados que no cuentan con los servicios más elementales, como es educación y salud. En la licenciatura se reconoció y se reivindicó como un Ta Savi (mixteco), comenzó a preguntarse de dónde venía y comprendió que la idea de mestizaje que él tenía de sí mismo fue impuesta a través del racismo. Creció en una sociedad que rechazaba a los pueblos originarios, que le hizo olvidar parte de su historia familiar y cultural. Antonio decía que gracias a la universidad comprendió que la gran mayoría de la gente que vive en Tlapa es descendiente directa de los pueblos originarios y que fue en las escuelas monolingües donde le enseñaron  a olvidarse de sus ancestros. Él en algunas de sus conversaciones llegó a escuchar que ser indio no servía para mucho, pero en los rincones de la universidad, al analizar su vida, comprendió que ser Na Savi no es nada malo, sino lo que ocurre es que cada sociedad construye su lenguaje de superioridad y quienes salen perdiendo en este juego son los pueblos originarios.

Cuentan sus familiares que para costear su instancia en la universidad trabajó de mesero y que incluso tuvo que abandonar algunos semestres la escuela, ya que ir al trabajo de campo era costoso y más si no se cuenta con becas, cuyo apoyo no se tenía en la universidad.

Con sus compañeros realizó campañas y talleres en las comunidades sobre los peligros de los alimentos transgénicos, sobre la defensa del territorio y de los derechos de los pueblos originarios. Le indignaba ver a muchas personas abandonar sus pueblos, sacar a sus hijos de las escuelas y viajar en los pequeños monstruos (autobuses) para los estados del norte, como Sinaloa, Guadalajara y Sonora. Al ver que el gobierno era indiferente ante el sufrimiento de las personas, comenzó a pensar que sólo un cambio de gobierno y la forma de gobernar harían que empiecen a brotar verdaderos síntomas de transformación.

En esta etapa de su vida comenzó su lucha política con los maestros, campesinos y jóvenes. En el 2012 se integró al movimiento #YoSoy132 a nivel local, en donde muchos jóvenes inconformes de La Montaña se unieron para protestar en contra del entonces candidato Enrique Peña Nieto.

En su última etapa en la universidad se integró conjuntamente con sus compañeros a las protestas magisteriales en el estado de Guerrero en contra de las reformas estructurales, pero principalmente contra la reforma educativa, por la cual hasta el día de hoy los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) siguen de pie para echarla abajo. En los meses posteriores nació el Movimiento Popular Guerrerense, un movimiento que unió al magisterio democrático con las diferentes organizaciones sociales, sindicatos y estudiantes, un movimiento amplio y plural que ya no sólo representaba las demandas del magisterio, sino también las muchas exigencias de un amplio sector de la sociedad guerrerense.

Transcurrieron los meses y, lamentablemente, llegó la noticia de que el 26 de septiembre de 2014 por la noche habían sido desaparecidos 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, noticia que caló hondo en el sentir de Antonio Vivar. Tomó entonces la decisión más importante de su vida: unirse al MPG de tiempo completo como vocero y representante de sus compañeros de la UPN. Ahí comenzó a fraguar la idea de cambiar el sistema político mexicano y vio que había las condiciones. Para octubre la presidencia de Tlapa estaba tomada por el MPG junto con varios municipios de la región y del estado. El objetivo fue la aparición de los 43 estudiantes normalistas con vida, y, mientras se exigía esto, se echó a andar la idea de un consejo popular e inmediatamente entre los pasillos de la presidencia se conformó un consejo popular integrado por profesores, representantes de organizaciones sociales, colectivos y estudiantes.

En los ocho meses que el ayuntamiento de Tlapa estuvo tomado por el MPG, Antonio Vivar aprovechó para prepararse intelectual y políticamente. En la presidencia se le veía leer varios libros, entre ellos el del Che Guevara, y quizás por ello le fue puesto el sobrenombre de “Comandante” por sus compañeros de lucha. El Comandante apoyó totalmente la conformación de los consejos populares como forma de gobierno municipal y de ahí nació la idea de no aceptar las elecciones, ya que se les veía como un instrumento más de dominación y de engaños. Toño defendía la propuesta porque en su recorrido en las comunidades se nutrió de los conocimientos de sus ancestros y de los pueblos que se autogobernaban, conoció a la Policía Comunitaria como un sistema eficaz de seguridad y aprendió que el comisario no manda, sino obedece a la asamblea y al consejo de ancianos.

Ese fue el punto de quiebre con el sistema político mexicano, ya que Toño consideró que no respondía a las necesidades de las comunidades y la democracia que tanto pregonan los políticos y algunos intelectuales estaba muy alejada de la realidad de los pueblos originarios.

Se mantuvo entonces una larga lucha, en donde profesores y estudiantes recorrieron comunidades y colonias y caminaron muchos kilómetros para llevar la propuesta de los consejos populares hasta la llegada de las elecciones.

El 1 de junio el MPG fue desalojado violentamente de la presidencia municipal de Tlapa por un grupo encabezado por priistas y petistas, al cual se le denominó grupo de choque. De esa noche hay fotografías que cuentan la historia visual de Toño, quien, en lugar de correr, se puso a rescatar lo que pudo de los comerciantes que se habían establecido frente al ayuntamiento, ya que el grupo de choque prendió fuego a la presidencia.

El 2 de junio de 2015 llegó el gobernador interino Rogelio Ortega a recibir el palacio municipal para sustituir al perredista Ángel Aguirre, quien fue destituido de su cargo por los hechos ocurridos en Iguala el 26 de septiembre. Al llegar Rogelio Ortega a la presidencia y legitimar al grupo de choque, el problema se agudizó, pues aún el 5 de junio la protesta continuaba y en el lugar conocido como el puente de Atlamajac, en las afueras de la ciudad, se desató una batalla entre el MPG y la policía federal, la cual había llegado para resguardar las elecciones. En esta confrontación el Comandante casi pierde una mano, ya que una piedra lanzada por la policía lo impactó y dejó una profunda herida en la mano de Toño.

Al terminar el choque entre el MPG y la policía federal, los manifestantes se dirigieron al centro de la ciudad, pero al hacer una parada en el lugar llamado “terminal del SUR”, llegó un contingente nutrido del grupo de choque apoyado por policías antimotines, los cuales se confrontaron con los integrantes del MPG de una forma drásticamente violenta. El grupo de choque capturó a tres profesores, entre ellos al reconocido líder del magisterio en Tlapa, Juan Tenorio, y los golpeó brutalmente.

Llegó el día esperado. La gente tímidamente fue a votar ese 7 de junio, todo resguardado por policías. Al término de las elecciones la policía federal retuvo a seis maestros acusándolos de causar desorden y vandalismo, varios pertenecientes a la colonia el Tepeyac. Entonces colonos y estudiantes se organizaron y retuvieron a 35 policías federales en protesta por la detención de sus compañeros y los resguardaron en la capilla de la colonia, pero sin desarmarlos. Nunca se imaginaron que el estado mostraría un rostro de muerte, como en los años 70. Cuando la oscuridad cubrió a los manifestantes, la policía federal, soldados y marinos aprovecharon la noche y entraron violentamente a rescatar a los policías retenidos. Toño el Comandante rondaba en el patio de la capilla y fue justo en ese momento cuando una bala que salió de la capilla lo hirió a muerte. Cayó cerca de la Virgen de Guadalupe, imagen que está a unos metros de la puerta de la capilla. Se escucharon voces de «¡acaban de herir a Toño!». Sus compañeros lo socorrieron, pero todo fue en vano. Toño dejó de respirar ante la ciudad polvorienta que lo vio nacer. Ese día el estado asesinó a un compañero de los maestros, campesinos y jóvenes de La Montaña de Guerrero.

Al menos podemos decir que su silencio no lo mató, sino la cobardía. Lo mató un sistema ajeno a su realidad y que no acepta a los pueblos originarios.

Después de tres años de su muerte no hay ningún culpable. Al día siguiente de su asesinato el gobernador interino Rogelio Ortega legitimó el actuar de las fuerzas de seguridad. Para más información pueden dirigirse a esta pagina (https://www.proceso.com.mx/407047/justifica-gobernador-ortega-ejecucion-extrajudicial-en-tlapa)

Toño, ese muchacho inquieto, dejó una huella profunda en los corazones de los montañeros. Cada aniversario de su asesinato, sus compañe@s y amig@s se reúnen para reflexionar y reivindicar sus ideas. Ese 7 de Junio de 2015 no se olvida.

Manuel Hernández De Jesús

Antropólogo, fotógrafo y activista.

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